SOCIEDAD
Nacer y morir el
28 de enero
LA HABANA, febrero (www.cubanet.org)
- Nacer y morir son actos naturales de la vida.
No es posible saber por qué nacemos en
un determinado día y cuál será
el momento destinado para nuestra partida. Los
sucesos que van marcando la vida en crecimiento
y la impronta que ella deje a su paso, serán
las que determinen la importancia de estos dos
momentos, el nacimiento y la muerte, en las efemérides
de una nación o de la humanidad.
Dice Génesis que Dios tomó barro,
le dio forma de hombre y con un soplo le dio vida.
Eso significa Adán: nacido de la Tierra.
Con el nacimiento de José Martí
y Pérez, pudiera parecer que esta imagen
bíblica se repitiera en la acción
del Creador al formar con arcilla cubana la figura
de un hombre cuya vida y obra se entrelaza profundamente,
hasta casi fundirse, con la patria que le vio
nacer. Pero aquel 28 de enero Doña Leonor
y Don Mariano estaban ajenos de la tremenda misión
destinada para aquella pequeña criatura.
Este 28 de enero, las calles respiraron un ambiente
de celebración por aquel nacimiento del
que nos separan poco más de siglo y medio.
Las escuelas llevaron el mayor peso de la rememoración
del acontecimiento nacional. Bandas de música,
pioneros y estudiantes de secundaria con sus uniformes
habituales, desfilaron por las calles habaneras
con banderas cubanas y carteles de reafirmación
revolucionaria. Otros años se han hecho
procesiones de antorchas que culminan su desfile
resplandeciente en el área del Parque Central.
No me agrada esta marcha nocturna de antorchas.
El Apóstol, hijo de la luz, prefería
la claridad diáfana y radiante del sol.
No está mal la algarabía y los
actos para rendirle justo honor a quien tanto
lo merece. Pero como nación nos queda mucha
altura por escalar para llegar al nivel que él
nos preparó. Quedan por superar barreras
de odio dejadas muy atrás por el Maestro
y aprender de su perdón, más cercano
al de Cristo que al de los hombres, y que nos
definió en su regalo de la Rosa Blanca
para amigos y para enemigos. Cuanta falta nos
hacen ese civilismo y esa humanidad de Martí.
Por esas coincidencias, que nadie sabe por qué
ocurren, mientras muchos cubanos recordaban el
nacimiento del más grande compatriota,
con las primeras luces de esta mañana cerraba
los ojos definitivamente a la vida un cubano bueno.
En Miami el Padre Santana, como se le conocía
por tantos cubanos, partía hacia esa misteriosa
vida que continúa más allá
de la muerte. ¿Un regalo de Dios para un
hombre que amó a su patria infinitamente
desde el exilio? No todos piensan que era buen
patriota. Las autoridades cubanas lo rechazaron
entre otras cosas por su participación
activa como consejero en los campamentos de jóvenes
cubanos durante la operación Pedro Pan.
En cuarenta y dos años de destierro, nunca
pudo visitar el suelo natal. Siempre aparecen
las razones ideológicas trazando pautas
y poniendo etiquetas clasificadoras en dos colores,
carentes de matices. Pero muchos sienten la muerte
de este sacerdote que tuvo el oído presto
a tantas peticiones que le enviaban desde la querida
Isla. No podía resolverlas todas, pero
las que solucionaba iban al destinatario desconocido
sin más condición que el goce de
saber remediar una necesidad.
¿Qué paralelos podemos encontrar
entre estos dos hombres? Seres humanos ambos,
los hombres les pedimos sean dioses sin perdonarles
la equivocación, exigiéndoles una
santidad anti natural. Sufrieron el exilio, la
hostilidad de quienes desde una visión
estrecha no les querían, y las acusaciones
de traición y deslealtad por la intolerancia
de sus respectivas sociedades. La Madre Patria
no podía perdonar a Martí por querer
emanciparse de su tutela asfixiante. Al reaccionario
sacerdote no se le podía perdonar su posición
contraria al futuro socialista.
Dos amantes del perdón y la reconciliación.
Martí, capaz de dirigir una carta en forma
de versos al cubano anexionista, dolido de haber
sido ofendido por el orador ilustre. Este se disculpa
con la más bella de las razones: ser cubanos
es un hecho que reduce cualquier diferencia de
otro tipo y él nunca podría ofender
a un compatriota. Santana, incapaz de alzar su
voz para condenar a aquéllos que no le
perdonan ni siquiera en esta situación.
Finalmente, muertos los dos sin haber visto materializada
la unidad y la aceptación entre todos los
cubanos, sin importar cómo piensen.
En entrevista concedida por el Padre Santana
a la revista Vitral, de Pinar del Río,
nos dejó algunas imágenes que hablan
del sentir de aquel cienfueguero nacido un 15
de mayo de 1941. Su vocación era ser puente
de comunión. A pesar de salir de Cuba de
manera definitiva, aseguraba que Cuba nunca salió
de él. Hombre sin ego, afirmaba que Cristo
lo era todo en su persona. No consideraba la existencia
de dos Cubas, ni de dos pueblos y dos iglesias.
Para él estábamos integrados según
la concepción martiana del todo donde todos
cabemos.
Enfermo grave de cáncer y en plena conciencia
del desenlace, no perdió nunca la fe de
que lograría una pronta sanación
por intercesión de las oraciones. Tenía
fe igualmente en esas oraciones y en la acción
de Félix Varela en favor de la sanación
de Cuba. Encontró analogía entre
el mal que devora a muchos cubanos como ciudadanos
y la enfermedad que atacaba su cuerpo, cáncer
que destruye, inmoviliza, desespera, aplasta y
acaba con todos los proyectos e ilusiones. Sólo
con la aceptación, el amor, la tolerancia
y el perdón pueden ser vencidas la soberbia,
la prepotencia, las envidias y complejos de estas
almas afectadas por la enfermedad.
Con la misma devoción en que confiaba
en su pronta sanación, creía en
la curación de la Patria cubana por el
poder del Espíritu Santo. Aparentemente
la muerte venció esa convicción
esperanzadora. Y es que sólo se puede resucitar
después de morir. Como humanos y como nación
tenemos que fenecer a todo lo negativo para nacer
a una vida renovada.
Santana está seguramente sanado en la
vida espiritual junto al Creador, y Cuba será
sanada en la resurrección del alma martiana
que late en cada rincón de nuestra Patria,
de nuestras gentes donde quiera que estén,
en la alegría irreverente de esos niños
y jóvenes, en los encarcelados y carceleros,
en los que desde las trincheras de las diferencias
se gritan el odio.
¿Qué mensaje nos quiere dar el
Señor de la Historia al enlazar la fecha
de la muerte y el nacimiento de dos cubanos insignes?
El amor de Martí y la bondad del Padre
Santana unidos en la fecha en que nacimiento y
muerte marcan sus vidas respectivas, quizás
sea un signo esperanzador para el cercano futuro
de Cuba. cnet/43
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