CORRUPCION
Los inspectores
y la corrupción
LA HABANA, febrero (www.cubanet.org)
- La corrupción en Cuba ha alcanzado niveles
inimaginables en los últimos años.
Es imposible cuantificar esta realidad, entre
otras razones porque abarca la mentalidad de casi
toda la población y se manifiesta de diversas
formas.
La honestidad es una palabra que se hace cada
vez más extraña en el contexto actual,
donde la incapacidad del Estado para ofrecer un
salario decoroso al trabajador cubano es cada
vez más patente. El incremento de las necesidades
básicas de la familia y la situación
económica que confronta la mayoría
de los ciudadanos, convierten en angustioso el
poder satisfacer las necesidades más simples
de la vida cotidiana. Esta problemática
es una de las causas del incremento del nivel
de corrupción que se aprecia en diferentes
sectores de la sociedad cubana.
La estatalización de toda la economía
es un factor que contribuye a este flagelo. En
el sector del comercio y los servicios, uno de
los más afectados por la descomposición
de la probidad, de una u otra forma es la población
la que más sufre y se perjudica por esta
situación. Los grandes beneficiados son
los que buscan "resolver" la situación
personal a partir de los recursos a ellos confiados,
que después comercializan en el mercado
negro a precios más bajos que los establecidos
por el Estado. Con ello obtienen ganancias netas
que ningún salario en la Isla puede equiparar.
Pero ésta no es la única forma de
enriquecimiento ilícito de trabajadores
y administrativos de la esfera estatal. Para evitar
o aminorar los efectos del creciente lucro derivado
de la malversación de los recursos del
Estado, se han constituido cuerpos de inspectores
que ayudan a controlar las diferentes dependencias
y comercios. Los encargados de esos controles
e inspecciones tampoco escapan a la tentación
de obtener beneficios monetarios al margen del
salario básico que les corresponde, que
en su caso no es suficiente para solucionar las
múltiples necesidades personales. Esto
coadyuva aún más con relajamiento
de la fiscalización de los servicios a
la población.
El caso que relato a continuación no constituye
en modo alguno un hecho aislado en el acontecer
cotidiano del país, y es manifestación
de una práctica que se ha hecho sistemática
en la actuación de muchos de estos inspectores.
En una pequeña tienda que comercializa
sus productos en dólares la venta fue paralizada
sin previo aviso por espacio de más de
tres horas, como resultado de una minuciosa inspección
provincial de precios y finanzas. Luego de no
detectar ninguna violación en el valor
ni en la factura de los productos, los controladores
amenazaban a la dependiente con aplicarle una
multa de doscientos pesos en moneda nacional porque
según su apreciación en un estante
se había despegado uno de los pequeños
membretes que indicaba el costo de uno de los
productos, encontrándose en el suelo. Evidentemente
se trataba de un accidente y no de un acto intencional
por parte de la dependiente. De aplicarse la sanción,
la trabajadora sufriría además del
recargo monetario, la consecuente separación
de su puesto laboral, lo que se traduce con la
pérdida del mismo. Según la opinión
de varios compradores habituales del lugar, el
trato de esta muchacha resulta siempre bueno y
atento, por lo que suele recibir propinas.
La presión sicológica de estos
inspectores, nombrados Vladimir Pérez y
Albely Roa, ejercida sobre la trabajadora al atemorizarle
con la suspensión de su puesto de trabajo,
provocó que la muchacha buscara como solución
darles algunos productos de los que se ofertaban
en la unidad, con el propósito de que no
le aplicaran el castigo. Sólo así
estos abusadores con patente legal abandonaron
a la indefensa empleada, retirándose satisfechos
de la tienda.
Después de pasar el mal momento recibió
el apoyo solidario de los atónitos clientes
que presenciaron el hecho, uno de los cuales le
facilitó en préstamo el dinero correspondiente
a los productos que ella regaló y que ahora
faltaban realmente, para registrarlo en la caja
contadora.
A todas luces, quienes actúan de esa manera
con aparente impunidad están demostrando
que su proceder forma parte de una práctica
diaria en el trabajo que ellos realizan, el cual
debe estar encaminado a suprimir lo que ellos
precisamente propician: la corrupción.
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