POLITICA
Corre, Mambrú, que
viene la guerra
LA HABANA, febrero (www.cubanet.org)
- "¿Viste? Bush va a invadirnos en
octubre". La afirmación de tamaña
noticia la hace tranquilamente una señora
de mediana edad a una muchacha con la que hasta
ese momento intercambiaba pareceres sobre la última
telenovela alquilada en casetes de video. El marco
de la conversación transcurre a la espera
del M-3, el popular camello, que hace su recorrido
entre Alamar y la Ciudad Deportiva y que desde
hace más de una hora no deja aparecer su
amplia estructura amarilla.
Entre molesto y curioso ante una aseveración
tan contundente de un hecho de esa envergadura,
cuestioné a la señora sobre el origen
de su información. Confusa terminó
por no saber responder y declaró un evasivo
"me lo dijeron". Sin embargo, no ha
sido esta la única fuente de tan preocupantes
rumores que se expanden en nuestro entorno por
estos días. Otras versiones precisan que
la fecha dada por el gobernante estadounidense
para la agresión es más cercana.
El ataque tendría lugar el próximo
20 de mayo. En este caso sólo faltó
decir la hora señalada para el comienzo
de las operaciones.
Esta psicosis de ambiente prebélico no
está del todo injustificada. Se ve apuntalada
por discursos apocalíticos con trasfondo
numantino, donde se da por seguro que el poderoso
vecino del Norte lo tiene todo dispuesto para
lanzar su ejército en una guerra que logre
acabar con el sistema político vigente
en la Isla, así como con los que lo dirigen.
El procedimiento sería el mismo y con iguales
proporciones al desplegado en los territorios
afgano e iraquí. Debido a ello ya se están
presentando en diferentes municipios los agoreros
del cuarto jinete apocalíptico, portando
un listado donde se indica el lugar al que deben
ir a refugiarse los vecinos de cada barrio. Los
ciudadanos deben mostrar el documento de identidad
para anotar (una vez más) sus datos y se
les dice la región o provincia, a donde,
según la edad de los censados, serán
movilizados cuando llegue el fatal momento.
Las respuestas que reciben los encargados de
esta misión organizativa-defensiva resultan
en muchos casos burlonas e ingeniosas. Uno de
los encuestados preguntó si la zona que
le tocaba para refugiarse era en Miami, que de
ser así iría con gusto. Pero si
el lugar estaba ubicado en algún cercano
paraje insular, que ni lo pensaran, que él
se quedaba en su casa. Una señora manifestó
que cuando la guerra en Irak ella vio en las imágenes
del noticiero a los habitantes de las ciudades
bombardeadas transitando normalmente por la vía
pública, incluso en sus automóviles.
Si ahora las bombas y misiles están tan
tecnificadas ¿para qué irse tan
lejos? Otra, al parecer con los nervios más
agotados por esta histeria belicista que se acumula
por más de cuarenta años, le gritó
en forma descompuesta al inocente organizador
de la protección civil que ella no tenía
que irse de su casa, que si su destino era morir
con una bomba encima que fuera en sus predios.
Para tranquilizarla le dijeron que sus bienes
iban a quedar a buen recaudo, pues durante el
tiempo que durasen los bombardeos un compañero
estaba encargado de cuidar su casa y las del resto
del vecindario. En su caso el elegido era nada
menos que un conocido, con problemas de alcoholismo.
Eso puso crisis a la alteración de la señora.
Cada vez que alguna administración estadounidense
retoma un lenguaje más agresivo sobre el
tema cubano, se levantan estas expectativas de
la proximidad irremediable del conflicto armado.
Resulta llamativo que ello ocurre también
en determinados períodos críticos
de la situación socio económica
interna del país. Años atrás
la gente se preocupaba con profundidad de que
este desenlace pudiera ocurrir realmente. Hubo
momentos en que parecía inminente, como
en los días de la crisis de los misiles
soviéticos conocida como la Crisis de Octubre.
Posiblemente haya sido aquella la única
posibilidad real de una invasión directa
de las fuerzas armadas de Estados Unidos a nuestro
territorio. Sin embargo, las cosas se resolvieron
de otra manera, con la actitud responsable adoptada
por el mandatario John F. Kennedy, que impidió
se impusiera el criterio de los halcones militares
de la nación. Desde entonces han pasado
por la Casa Blanca varios inquilinos que de haber
estado en el período de mandato en 1963
no hubieran dudado en tomar la solución
más drástica. Cuando se terminó
la era de la Guerra Fría y la Unión
Soviética dejó de ser el escudo
eficaz que garantizaba en gran manera un freno
a la determinación militarista para poner
fin al comunismo en la isla caribeña, nada
cambió. Incluso se distensionaron las rigideces
en algunos campos de las relaciones entre ambos
países, como no había ocurrido en
años anteriores. La opción de la
fuerza no se ha impuesto a pesar de las circunstancias.
Los ciudadanos de la Isla, que viven bajo la
dosificación y control constante de la
información, parecen no hacer mucho caso
de estos redobles de guerra. Con gran talento
para analizar diferentes realidades y situaciones,
los cubanos saben leer también el signo
de estos tiempos. Con una amplia población
de compatriotas en el exilio, fundamentalmente
en territorio de Estados Unidos, una opinión
internacional contraria al uso de la fuerza, específicamente
en el caso cubano, sin una justificación
con suficientes argumentos de peso para llegar
a optar por una salida tan extrema, ¿qué
puede hacer creíble la realidad de esa
supuesta invasión? El hecho de estar en
período de elecciones y con el agravante
de mantener tropas bajo el asedio enemigo en tierras
ajenas, son razones que sirven más como
limitantes que factores determinantes para emprender
ese tipo de aventuras. Es la conclusión
que saca la mayoría de los cubanos, quienes
deciden tirar estos augurios a choteo sin dejarse
vencer por el pesimismo que hace más dura
su existencia. La gran batalla que verdaderamente
se libra en Cuba durante décadas es la
lucha de cada día en el vencimiento de
tantas dificultades y contratiempos.
Mientras afuera suenan los redobles del tambor
guerrero, la gente continúa su vida normal,
o no tan normal, esperando que las cosas cambien
de una manera menos dramática, sin tener
que verse en la necesidad de encerrarse como topos
en túneles y excavaciones. Además
de no confiar en la consistencia de esos refugios,
conservan la capacidad de la esperanza en los
cambios que han de venir, sin necesidad de tener
que pagar por ellos el alto precio de la vida
de nuestros mejores hijos. La guerra está
derrotada en Cuba. cnet/43
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