DEPORTES
Control y sanción para la tentación profesional
LA HABANA, enero (www.cubanet.org)
- La noticia, precedida de rumores después
desmentidos, ahora es un hecho consumado. Kendry
Morales, Bárbaro Cañizares, José
Ibar y otros dos peloteros cubanos han sido separados
definitivamente de sus equipos. Las razones aún
no están claras, pero lo evidente es que
se cumplen las razones expuestas en los comentarios
callejeros. Al parecer existían serias
sospechas de que estos peloteros planeaban la
forma de ingresar en las filas del deporte rentado.
Se dice que los dos primeros integrantes de la
lista de sancionados fueron sorprendidos in fraganti,
tratando de abandonar la Isla sin autorización.
Con el castigo se vuelve a tronchar el camino
a valiosos deportistas cuyo único delito
es su afán de buscar nuevas vías
para desarrollar sus habilidades con plenitud
y así explorar otras perspectivas de mejoramiento
económico.
Esto es lo que en el mundo entero hacen miles
de atletas que juegan en equipos de otras naciones,
sin necesidad de emigrar de sus países
de origen. Brasileños jugando fútbol
en España o Italia, antillanos que dan
lustre al baseball holandés, o corredores
africanos haciendo uso de las camisetas de varios
países de Europa, sin dejar de ser orgullo
para el lugar donde nacieron.
En contraste, recuerdo aquel episodio ocurrido
en el pasado Mundial de Atletismo celebrado en
París, cuando en la pantalla de los televisores
aparecía una joven de raza negra, con un
nombre y apellido que desmentía su nacionalidad
italiana. A pesar de que estaba compitiendo por
los primeros lugares del triple salto femenino,
llegando a quedarse con el bronce, los narradores
cubanos hacían un silencio sospechoso sobre
la actuación de aquella atleta. La razón
era que la muchacha era una especialista cubana
en esa disciplina, radicada en la península
italiana y ahora compite con los colores de esa
bandera. ¿Cuál es el delito cometido
por los deportistas cubanos que buscan hacer lo
mismo?
Mientras esto ocurre con los atletas, los artistas
cubanos en estos momentos realizan contrataciones
en otros países y allí se van a
residir por años. Algunos casi quedan flotando
en un exilio llamado "de terciopelo",
porque se han quedado a vivir definitivamente
en esos lugares y vienen a Cuba de vacaciones.
Son vistos actuando en telenovelas foráneas,
que nunca son exhibidas en la televisión
nacional, o hacen espectáculos en escenarios
lejanos, mientras que apenas se les ve en los
del patio. Aparecen esporádicamente para
recordarnos un viejo éxito suyo, con el
que en otra época se hicieron populares
entre sus compatriotas.
Sin embargo, esto nadie se los tiene a mal. Es
un derecho que deben ejercer todos los individuos
y así está reflejado en la Carta
Universal de Derechos Humanos reconocida por la
O.N.U. ¿Por qué lo que es válido
para los artistas no lo puede ser para los deportistas?
La respuesta a las dos interrogantes para el
caso de los atletas se torna más compleja.
El deporte en Cuba forma parte del delicado problema
ideológico. Desde el principio del proceso
revolucionario las competiciones profesionales
fueron duramente combatidas hasta que fueron eliminadas
en la Isla. Los éxitos logrados por el
deporte aficionado, patrocinado por el estado
cubano, eran exhibidos como un logro importante
de las transformaciones socialistas. El medallero
de los distintos eventos deportivos a nivel mundial,
se convertía en un verdadero campo de batallas
entre el Occidente capitalista y el campo socialista
lidereado por la Unión Soviética.
Aún dentro de las fronteras de los países
"hermanos" siempre hubo una competencia
con la isla caribeña, que solamente era
sobrepasada por la Unión Soviética
y Alemania Democrática en la obtención
de preseas doradas.
Estas realidades han cambiado, pero Cuba se mantiene
en la misma posición. El lema que rezaba
aquello de que los deportes eran derecho del pueblo,
también ha cambiado en lo esencial, pues
los recursos para la práctica del deporte
han quedado garantizados básicamente para
los llamados deportistas de alto rendimiento y
jóvenes promesas con buenas condiciones
para llegar a ser posibles campeones. Cierto que
el derecho a la práctica se mantiene para
todos, pero el poder contar con los implementos
adecuados para hacerlo se hace cada vez más
difícil.
En realidad, los deportistas cubanos son profesionales.
Siempre lo han sido, pues su labor consiste en
practicar el deporte de su especialidad. Algunos
de ellos se quejan de esa estimación, la
que llegan a considerar falsa, porque según
su criterio les faltan muchos recursos y condiciones
para poder considerarse como tales. A su juicio
más bien serían unos profesionales
con bajos salarios.
Cuando culmina su vida activa, por lo general
reciben una pensión o se integran como
entrenadores de educación física
o del deporte en que se han destacado, y por ello
reciben un salario acorde con el que se percibe
como promedio nacional. Con las noticias que ahora
llegan más directamente y que hablan de
la financiación que beneficia a destacados
deportistas en el mundo, los cubanos no quieren
ser menos. Saben que cuentan con grandes posibilidades,
si no de llegar a ser millonarios, al menos tener
garantizados los años del retiro con una
economía más holgada. Para ello
buscan el medio que les permita lograr ese propósito.
Pero la consideración política
sobre el profesionalismo se mantiene casi inalterable.
Los resultados competitivos internacionales siguen
presentándose en Cuba como la medida de
que el amateurismo es la mejor respuesta frente
al deporte rentado. Por eso seguirán ocurriendo
lamentables situaciones como las acontecidas con
estos populares y brillantes peloteros. Seguiremos
oyendo hablar de deserciones y de sanciones que
llevarán al ostracismo de figuras de relieve
como las de José "Cheíto"
Rodríguez, Monguito Cabrera o Ernudis Poulot.
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