OLA
REPRESIVA
Los derechos perdidos
de Normando
LA HABANA, febrero (www.cubanet.org)
- El periodista independiente Normando Hernández
González fue detenido el 18 de marzo de
2003 en su natal Vertientes, Camagüey junto
a otros 74 disidentes en toda la isla.
Días después, se le condenó
a 25 años por el delito de informar sobre
los problemas más incisivos que atañen
a la sociedad cubana.
Desde hace más de once meses, Normando
permanece en celda aislada, oscura, incomunicado
y en prisión de máximo rigor.
Hernández González cumplió
sus primeros meses en la prisión de Boniato
en Santiago de Cuba, donde estuvo siete meses
soportando todo tipo de vejaciones.
Hoy yace en otra cárcel, Kilo 5 1/2 Pinar
del Río, al extremo opuesto de la isla,
a casi setecientos kilómetros de su domicilio.
Trasferido a esa penitenciaria para impedir una
huelga a fines de agosto de 2003, junto a siete
compatriotas, presos por igual causa, que exigían
mejores tratos en un ambiente deplorable. Las
ratas e insectos abundan, el baño, es un
hueco rasante al piso con escaso acceso a agua
potable. Tiene también poco acceso a la
asistencia médica, y le dan alimentos descompuestos.
En la cárcel de Kilo 5 1/2 no le permiten
leer, escribir ni hacer llamadas telefónicas.
La comunicación con su familia es cero.
De Normando sólo se sabe a través
de cartas de amigos que allí se encuentran,
dijo su esposa, Yaraí Reyes Marín,
que no ha podido ver a Normando desde el 30 de
octubre.
Reyes Marín necesita una semana de viaje
para llegar a la cárcel donde se encuentra
su esposo. Tiene que tomar un tren Camaguey-Habana.
Luego otro, Habana-Pinar del Río, y finalmente
cualquier transporte que le acerque a unos kilómetros
de la penitenciaria. Y allí, esperar.
Pero no ira sola, la acompaña su hija
Daniela Hernández Reyes, de casi dos años,
y lleva un paquete de treinta libras de alimento
y aseo personal que corresponden a Normando.
El 26 de enero Yarai Reyes se personó
en la prisión pinareña. Las noticias
que trajo no eran buenas. Normando tiene quebrantada
su salud: inflamación del intestino delgado,
dolores de pecho y taquicardia. Algo peor, Normando
había sufrido una golpiza dada por el oficial
Beuni, Jefe de la Seguridad del Estado del penal.
Normando fue golpeado, como lo hicieron con Adolfo
Fernández Saín y Víctor Rolando
Arroyo, también prisioneros de conciencia,
por un desenfreno en los malos tratos que quiebran
el orden interior de prisiones cubanas y que pasan
al abultado libro de la indignación.
Es sin dudas la brutalidad que se dispara y es
difícil detenerla con el rasero de la lógica.
Comentó la señora Reyes que el
último día de su visita a Kilo 5
1/2, llegó a las 10 de la mañana
para pedir una explicación de los hechos
ocurridos a su esposo. Tres horas después,
la hicieron pasar a una oficina, rodeada por diez
policías de la prisión, entre ellos
el jefe médico del penal, quien negó
tener reportes del mal estado de salud de Normando.
Igual negación recibió del oficial
Beuni de haber golpeado a su cónyuge.
Ante tanto silencio oscuro e indiferencia Yarai
no cree en nada mientras no confirme con Normando
los rumores, que vienen de una fuente segura.
Y para distanciarla aún más de la
verdadera verdad le niegan verlo, aludiendo las
autoridades que "él no tiene derechos".
"Ustedes se quejan de que a las esposas
de los cinco espías cubanos presos en los
Estados Unidos les niegan la Visa (desde Cuba)
para ir a verlos. Sin embargo, yo no tengo que
pedir una Visa para ver a mi esposo en Pinar del
Río. Mi hija llora por ver a su padre y
ustedes no nos permiten verlo", les dijo
Yaraí.
Normando Hernández, de 34 años,
director del Colegio de Periodistas Independientes
de Camagüey y colaborador de CubaNet, es
muy querido por todos los que lo conocen. Activo,
buen padre y amante de su familia según
criterios generalizado de sus allegados. Normando,
como los otros periodistas encarcelados, lleva
el periodismo como una profesión y un sacerdocio.
Puede que sea difícil, pese a sus largas
condenas de hasta veintiocho años, hacerlos
abandonar la esencia de un sacrificio y un oficio
que une los prosélitos del bien y el decoro.
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