Inventando un enemigo
Juan Antonio Muller. El
Universal, Venezuela, 29 de diciembre de 2004.
LAS MANIOBRAS MILITARES realizadas en Cuba, se
enmarcan dentro de la estrategia propagandística,
propia de los regímenes totalitarios, de
estar continuamente inventando un enemigo dispuesto
a invadir el suelo patrio, para explotar sentimientos
nacionalistas.
El régimen castrista ha sabido, a lo largo
de sus 46 años de permanencia en el poder
utilizar con habilidad los mitos de la agresión
proveniente de Estados Unidos: llámese
embargo económico o invasión militar.
Sin embargo, como siempre ocurre, la realidad,
destruye los mitos. En más de cuatro décadas
de tiranía, ni un solo infante de marina
norteamericano ha desembarcado en la isla y después
de la crisis de los cohetes en 1962, Castro estuvo
protegido por ambas potencias militares, enfrentadas
en otras regiones, como Vietnam, Afganistán
y Angola. Nadie dude de esta afirmación,
observen las intervenciones ocurridas en el hemisferio
desde entonces: República Dominicana, Chile,
Nicaragua, Granada o Panamá, mientras que
al tiranuelo cubano, autor y director detrás
de la puesta en escena, ni con el pétalo
de una rosa.
Lo mismo ocurre con el mito del embargo económico.
Año tras año el castrismo lleva
el tema a las asambleas generales de las NNUU
y obtiene una condena mayoritaria. La realidad
es que la Cuba castrista comercia con la mayoría
de los países del mundo incluyendo a EEUU
y si no ha sido más exitosa en sus planes,
es porque el gobierno está quebrado y es
mala paga. Si no, que nos pregunten a los venezolanos,
pues la factura petrolera, por los sesenta mil
barriles diarios que le suministramos, desde hace
ya tres años, sobrepasa los mil quinientos
millones de dólares sin posibilidad alguna
que la isla cumpla con sus obligaciones de pago.
Debemos concluir, que las razones detrás
del espectáculo militar, llamado pomposamente
bastión 2004, son otras, muy diferentes,
a las publicitadas. En medio del descrédito
internacional provocado por la innoble persecución
a disidentes pacíficos y del desmoronamiento
interno, que ni el período especial ni
la batalla de las ideas han impedido, surge el
difícil problema de la sucesión,
una vez desaparecido el máximo líder,
lo que obliga a sus herederos a distraer al pueblo
con el desgastado estribillo, del enemigo extranjero.
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