Tres ejes de la política futura
en Cuba (II)
Jorge Hernández
Fonseca. El
Nuevo Herald, 19 de febrero de 2004.
Hemos visto que son tres los ejes que colisionan
en las fuerzas que combaten la dictadura cubana:
la oposición interna-exilio, la oposición
izquierda-derecha y la oposición Europa-EEUU,
y que, en esta última, es poco lo que los
cubanos podemos influir. Sin embargo, el ahondamiento
de las diferencias ''dentro-fuera'' y la temprana
y extemporánea lucha política ''derecha-izquierda''
en el panorama político opositor sí
podríamos y deberíamos minimizarla.
La confrontación ''dentro-fuera'' --en
Cuba-- carece de una base histórica. Nuestras
guerras de independencia estuvieron libres de
este corrosivo sentimiento. Martí, Maceo
y Gómez, entre otros patriotas destacados,
prepararon en el exilio la guerra necesaria. La
lucha contra Machado provocó exilios forzados
de personalidades --incluso mandadas a asesinar
en el exterior por el dictador-- que al fin de
la dictadura fueron mártires de la causa,
o no tuvieron limitaciones políticas en
el panorama nacional. La lucha contra la dictadura
de Batista por su parte se incubó en el
exterior, desde donde llegaron a Cuba --en sucesivas
expediciones marítimas y aéreas--
luchadores por la implantación de una democracia,
hoy traicionada.
Los méritos que acumulan los luchadores
internos actualmente, sometidos muchos de ellos
a crueles confinamientos en las cárceles
de la dictadura, fueron previamente experimentados
por una pléyade de luchadores exiliados
--muchos de ellos involuntariamente-- que no merecen
ser descalificados por el simple hecho de tener
que vivir obligadamente en tierra ajena.
Vivir en Cuba actualmente no es --intrínsecamente--
un mérito que pueda llevar a nadie a establecer
una ventaja política cualitativa, a no
ser un simpatizante enfermizo de la dictadura
cubana. Vivir fuera del país tampoco constituye
por sí mismo un mérito fuera de
la historia personal de cada cual. En ambos casos
hay un gran universo básicamente similar.
Se hacen conjeturas y propuestas meritorias sobre
el mecanismo que finalmente destruirá la
dictadura cubana, y de su day after. Se hacen
planes opositores que profundizan la conciencia
del pueblo cubano oprimido por años de
desidia y miedo, marcando un camino hacia la libertad.
Todos los esfuerzos tienen el mérito de
formar parte del camino libertario. Sin embargo,
la cruda realidad es que todavía no sabemos
los nombres de los cubanos que iluminarán
el futuro democrático de la isla, entregando
su cuota de sacrificio y valentía en la
verdadera hora cero.
Aquel militar cubano --o grupo de militares--
callados, incógnitos, recogidos en su ostracismo
producto de sus convicciones libertarias, que
dará el grito final de libertad, arrastrando
consigo la pléyade de fuerzas cubanas que
darán fin al régimen de oprobio,
nadie sabe quiénes son, cuáles serán
sus nombres y qué influencia decisiva tendrán
en el futuro de la patria.
Los intentos de ''los de fuera'' por opacar nombres
destacados ''de dentro'' son respondidos desde
dentro con similares muestras de inmadurez, colocando
por escrito la necesidad del ostracismo del exilio
en el momento decisivo. Nadie sabe cómo
será ese momento y nadie podrá evitar
que todos los cubanos seamos nuevamente iguales,
resultando innecesario abundar sobre un derecho
que tienen los exiliados desde que nacieron, como
es innecesario que alguien dentro de la isla espere
a recibir la bendición, o incluso órdenes,
desde el exterior.
El control de la transición, si bien es
pretendido desde las dos potencias hegemónicas
actuantes --ambas con mayores posibilidades económicas
y militares que los cubanos--, no es posible de
ser previsto en toda su magnitud e impacto; por
eso estimamos pueril continuar con la letanía
innecesaria, gastando esfuerzos preciosos en descalificarnos
unos a otros.
La lucha contra las tendencias de izquierda y
derecha sería más fácil de
administrar antes del futuro democrático
por venir, si los extremos de ambas alas estuvieran
exentos --en el caso de la izquierda-- de los
remanentes de la influencia de la dictadura actual
--la conocida posición "fidelismo
sin Fidel''-- y en su extremo derecho, de su pretendido
plan de anexión. Sin embargo, con todas
estas fuerzas hay que contar también para
continuar la lucha. Todos somos cubanos.
Nadie es dueño de la verdad y lo único
que no debemos es descalificarnos por pensar con
cabeza propia, aunque tengamos un sentimiento
menos compartido políticamente que otros
coterráneos, compañeros de luchas,
que tienen su derecho a opinar como bien entiendan.
Basta de argumentos para descalificarnos, ''los
de dentro'' o ''los de fuera'', ''los de izquierda''
o ''los de derecha''. Lo que necesitamos son argumentos
para darles a los hombres y mujeres que aguardan
por nuestros razonamientos en el anonimato --dentro
de las filas aparentemente monolíticas
de la dictadura-- para colocarse a nuestro lado,
escribiendo juntos el capítulo final que
todos anhelamos. Sólo entonces estaremos
en condiciones de enfrentar el reto de las potencias
interesadas en la isla, sin el peligro de ir al
debate con criterios divididos.
Exiliado cubano en Brasil. Profesor de la
Universidad de Belem.
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