DESDE
LA CARCEL
Torturas y más torturas
Normando Hernández, condenado
a 25 años de prisión, que cumple
en la prisión Kilo 5 1/2 de Pinar del Río.
Reside en la ciudad de Camagüey.
KILO 5 ½, Pinar del Río - "La
integridad física y moral de los encartados
ha estado y estará plenamente garantizada.
No habrá celdas de castigo ni aislamientos
inhumanos".
Así lo afirmó el canciller de Cuba,
Felipe Pérez Roque, el miércoles
7 de abril de 2003 en la sala de prensa de la
Cancillería cubana, al referirse a los
75 disidentes al gobierno de La Habana que fueron
sometidos a juicios parcializados y sumarísimos,
y condenados muchos de ellos a más de 20
años de privación de libertad.
Pero del dicho al hecho hay más de un
trecho. Resulta que el gobierno de Fidel Castro,
desde el primer día de las detenciones,
montó una vil campaña difamatoria
¡que aún continúa! con el
objetivo de denigrar, desprestigiar, menoscabar
y deshonrar la moral de los pacíficos luchadores.
Por otra parte, el régimen de la isla,
haciendo uso de la política sádica
que lo caracteriza, confinó a varios cientos
de kilómetros de sus hogares a los disidentes,
torturando de esta forma a sus familiares, que
tienen que trasladarse con serias limitaciones
en el transporte, para poder ver a sus seres queridos
dos horas cada tres meses. Lo distante de las
visitas es también una forma de tortura,
al igual que lo apartado de las licencias conyugales,
que duran tres horas cada cinco meses.
Si examinamos las condiciones en que sobreviven
los prisioneros de conciencia podemos sacar conclusiones.
Tomemos como ejemplo la cárcel provincial
Kilo 5 ½, ubicada en la provincia de Pinar
del Río, donde guardan prisión ocho
de los 75 disidentes políticos que fueron
condenados hace poco más de siete meses.
En Kilo 5 ½ conviven con reos comunes
altamente peligrosos, con quienes comparten el
patio. Sólo les dan cuatro horas de sol
a la semana y se les prohíbe ver televisión,
escuchar la radio, y nada más pueden leer
los libros que la policía política
determine. Su correspondencia es ultrajada y no
tienen teléfono para comunicarse con sus
familiares. Están obligados a tomar agua
que tiene todo tipo de materias extrañas
y a consumir pésimos alimentos. La asistencia
médica especializada es deficiente, se
les niega el servicio religioso. En esta prisión
los luchadores cívicos son amenazados con
la suspensión de las visitas familiares
y matrimoniales, con levantarle nuevas causas
y con ser fusilados cuando el gobierno lo estime
pertinente. Además, son constantemente
acosados por los oficiales de la Contrainteligencia
cubana.
Bajo la justificación de una disposición
reglamentaria interna para proteger la disciplina
del penal, algunos han sido llevados por períodos
prolongados a los calabozos, por haber renunciado
de forma cívica a los alimentos, en reclamo
de mejores condiciones de vida y otros por vestir
de civil para diferenciar su condición
de los presos comunes. También son llevados
allí si adoptan posiciones contestatarias
para evitar le mancillen su moral.
En el calabozo están privados del contacto
con el mundo exterior y con los demás reclusos.
No se les permite ningún tipo de literatura,
ni siquiera el periódico. Se les niega
la luz del sol. No tienen acceso a los avituallamientos
y pertenencias. Se ven obligados a permanecer
en calzoncillos, a dormir sin colchón encima
de hormigón armado y a convivir con roedores,
bajo el rigor de los mosquitos y todo tipo de
insectos. El calabozo es tapiado, sin luz eléctrica
y sin baño. Allí, simplemente, son
torturados.
Es bueno recordar a las personas que pongan en
tela de juicio el martirio a que son sometidos
los reclusos que para el derecho internacional
la tortura es una forma agravada y deliberada
de trato cruel, inhumano y degradante. La resolución
contra la tortura y otros tratos o penas crueles,
inhumanos o degradantes, aprobada por la Asamblea
General de las Naciones Unidas en 1984, tipifica
jurídicamente el término tortura,
entre otras cosas como todo acto por el cual se
inflija intencionalmente a una persona dolores
o sufrimientos graves, ya sean físicos
o mentales.
Existen otras reglamentaciones internacionales,
como la Declaración Universal de Derechos
Humanos, la Convención Interamericana para
Prevenir y Sancionar la Tortura, adoptada en el
seno de la OEA en 1998, que no dejan lugar a dudas:
los 75 disidentes encarcelados están siendo
torturados.
Después de analizar todo esto, se puede
asegurar que lo dicho por el ministro de Relaciones
Exteriores de Cuba dista mucho de la realidad.
Lo que sufren los prisioneros cubanos puede sintetizarse
en una frase: Lo que están recibiendo es
tortura y más torturas.
Y, como decimos en buen cubano, "para ponerle
la tapa al pomo", en sus visitas conyugales
fueron desnudadas, requisadas e interrogadas por
los representantes del ministerio del Interior
la esposa del periodista independiente José
Ubaldo Izquierdo y la de quien escribe estas líneas,
Normando Hernández González.
Estos procedimientos inmorales e impúdicos
constituyen raptos legales de la propia Constitución
vigente en Cuba.
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