REPRESION
Cuando se irrita
a los dioses
LA HABANA, febrero (www.cubanet.org)
- Como se sabe, en Cuba el acceso a Internet pasa
por estrictas limitaciones y prohibiciones. Los
ciudadanos comunes no tienen autorización
para su uso, sólo los extranjeros y funcionarios
que puedan justificarlo. Pero también se
sabe que existen decenas de miles de usuarios
no autorizados que se conectan a la red. ¿Qué
ocurre cuando alguno de ellos es detectado?
Pedro poseía en su casa una computadora,
un modem y una conexión "pirata"
a Internet, con la cual se comunicaba con sus
familiares y amigos fuera de Cuba, y también
pagaba una mensualidad por esto a su proveedor,
el cual lo abastecía por 60 dólares
mensuales.
Pedro mantenía negocios de índole
más menos legal, relacionados con venta
de artículos de antigüedad a extranjeros,
pero posee una licencia y paga impuestos (en dólares),
por lo que su estatus social era ante todos en
la sociedad "pudiente", mas siempre
seguido bien de cerca por alguien (nunca se sabe
quién) que esperaba que cruzase la línea
de la ilegalidad para sorprenderlo.
Y así fue. Una fría madrugada de
invierno habanero oficiales del ministerio del
Interior (MININT) uniformados de verde irrumpieron
en su morada, alegando una orden de registro,
la cual no alcanzó nunca a leer. La ley
cubana establece que los registros deben realizarse
siempre entre las 6:00 de la mañana y las
10:00 de la noche, sólo entre estas horas
y acompañados de dos testigos, que quizás
estaban indispuestos y no consiguieron llegar
a la cita.
Los oficiales buscaban en principio el modem
que Pedro usaba para saltar al Ciberespacio, y
luego de tenerlo en su poder, preguntaron por
los papeles del ordenador (los cuales no existían
por haber sido comprado de modo ilegal) y también
cargaron con éste. Cuando salían
con el botín pasaron por la sala de la
casa, donde preguntaron por las propiedades del
televisor, video casetera y ese extraño
equipo que estaba entre ambos, al que Pedro les
dijo que era un ecualizador para mejorar el audio
de las películas (en verdad era un receptor
de DirecTV, pero los gubernativos nunca notaron
la diferencia, por suerte para el morador). Incluso
desconectaron el cable de la antena del receptor,
que quedó solitaria en el techo dentro
de un tanque de agua (vacío por su puesto)
el cual nunca fue examinado.
Al retirarse violentamente, los funcionarios
sólo entregaron a Pedro una citación
oficial, donde se le indicaba el día y
la hora que debía presentarse ante el cuerpo
de Seguridad del Estado para aclarar la situación.
El día de su entrevista no pudo ser atendido,
pues el oficial que atendía el caso no
se encontraba y se le ordenó esperar en
su casa a que fuese avisado. Mientras, Pedro sólo
se preguntaba dónde estaban todos esos
bienes que con tanto trabajo y esfuerzo había
adquirido.
Pedro jamás supo qué rumbo tomaron
aquellos aparatos que un día poseyó,
y ahora se limita a tener un pequeño televisor
por miedo a que le repitan otra vez la hazaña.
Pedro se considera una persona muy dichosa de
que todo haya terminado como sólo un amargo
susto. Es un hombre muy trabajador, que alcanzó
por su empeño cierto nivel de vida. Un
nivel de vida que irritó a los dioses.
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