POLITICA
América Latina y
el dolor de Cuba (I)
LA HABANA, febrero (www.cubanet.org)
- La carta abierta que enviaron las esposas de
los periodistas y opositores encarcelados a los
presidentes de las Américas reunidos en
la cumbre extraordinaria recientemente celebrada
en Monterrey, México, es un grito de dolor
lanzado en medio de un desierto de indiferencia
e hipocresía política.
"Estamos convencidas de que ustedes no permanecerán
incólumes ante tanta injusticia y arbitrariedad
imperantes en Cuba", decía la misiva.
"La situación del pueblo cubano debería
interesar a los gobiernos latinoamericanos que
están más próximos a nosotros.
En nuestra Isla impera un régimen totalitario.
América Latina ha sido el continente más
dormido con Cuba. Esperamos que haya más
acción, más análisis y más
pronunciamientos por parte de los gobiernos latinoamericanos".
Eran reclamos y exhortaciones que hacían
nuestras valerosas mujeres.
Pero la reunión pasó sin que en
ella se levantaran las voces de nuestros vecinos,
como deber de elemental solidaridad hacia el único
pueblo del continente que durante casi medio siglo
viene soportando a la más terrible tiranía
que haya azotado al continente.
Justo es decir, sin ambages, que el drama cubano
sólo fue reflejado en las palabras del
presidente norteamericano George W. Bush, en su
llamado a "trabajar por una transición
rápida en Cuba", enfatizando que "las
dictaduras no tienen lugar en las Américas
y todos debemos trabajar por una transición
pacífica y rápida en Cuba",
para luego recalcar que "el espíritu
de libertad aún florece, incluso en los
rincones más oscuros de los círculos
de Castro".
Los gobernantes de América Latina, y hay
que decirlo sin tapujos, han sido históricamente
desleales con los esfuerzos de los cubanos en
sus luchas por la libertad y la democracia; sus
posturas han estado motivadas y condicionadas
por las situaciones coyunturales de cada momento
histórico, no por el deber y la sensibilidad
hacia la Isla vecina.
Tales situaciones propiciaron el reconocimiento
de algunos gobiernos a la República en
armas durante la gesta de 1868 a 1878, conocida
como Guerra Grande o de los Diez Años.
Ya en 1895 la experiencia histórica demostró,
durante nuestra lucha independentista, que de
los dirigentes de Latinoamérica no se podían
esperar posturas de apoyo hacia los esfuerzos
de los mambises contra el poder colonial.
Durante los más de tres años de
lucha tenaz por la independencia, cuando los mejores
hijos de la nación se batían en
una lucha tan heroica como desigual, los gobiernos
del continente negaban su apoyo a la gesta mambisa,
a pesar que de ellos sólo se solicitaban
acciones y procedimientos estrictamente diplomáticos,
como eran el reconocimiento de la beligerancia
de los cubanos y el ofrecimiento de una mediación
a España, para alcanzar por vías
pacíficas un arreglo que propiciara la
independencia de Cuba.
Tal actitud le hizo llegar a la conclusión
a uno de los más excelsos cubanos de todos
los tiempos, Manuel Sanguily (según nos
refiere el insigne historiador Emeterio S. Santonvenia
en la monumental obra Historia de la Nación
Cubana, pag. 386, tomo VI), de que "América
era para con Cuba traidora y desleal por cobarde
y egoísta".
Los gobiernos del continente, con la honrosa
excepción del ecuatoriano Eloy Alfaro,
se abstenían de solidarizarse con el pueblo
cubano, evitando cualquier acción aunque
fuese meramente diplomática, si tal postura
podía suscitar el encono o enfado de la
ex metrópoli.
El poderoso e influyente México, en aquellos
días regido por la mano férrea de
Porfirio Díaz, hacía caso omiso
a la petición de apoyo moral y diplomático
que por entonces le solicitaba al delegado del
Partido Revolucionario Cubano, Don Tomás
Estrada Palma, a través del discípulo
amado del Apóstol, Gonzalo de Quesada,
a quien se negó siquiera a recibir.
De aquellos hechos hay mucho que decir porque
de ello se ha dicho muy poco. Espero que algún
día se haga, con toda imparcialidad y valentía,
en aras de la verdad histórica. cnet/03
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