PRENSA INDEPENDIENTE
Febrero 2, 2004

SOCIEDAD
Nacer y morir el 28 de enero

LA HABANA, febrero (www.cubanet.org) - Nacer y morir son actos naturales de la vida. No es posible saber por qué nacemos en un determinado día y cuál será el momento destinado para nuestra partida. Los sucesos que van marcando la vida en crecimiento y la impronta que ella deje a su paso, serán las que determinen la importancia de estos dos momentos, el nacimiento y la muerte, en las efemérides de una nación o de la humanidad.

Dice Génesis que Dios tomó barro, le dio forma de hombre y con un soplo le dio vida. Eso significa Adán: nacido de la Tierra. Con el nacimiento de José Martí y Pérez, pudiera parecer que esta imagen bíblica se repitiera en la acción del Creador al formar con arcilla cubana la figura de un hombre cuya vida y obra se entrelaza profundamente, hasta casi fundirse, con la patria que le vio nacer. Pero aquel 28 de enero Doña Leonor y Don Mariano estaban ajenos de la tremenda misión destinada para aquella pequeña criatura.

Este 28 de enero, las calles respiraron un ambiente de celebración por aquel nacimiento del que nos separan poco más de siglo y medio. Las escuelas llevaron el mayor peso de la rememoración del acontecimiento nacional. Bandas de música, pioneros y estudiantes de secundaria con sus uniformes habituales, desfilaron por las calles habaneras con banderas cubanas y carteles de reafirmación revolucionaria. Otros años se han hecho procesiones de antorchas que culminan su desfile resplandeciente en el área del Parque Central. No me agrada esta marcha nocturna de antorchas. El Apóstol, hijo de la luz, prefería la claridad diáfana y radiante del sol.

No está mal la algarabía y los actos para rendirle justo honor a quien tanto lo merece. Pero como nación nos queda mucha altura por escalar para llegar al nivel que él nos preparó. Quedan por superar barreras de odio dejadas muy atrás por el Maestro y aprender de su perdón, más cercano al de Cristo que al de los hombres, y que nos definió en su regalo de la Rosa Blanca para amigos y para enemigos. Cuanta falta nos hacen ese civilismo y esa humanidad de Martí.

Por esas coincidencias, que nadie sabe por qué ocurren, mientras muchos cubanos recordaban el nacimiento del más grande compatriota, con las primeras luces de esta mañana cerraba los ojos definitivamente a la vida un cubano bueno. En Miami el Padre Santana, como se le conocía por tantos cubanos, partía hacia esa misteriosa vida que continúa más allá de la muerte. ¿Un regalo de Dios para un hombre que amó a su patria infinitamente desde el exilio? No todos piensan que era buen patriota. Las autoridades cubanas lo rechazaron entre otras cosas por su participación activa como consejero en los campamentos de jóvenes cubanos durante la operación Pedro Pan.

En cuarenta y dos años de destierro, nunca pudo visitar el suelo natal. Siempre aparecen las razones ideológicas trazando pautas y poniendo etiquetas clasificadoras en dos colores, carentes de matices. Pero muchos sienten la muerte de este sacerdote que tuvo el oído presto a tantas peticiones que le enviaban desde la querida Isla. No podía resolverlas todas, pero las que solucionaba iban al destinatario desconocido sin más condición que el goce de saber remediar una necesidad.

¿Qué paralelos podemos encontrar entre estos dos hombres? Seres humanos ambos, los hombres les pedimos sean dioses sin perdonarles la equivocación, exigiéndoles una santidad anti natural. Sufrieron el exilio, la hostilidad de quienes desde una visión estrecha no les querían, y las acusaciones de traición y deslealtad por la intolerancia de sus respectivas sociedades. La Madre Patria no podía perdonar a Martí por querer emanciparse de su tutela asfixiante. Al reaccionario sacerdote no se le podía perdonar su posición contraria al futuro socialista.

Dos amantes del perdón y la reconciliación. Martí, capaz de dirigir una carta en forma de versos al cubano anexionista, dolido de haber sido ofendido por el orador ilustre. Este se disculpa con la más bella de las razones: ser cubanos es un hecho que reduce cualquier diferencia de otro tipo y él nunca podría ofender a un compatriota. Santana, incapaz de alzar su voz para condenar a aquéllos que no le perdonan ni siquiera en esta situación.

Finalmente, muertos los dos sin haber visto materializada la unidad y la aceptación entre todos los cubanos, sin importar cómo piensen.

En entrevista concedida por el Padre Santana a la revista Vitral, de Pinar del Río, nos dejó algunas imágenes que hablan del sentir de aquel cienfueguero nacido un 15 de mayo de 1941. Su vocación era ser puente de comunión. A pesar de salir de Cuba de manera definitiva, aseguraba que Cuba nunca salió de él. Hombre sin ego, afirmaba que Cristo lo era todo en su persona. No consideraba la existencia de dos Cubas, ni de dos pueblos y dos iglesias. Para él estábamos integrados según la concepción martiana del todo donde todos cabemos.

Enfermo grave de cáncer y en plena conciencia del desenlace, no perdió nunca la fe de que lograría una pronta sanación por intercesión de las oraciones. Tenía fe igualmente en esas oraciones y en la acción de Félix Varela en favor de la sanación de Cuba. Encontró analogía entre el mal que devora a muchos cubanos como ciudadanos y la enfermedad que atacaba su cuerpo, cáncer que destruye, inmoviliza, desespera, aplasta y acaba con todos los proyectos e ilusiones. Sólo con la aceptación, el amor, la tolerancia y el perdón pueden ser vencidas la soberbia, la prepotencia, las envidias y complejos de estas almas afectadas por la enfermedad.

Con la misma devoción en que confiaba en su pronta sanación, creía en la curación de la Patria cubana por el poder del Espíritu Santo. Aparentemente la muerte venció esa convicción esperanzadora. Y es que sólo se puede resucitar después de morir. Como humanos y como nación tenemos que fenecer a todo lo negativo para nacer a una vida renovada.

Santana está seguramente sanado en la vida espiritual junto al Creador, y Cuba será sanada en la resurrección del alma martiana que late en cada rincón de nuestra Patria, de nuestras gentes donde quiera que estén, en la alegría irreverente de esos niños y jóvenes, en los encarcelados y carceleros, en los que desde las trincheras de las diferencias se gritan el odio.

¿Qué mensaje nos quiere dar el Señor de la Historia al enlazar la fecha de la muerte y el nacimiento de dos cubanos insignes? El amor de Martí y la bondad del Padre Santana unidos en la fecha en que nacimiento y muerte marcan sus vidas respectivas, quizás sea un signo esperanzador para el cercano futuro de Cuba. cnet/43



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