PRENSA INDEPENDIENTE
Febrero 18, 2004

POLITICA
Corre, Mambrú, que viene la guerra

LA HABANA, febrero (www.cubanet.org) - "¿Viste? Bush va a invadirnos en octubre". La afirmación de tamaña noticia la hace tranquilamente una señora de mediana edad a una muchacha con la que hasta ese momento intercambiaba pareceres sobre la última telenovela alquilada en casetes de video. El marco de la conversación transcurre a la espera del M-3, el popular camello, que hace su recorrido entre Alamar y la Ciudad Deportiva y que desde hace más de una hora no deja aparecer su amplia estructura amarilla.

Entre molesto y curioso ante una aseveración tan contundente de un hecho de esa envergadura, cuestioné a la señora sobre el origen de su información. Confusa terminó por no saber responder y declaró un evasivo "me lo dijeron". Sin embargo, no ha sido esta la única fuente de tan preocupantes rumores que se expanden en nuestro entorno por estos días. Otras versiones precisan que la fecha dada por el gobernante estadounidense para la agresión es más cercana. El ataque tendría lugar el próximo 20 de mayo. En este caso sólo faltó decir la hora señalada para el comienzo de las operaciones.

Esta psicosis de ambiente prebélico no está del todo injustificada. Se ve apuntalada por discursos apocalíticos con trasfondo numantino, donde se da por seguro que el poderoso vecino del Norte lo tiene todo dispuesto para lanzar su ejército en una guerra que logre acabar con el sistema político vigente en la Isla, así como con los que lo dirigen. El procedimiento sería el mismo y con iguales proporciones al desplegado en los territorios afgano e iraquí. Debido a ello ya se están presentando en diferentes municipios los agoreros del cuarto jinete apocalíptico, portando un listado donde se indica el lugar al que deben ir a refugiarse los vecinos de cada barrio. Los ciudadanos deben mostrar el documento de identidad para anotar (una vez más) sus datos y se les dice la región o provincia, a donde, según la edad de los censados, serán movilizados cuando llegue el fatal momento.

Las respuestas que reciben los encargados de esta misión organizativa-defensiva resultan en muchos casos burlonas e ingeniosas. Uno de los encuestados preguntó si la zona que le tocaba para refugiarse era en Miami, que de ser así iría con gusto. Pero si el lugar estaba ubicado en algún cercano paraje insular, que ni lo pensaran, que él se quedaba en su casa. Una señora manifestó que cuando la guerra en Irak ella vio en las imágenes del noticiero a los habitantes de las ciudades bombardeadas transitando normalmente por la vía pública, incluso en sus automóviles. Si ahora las bombas y misiles están tan tecnificadas ¿para qué irse tan lejos? Otra, al parecer con los nervios más agotados por esta histeria belicista que se acumula por más de cuarenta años, le gritó en forma descompuesta al inocente organizador de la protección civil que ella no tenía que irse de su casa, que si su destino era morir con una bomba encima que fuera en sus predios. Para tranquilizarla le dijeron que sus bienes iban a quedar a buen recaudo, pues durante el tiempo que durasen los bombardeos un compañero estaba encargado de cuidar su casa y las del resto del vecindario. En su caso el elegido era nada menos que un conocido, con problemas de alcoholismo. Eso puso crisis a la alteración de la señora.

Cada vez que alguna administración estadounidense retoma un lenguaje más agresivo sobre el tema cubano, se levantan estas expectativas de la proximidad irremediable del conflicto armado. Resulta llamativo que ello ocurre también en determinados períodos críticos de la situación socio económica interna del país. Años atrás la gente se preocupaba con profundidad de que este desenlace pudiera ocurrir realmente. Hubo momentos en que parecía inminente, como en los días de la crisis de los misiles soviéticos conocida como la Crisis de Octubre. Posiblemente haya sido aquella la única posibilidad real de una invasión directa de las fuerzas armadas de Estados Unidos a nuestro territorio. Sin embargo, las cosas se resolvieron de otra manera, con la actitud responsable adoptada por el mandatario John F. Kennedy, que impidió se impusiera el criterio de los halcones militares de la nación. Desde entonces han pasado por la Casa Blanca varios inquilinos que de haber estado en el período de mandato en 1963 no hubieran dudado en tomar la solución más drástica. Cuando se terminó la era de la Guerra Fría y la Unión Soviética dejó de ser el escudo eficaz que garantizaba en gran manera un freno a la determinación militarista para poner fin al comunismo en la isla caribeña, nada cambió. Incluso se distensionaron las rigideces en algunos campos de las relaciones entre ambos países, como no había ocurrido en años anteriores. La opción de la fuerza no se ha impuesto a pesar de las circunstancias.

Los ciudadanos de la Isla, que viven bajo la dosificación y control constante de la información, parecen no hacer mucho caso de estos redobles de guerra. Con gran talento para analizar diferentes realidades y situaciones, los cubanos saben leer también el signo de estos tiempos. Con una amplia población de compatriotas en el exilio, fundamentalmente en territorio de Estados Unidos, una opinión internacional contraria al uso de la fuerza, específicamente en el caso cubano, sin una justificación con suficientes argumentos de peso para llegar a optar por una salida tan extrema, ¿qué puede hacer creíble la realidad de esa supuesta invasión? El hecho de estar en período de elecciones y con el agravante de mantener tropas bajo el asedio enemigo en tierras ajenas, son razones que sirven más como limitantes que factores determinantes para emprender ese tipo de aventuras. Es la conclusión que saca la mayoría de los cubanos, quienes deciden tirar estos augurios a choteo sin dejarse vencer por el pesimismo que hace más dura su existencia. La gran batalla que verdaderamente se libra en Cuba durante décadas es la lucha de cada día en el vencimiento de tantas dificultades y contratiempos.

Mientras afuera suenan los redobles del tambor guerrero, la gente continúa su vida normal, o no tan normal, esperando que las cosas cambien de una manera menos dramática, sin tener que verse en la necesidad de encerrarse como topos en túneles y excavaciones. Además de no confiar en la consistencia de esos refugios, conservan la capacidad de la esperanza en los cambios que han de venir, sin necesidad de tener que pagar por ellos el alto precio de la vida de nuestros mejores hijos. La guerra está derrotada en Cuba. cnet/43



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