PRENSA INTERNACIONAL
Enero 9, 2004

28-1-1853

Ramón Ferreira, El Nuevo Herald, 9 de enero de 2004.

Se acerca el 28 de enero, fecha que resume dos acontecimientos imperdurables en la historia cubana: nacimiento y patria. Es la fecha en que el nacimiento de José Martí anunció la llegada de la independencia: Martí, con su poesía, nos revela esa ansia y, luchando hasta morir, consiguió lo que necesitaba su alma.

Sufrió el exilio, compartió la ciudadanía americana para poder defender la propia y regresó a Cuba para tallarla con su muerte. Esta vez sus versos iban defendidos con un arma y murió de cara al sol, como es la aspiración de todo ser libre.

Como recompensa ganó la inmortalidad en nuestra historia. A veces no se sintió capaz de semejante legado y, de la forma más sencilla que pueda explicarse una aspiración tan noble, nos dejó compartir la angustia de morir sin patria: Yo quiero cuando me muera / sin patria pero sin amo / tener en mi tumba un ramo / de flores y una bandera.

Tuvo sus flores en la tumba y la bandera de una Cuba libre jamás se ha arriado en el corazón de todos los cubanos.

Con la llegada de Fidel con la hoz y el martillo pintados sobre un trapo rojo, la patria despertó de su indefensión para quedar sometida a un redentor de todos los males que nos pudieran acontecer si no estábamos dispuestos a morir por la suya. Ahora en el exilio nosotros la sostenemos con el recuerdo de Martí, y en Cuba, sufriendo la realidad fidelista que los obliga a negar su herencia. Dos Cubas, separadas por un mar de ideologías, pero todavía unidas en la ambición que motivó a Martí hasta su muerte. Dos bandos cubanos frente a frente, sin saber qué armas tomar para recobrar lo que Martí nos donó a ambos.

''Atrás, aquí hay dos bandos'', grita otro poeta en La casa de Bernarda Alba. Pero, cuidado, aquí se trata de la disputa de hermanos con idénticos deseos de reconstruir lo que los separa.

El exilio lleva 25 años enviando mensajes de alivio y esperanza. De Cuba sólo recibimos señales de auxilio, que cada cual puede socorrer de acuerdo a sus propios medios: dinero, planes escritos o por mensajero, intentos armados, ofertas de reconciliación y plataformas políticas respaldadas por fantasmas, todo destinado a la pérdida de vidas de patriotas y a la derrota de las buenas intenciones de quienes intentan saltar sobre nuestra historia libre, como si los años de tiranía fidelista se pudieran erradicar mediante la firma entre sobrevivientes.

No existe otra solución que eliminar una tiranía que la ratificaría con las armas. Es Washington, como mediador entre cubanos amigos, quien tiene que reconocer su deber de eliminar a Fidel y la tiranía que propició con el abandono de nuestros libertadores primero y ahora tratándola como una irritación curable a largo plazo.

La irritación se ha infectado. Ya no se trata de la simple solución de derribar al tirano para acabar con el mal. El mal fidelista ha creado sus propios entes. Derribarlos y pretender cubrir el pasado con una lechada de democracia que devuelva a Cuba a su cauce natural es ignorar las ansias de los cubanos que se criaron a dietas de promesas; pretender cancelarse con sólo regresar armados no es otra cosa que invertir la injusticia.

Tan pronto el exilio regrese a lo que quede de sus sueños intentará recuperarlos, aunque sólo queden cenizas y quien las ocupe las considere su única herencia. Lo que se debe perder para siempre son los rencores que se llevaron tantas resacas.

Debe haber algo que regrese a la playa intacto: el ansia de libertad común a todos. Tal vez los que vivieron privados de esa libertad puedan recuperarla con sólo dejar constancia de que no la han olvidado. Basta con que el 28 de enero salgan a la luz del día y escriban 28-1-1853 en las puertas de sus casas, como si acabaran de nacer ese día. Bastará para que los cubanos queden unidos para siempre como finalmente nos une Martí con su poema:

Cultivo una rosa blanca / en junio como en enero / para el amigo sincero / que me da su mano franca. // Y para el cruel que me arranca / el corazón con que vivo / cardo ni ortiga cultivo, / cultivo la rosa blanca.


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