La estupidez políticamente
correcta
Zoé Valdés. El
Nuevo Herald, 7 de febrero de 2004.
París -- De nuevo este año hemos
asistido a una polémica política
alrededor de la XVIII entrega de los premios de
la Academia del Cine Español, que por el
momento han dejado de llamarse Goya, debido a
un litigio de derecho al nombre aún no
solucionado. El año pasado un buen número
de los artistas decidieron usar el espectáculo
para manifestar en contra de la guerra de Irak.
Algunas críticas se escucharon alto, argumentando
que era de oportunistas aprovecharse de la fiesta
del cine español y transformarla en tribuna
mensajera de mensajes políticamente correctos,
claro está, pues hasta ahí nadie
había secundado las manos blancas en protesta
contra el terrorismo de ETA. ¿Por qué?
Pues por terror, en una palabra.
Este año el enfrentamiento se venía
venir con la presencia del documental de Julio
Medem, La pelota vasca, que desde su primera proyección
en el Festival de San Sebastián, provocó
la ira de familiares de las víctimas del
terrorismo. El documental estaba nominado para
los premios de la Academia. Desde muy temprano
se dieron cita frente al teatro los familiares
de los asesinados, intentando entregar pegatinas
en contra de ETA, de paso insultaban. A mí
no me extraña que la gente insulte cuando
le han matado a un familiar y se hace un documental
poniendo en igualdad de condiciones a los victimarios
y a sus víctimas. Los artistas llegaron,
la mayoría muy puestos en su papel de artistas
comprometidos, con sus pegatinas diferentes en
donde incluso el logo ''No al terrorismo, sí
a la libertad de expresión'' es muy parecido
a un logo usado por los que protestaron ante el
cierre del periódico Egunkaria después
del juicio en que se revelaron sus coqueteos con
el aparato etarra.
Muy pocos tuvieron el coraje de enfrentarse a
ETA en el escenario. La gran dama de la noche,
actriz de honda y variada tesitura, una mujer
de un carisma exuberante, Cayetana Guillén
Cuervo, quien en compañía del actor
mexicano Diego Luna presentó la noche,
fue la primera en aparecer con un vestido blanco
y sorprendió cuando levantó sus
manos pintadas de blanco, en referencia directa
al rechazo del terrorismo de ETA, que ya se había
producido en gala anterior. Una gran actriz, sensual,
inteligente y valiente. Luego, aquéllos
que decidieron mostrarse objetivos y además
políticamente correctos nombraron una larga
lista de noes contra todo y por último
balbuceaban un no a ETA, no fueron numerosos.
Icíar Bollaín y dos o tres más.
Resaltaba en el pecho de Pilar Bardem una pegatina
muy justa,"Medem sí, ETA no''.
Lo curioso es que la libertad de expresión
tiene que ser para todos. En este caso se exige
para ir en contra de la protesta contra el documental
de Medem, pero sin embargo, ¿quiere esto
decir que las víctimas del terrorismo no
tienen derecho a la libertad de expresión?
Si a estas alturas se programa un documental equilibrado
entre las víctimas del fascismo y los nazis,
y entre los muertos de Franco y el franquismo,
o entre los muertos chilenos y Pinochet, puedo
imaginar que a nadie se le ocurriría defender
a sus realizadores y montarnos el rollo de la
libertad de expresión. Que es un derecho,
tal y como lo vemos.
Sin embargo, allí en el escenario se presentó
Jorge Perogurría, ¡con una pegatina
a favor de la libertad de expresión! Me
pregunto si se habrá detenido alguien un
minuto --él mismo-- a pensar en la libertad
de expresión de los 79 opositores presos
en Cuba, que son 79 y no 75, entre los que se
encuentran poetas, periodistas, escritores...
Pero lo que es peor y vergonzoso, la gran mayoría
de los que subieron al escenario y hablaron en
nombre de la libertad de expresión tal
parece que encuentran fenomenal que Castro encarcele
a los poetas, a los médicos, a una mujer
economista por el simple hecho precisamente de
expresar sus ideas. Como escribió Raúl
Rivero, "Yo no conspiro, yo escribo''.
Ninguno de ellos tuvo el coraje de ser políticamente
incorrecto y de mencionar un no a Castro y, sin
embargo, varios se acordaron de Cuba, dieron gracias
a Cuba. ¿A qué Cuba le dieron gracias?
A la Escuela Internacional del Cine, la finca
creada por Gabo y por Castro para invertir en
propaganda ideológica internacional.
En lo que sí estoy de acuerdo, desde luego,
es en el planteamiento de Luis María Ansón
en su editorial del periódico La Razón:
si Medem recibió el apoyo económico
del gobierno nacionalista vasco para la producción
de esta película, lo que debió haber
hecho la ministra de Cultura desde hace mucho
tiempo es haber ayudado a los cineastas vascos
que han tenido que huir de su país y que
no tienen los medios de hacer un cine donde cuentan
su verdad. El apoyo en ese sentido es más
que necesario, es urgente.
Sucede lo mismo con el cine del exilio cubano.
Para los festivales internacionales no existe
el cine del exilio, sólo existe el cine
oficial cubano, el que viene de la isla, el moralista
que da lecciones de buenas conductas frente al
régimen, o sea, donde se muestra al típico
militante que atiborra de discursos a una mariposa
en pleno vuelo hacia el exilio; o el del bailarín
clásico que por el día se transforma
en albañil, constructor de su casa, y termina
recibiendo un apartamento por parte del gobierno.
Silencios, el negocio del silencio. Todo se negocia,
hasta el interés de brincar de una orilla
a otra, de un festival a otro, y si es posible
acaparar premios de uno y de otro lado, porque
si en algo fallan también las instituciones
del exilio cubano es que demoran, tardan demasiado,
cuando no lo hacen nunca, en apoyar y reconocer
a sus artistas. No sé quién gana
al premiar a un bodrio fílmico de la isla
o aceptarlo en un festival, antes que a una película
audaz de León Ichaso, Mari Rodríguez
Ichaso, Orlando Jiménez Leal, Sergio Giral,
Ricardo Vega, Bill Teck. Para ciertos tontos inútiles
resulta excitante reconocer a los representantes
de la mediocridad más repugnante que pueda
existir en el arte, la del oportunismo. Sus protagonistas,
en una orilla se alimentan de castrocomunismo,
casi iba a decir onanismo ideológico, en
la otra se van de incógnito al Versailles
en Miami, con el afán de atragantarse de
lechón asado. Pero eso no es lo realmente
peligroso, incluso hasta da igual que confraternicen
en torno a un actor oscarizado con residencia
en Los Angeles, una raya de coca y un busto del
Che en bronce en La Habana, o en torno al compañero
de celda de Boitel, asesinado vilmente por la
tiranía, un chicharrón de puerco
del tamaño del puño leninista y
un buche de whisky en Miami. Eso está pasando
desde hace rato, y dado el monstruo que creó
la sinrazón castrista --nunca mejor citado
a Goya en su antítesis--, eso es lo que
nos espera: un oportunismo del tamaño del
sol, en lugar, o lo que es lo mismo, de la aspirina
marxista de la que hablaba el poeta salvadoreño
Roque Dalton.
Lo realmente peligroso es que se trata de enterrar
el dolor de la gente de a pie, y esto provoca
furia, una rabia concentrada, atrabancada, que
no permitirá o retrasará que un
día avancemos hacia la verdadera prosperidad
social y económica y las libertades civiles,
hacia la democracia. Algún día mucha
gente deberá quitarse la doble máscara,
y al menos yo les aconsejaría que tengan
el pudor de reflexionar sobre sus vidas. Porque
sobre el arte no creo que sean absolutamente capaces,
y esto será una pena. Como ha sido una
pena que junto al documental de Medem no se exhiban
otros con puntos de vista contrarios o complementarios.
Y que entre los nominados a mejor película
extranjera, junto a la de Fernando Pérez,
no existiera otra de algún autor cubano
exiliado, dado que la mayoría de los festivales
se vuelca en autores exiliados de Latinoamérica,
salvo con los que vienen de Cuba.
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