El
doble estándar de la política exterior argentina
Infoabe,
Argentina, 8 de enero de 2004.
La política exterior argentina está
consolidando un peligroso criterio de doble estándar
que, lejos de aumentar la capacidad de articulación
política del país en un mundo peligroso,
puede terminar incrementando su vulnerabilidad
y aislamiento.
El paradigma de las relaciones internacionales
que parece manejar la estrategia nacional en este
tiempo podría definirse como la utopía
de engañar a diversos actores durante el
mayor lapso posible, con la creencia de que ese
ejercicio aumentaría la capacidad de negociación
del país y las posibilidades de utilizar
las opciones de política exterior como
una palanca de poder doméstico.
En el caso de las relaciones con Cuba, esa tendencia
se muestra en todo su patetismo.
El presidente Néstor Kirchner aseguró
solemnemente ante la Asamblea General de las Naciones
Unidas que la defensa de los derechos humanos
es una de las columnas que sostienen la política
global de la Argentina.
Cuba es una de las tres dictaduras reconocidas
del planeta y es una nación ampliamente
cuestionada por las violaciones a los derechos
humanos que registra la dictadura de Fidel Castro
con sus opositores.
Esa situación se agravó fuertemente
en los últimos meses hasta un punto desconocido
y agudizó el aislamiento internacional
del régimen. Los testimonios acerca de
las violaciones a los derechos humanos son de
tal magnitud que una pléyade de intelectuales
de izquierda de los principales países
de Occidente ha firmado declaraciones y petitorios
reclamando el cese de los atropellos en Cuba.
Hasta un periodista argentino fue detenido hace
pocos meses en la isla porque cometió el
delito de ponerse en contacto con los disidentes
políticos para conocer detalles de sus
posiciones y sus demandas.
Sin embargo, el gobierno argentino ha decidido
ignorar esa situación de violación
flagrante a los derechos humanos, a pesar de que
esa cuestión fue mencionada por el presidente
Kirchner como uno de los elementos fundamentales
-un "compromiso ético"-para definir
las opciones políticas de la "nueva
Argentina".
De hecho, el canciller Bielsa supo viajar a La
Habana para restablecer las relaciones formales
y amistosas entre ambos países -una lluvia
fresca para el páramo que pinta el actual
aislamiento internacional del régimen cubano-
y se negó a recibir a los opositores usando
excusas tan pueriles como formales, a pesar de
que los familiares de los detenidos por cuestiones
políticas o sindicales le solicitaron un
encuentro a través de la prensa y a través
de una nota formalmente ingresada a la Cancillería
argentina un día antes de su viaje a la
isla.
Lejos de esas demandas urgentes para la dignidad
humana, el canciller se dedicó a conocer
la "verdadera Cuba" de la mano de su
par cubano Pérez Roque, comiendo langosta
en lujosos hoteles y visitando establecimientos
hospitalarios y "mercados populares",
seguramente elegidos al azar.
Como el canciller argentino es un cabal hombre
posmoderno, conoce de memoria el peligro de molestar
al más poderoso, también parece
ahora decidido a mandar mensajes al gobierno de
los Estados Unidos en el sentido de ocultar sus
últimas decisiones bajo un cierto manto
de ambigüedad.
Tal vez por eso mismo el jefe de la diplomacia
argentina se encargó de prometerle al diario
más importante de Miami que "hablaría
con los disidentes" siempre y cuando éstos
cumplieran con los requisitos formales de pedir
audiencia. Aunque después en La Habana,
y al percibir que esas reuniones no iban a agradar
al poderoso a cargo (Fidel Castro), decidió
cambiarla por la promesa de un contacto con los
obispos cubanos.
Más allá de los malabares del señor
Bielsa, los hechos están claros: La Argentina
decidió romper el aislamiento cubano, al
tiempo que Washington anunciaba una renovada estrategia
contra la tiranía de Fidel Castro.
La Argentina restableció relaciones económicas
plenas con Cuba cuando la Unión Europea
se está retirando de esa plaza, debido
a las violaciones a los derechos humanos, a pesar
de que Kirchner ha repetido hasta el cansancio
que la defensa de los derechos humanos es una
de las piedras basales que sostienen su administración.
> La Argentina no considera que los derechos
humanos de los cubanos disidentes sean lo suficientemente
importantes como para que los funcionarios argentinos
renuncien a los mojitos y a las langostas habaneras,
mientras escuchan a los líderes del régimen
hablar sobre los avatares de su "revolución".
La Argentina comenzó a deteriorar su relación
con los Estados Unidos por su actitud ambivalente
ante la situación cubana de acuerdo con
las informaciones que comienzan a llegar desde
Washington originadas en los funcionarios que
manejan la política hemisférica
de ese país, quienes ya no saben si considerar
al gobierno de Buenos Aires como un aliado reticente
o como un renovado "invento argentino".
Decía Abraham Lincoln que "es posible
engañar a poca gente durante poco tiempo;
y que también es posible engañar
a mucha gente durante poco tiempo. Lo que no es
posible es engañar a mucha gente durante
mucho tiempo".
La compleja política internacional de
estos días presenta una dificultad mayúscula
para quienes creen que una estrategia inteligente
en ese campo consiste en decirle todo el tiempo
a cada uno aquello que quiere escuchar.
La civilización de las comunicaciones
instantáneas impide que las mentiras se
puedan sostener durante mucho tiempo.
Por eso las alianzas claras y transparentes con
base en valores y en intereses permanentes han
pasado a ser el eje del juego en este tablero
global.
Los países débiles como la Argentina
no deberían sobreestimar su capacidad de
engaño alentando políticas de doble
estándar en las mismas cuestiones que definen
las relaciones de poder del nuevo siglo.
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