PRENSA INTERNACIONAL
Enero 14, 2004

El peso de la democracia en Cuba

Arnaldo Fernández Díaz. El Nuevo Herald, 14 de enero de 2004.

Las conjeturas informativas sobre la caída del presidente del grupo empresarial Cubanacán se refieren a cierta ''auditoría general'', que traería su causa de la obligación impuesta por el gobierno a las empresas cubanas de ''cambiar las divisas por pesos convertibles''. La nota correlativa del Ministerio del Turismo niega toda ''relación con el mecanismo de control cambiario vigente, [que] está funcionando con absoluta normalidad''. De este modo el funcionamiento de aquel mecanismo permite acercarse al criterio gubernativo de lo normal en la economía de la isla.

La resolución 65-2003 del Banco Central de Cuba (BCC) ordenó a las empresas cubanas pesificar sus cuentas en moneda dura con arreglo a la tasa oficial de cambio, que fija la equivalencia (de suyo anormal) entre el peso cubano convertible (válido ya sólo dentro del país) y el dólar. Así el BCC concentró las divisas y, en consecuencia, las entidades económicas tienen que comprarle los dólares necesarios para satisfacer, por ejemplo, las deudas con proveedores extranjeros. Además de la comisión bancaria del 1 por ciento sobre el monto de la operación, semejante compraventa entraña el trámite burocrático correspondiente, que retarda todavía más los pagos a los acreedores.

Al entrar en acción este mecanismo se pusieron de manifiesto imprecisiones e imprevisiones que forzaron a tomar medidas de urgencia. Las empresas mixtas (de capital cubano-extranjero) no tenían de antemano cuentas bancarias en pesos cubanos convertibles, y pidieron enseguida autorización excepcional para abrirlas. Al momento de concedérsela, quedaron exentas de pagar la comisión por el cambio, que para ellas se realiza automáticamente.

Los trámites de transacciones inferiores a cinco mil dólares se tornaron flexibles, pero hubo que dictar la resolución complementaria 68-2003 para revalidar las cartas de crédito emitidas antes de promulgarse la norma básica cambiaria. No obstante, varias ''instrucciones transitorias'' del BCC pudieran ilustrar mejor el criterio de normalidad manejado por el poder administrativo en la Isla.

La primera puso límites a las cuentas bancarias bloqueadas como garantía de ejecución del pago, pero la sexta instrucción permitió de nuevo usarlas, siempre en pesos cubanos convertibles, con la advertencia de acelerar los pagos y la certeza de que las solicitudes de compra de divisas se tramitarían directa e inmediatamente. Para otros casos cabría entonces ya sólo la certidumbre (no la certeza) de inmediatez.

Parecida sospecha se alza frente a la cuarta instrucción, que establece el procedimiento de aprobación previa de letras de cambio por montos superiores a 150,000 dólares. Sin esta garantía del BCC, las demás letras pierden credibilidad y se transforman, también para los acreedores foráneos, en papel periódico (ampliamente utilizado dentro de la isla como papel higiénico) si negocian con clientes que sólo disponen de pesos convertibles cubanos en sus cuentas bancarias.

Cuba no publica los estados de sus reservas en divisas. La única compañía estadounidense de prestigio (Moody Investor Services) que analiza el manicomio económico de la isla ha recurrido a la interpretación de las directivas del BCC para montar el escenario más probable de la deuda exterior cubana: impago sempiterno. Tal pronóstico pudiera desbaratarse con la réplica del canciller Felipe Pérez Roque al embajador norteamericano en la pasada sesión de la asamblea general de la ONU: "Ha dicho que Cuba no paga sus deudas. ¡Mentira!''.

El gobierno de José María Aznar ha informado que la isla acapara casi la tercera parte de la deuda de los estados soberanos con España. Según la firma CESCE, que asegura por cuenta del estado las exportaciones, la indemnización como consecuencia de los impagos de Cuba sobrepasó los 80 millones de dólares (2002) y duplicó la erogación por igual motivo de Argentina, sumida en la profunda crisis que los expertos de la economía socialista derivan rectamente de las prácticas neoliberales. Por supuesto que las empresas cubanas con buen historial de crédito prosiguen pagando bien; sólo que aquéllas de mala paga pueden abroquelarse ahora con la demora de los trámites dispuestos por el BCC.

Así como en junio del 2002 se modificaron los precios al público de infinidad de productos ofertados por las tiendas que operan con divisas, sin mediar la participación de todos los afectados, en julio del 2003 se pasaron por alto la consulta y la discusión dentro del ámbito social más amplio posible para echar a andar el nuevo mecanismo de control financiero, que desde luego viene concitando numerosas observaciones críticas de las entidades económicas.

Algo que debe preocupar mucho al presidente de la Asamblea Nacional, Ricardo Alarcón, quien asegura que en Cuba impera la parlamentarización de la sociedad, mientras "en otras partes se adoptan medidas que afectan radicalmente a toda la gente sin cumplir siquiera los rituales de la democracia formal''.

Abogado y profesor universitario, reside exiliado en Miami.


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