PRENSA INTERNACIONAL
Diciembre 20, 2004
 

Cuba, la historia secreta

La puja entre Bielsa y Taiana que desató otra crisis en el Gobierno

El vicecanciller le habría dicho a Kirchner que Bielsa y su jefe de asesores fueron los responsables del conflicto con Cuba por el caso de la médica. Después, el Presidente ordenó el relevo de ese funcionario.

Oscar Raúl Cardoso. ocardoso@clarin.com. Clarín Digital, Argentina, 18 de diciembre de 2004.

Novatadas diplomáticas, iracundia telefónica, ausencias difíciles de explicar y el eco de la palabra "traición", son algunos de los elementos comunes a la "política-ficción", que se mezclan aquí en el reciente desaguisado bilateral entre Buenos Aires y La Habana por la médica cubana Hilda Molina y de su madre Hilda Carmen Morejón. El corolario indeseado del episodio es una crisis en la estructura de decisión política de la Cancillería que presupone, entre otras cosas, un duro enfrentamiento entre el canciller Rafael Bielsa y su segundo en la jerarquía, el secretario de Relaciones Exteriores, Jorge Taiana.

La historia del problema es larga y, en los últimos tres días, se volvió más compleja, pero una de sus facetas -reveladora- despeja lo de la ausencia. Taiana, vicecanciller, estaba hasta ayer recluido en una clínica de Puígari, Entre Ríos, quizá más preocupado por su peso que por los momentos más críticos de un conflicto político en el que tuvo una participación decisiva. No es esto lo único que alimentó el disgusto de su jefe, el canciller.

Conviene también despejar otras incógnitas con las que se especuló. Las horas del jueves pasado que la doctora Molina y su madre pasaron como "huéspedes" en la Embajada Argentina en La Habana fueron el producto de una autorización telefónica explícita de Bielsa, hecha desde Alemania, luego de que fallara una gestión de uno de los miembros de la misión enviado a tranquilizarlas. Ambas estaban desoladas por la negativa de Fidel Castro al pedido, cursado por el presidente Néstor Kirchner en una carta personal, para que las mujeres pudiesen viajar a Buenos Aires y reunirse con el hijo de Hilda -el médico Roberto Quiñones Molina-, también con su mujer y con los dos nietos y bisnietos argentinos de las cubanas. Esta es, sin duda, la dimensión humanitaria de un caso que lleva una década en gestación, pero no es la única.

En la noche del martes pasado -día en que llegó la respuesta de Castro-, y poco antes de dejar Washington con destino a Europa, Bielsa fue notificado por Quiñones de que su madre estaba en un estado "incontenible".

Que no había podido disuadirla de recurrir a la Embajada Argentina a pedir "una ratificación de la negativa de Castro" o, quizá, de realizar alguna forma de protesta, lo que hacía temer al hijo por la seguridad de madre y abuela. Las protestas contra el régimen y aun el refugio en una legación extranjera están penados por la ley cubana.

Bielsa ordenó entonces que un diplomático argentino en La Habana realizara una gestión de "contención". Ya con el canciller arribado a Alemania, el funcionario le comunicó el fracaso de su gestión. La doctora Molina ofreció dos alternativas indeseables: atarse con cadenas a las rejas de la sede si no las dejaban ingresar o iniciar de inmediato una huelga de hambre. Quizás ambas.

Fue entonces que Bielsa autorizó el ingreso de las mujeres, aclarando que debían disuadirlas de pedir "asilo". La intención de la doctora Molina -aseveró ella- nunca fue ésa, pero igual es difícil explicar un viaje hasta la extraterritorialidad que supone una representación extranjera, en las condiciones que lo hizo Molina, si la posibilidad de asilo no está abierta. Esa era la idea del infierno más temido.

Eran las siete de la mañana en Buenos Aires y Bielsa ensayó una comunicación telefónica con Kirchner, sin suerte, para informarle la situación. En ese mismo momento decidió enviar a Cuba al embajador argentino en Honduras, Alfredo Forti, obligándolo a rehacer la ruta de un viaje en curso desde Miami hacia Guatemala y de allí a La Habana.

Forti es un embajador político con buenos contactos en el gobierno cubano que, además, tiene una esposa de esa nacionalidad. Aun antes de arribar a la capital cubana, Forti llamó a Bielsa para decirle que ya tenía seguridades de ser recibido por el vicecanciller de Castro.

Pero la noticia había ganado la calle. Kirchner se reunió con Taiana, quien habría echado toda la responsabilidad por el episodio en Bielsa y en su jefe de Gabinete, Eduardo Valdés.

Aquí es donde se empieza a introducir en el relato el irritante vocablo "traición". Taiana habría recordado que, aun como funcionario de la Comisión de Derechos Humanos de la OEA, había estado en contra de presionar a La Habana en el caso Molina.

Esto es algo que le reprochó ayer Quiñones a Taiana en declaraciones públicas. El caso Molina no es el de los disidentes anticastristas clásicos. Basta leer la glosa de la carta que en febrero pasado el doctor Quiñones le envió a Castro para comprender las diferencias.

Después de reunirse con Kirchner, Taiana habló con Bielsa. Comentó los problemas de la cumbre de Ouro Preto y la decisión del apoyo argentino a la candidatura del chileno José Miguel Insulza a la OEA pero, significativamente, omitió toda referencia a su reunión con el Presidente.

A las 11 hora argentina del miércoles, Bielsa recibió una llamada de Kirchner cuya dureza, por los reproches presidenciales al ministro y a Valdés, lo hizo palidecer. Kirchner citó a Taiana como fuente de sus argumentos.

Para peor, el embajador argentino en Cuba, Raúl Taleb, quien se hallaba en Buenos Aires, llamó a La Habana e invocando la autoridad de Kirchner ordenó sacar a las mujeres de la legación.

Taleb es un curioso político-diplomático que alguna vez lamentó que su misión tuviera sede "tan lejos" de Entre Ríos, su provincia de origen, y conocido por la costumbre de rascarse el paladar con el pie a la hora de hacer declaraciones. Luego se excusaría con Bielsa, cuando éste le notificó que había anulado su orden y le reprochó haber transgredido la cadena de mando natural.

Taiana fue también ubicado por teléfono, ya camino de Puígari, y aunque no desmintió su reunión con Kirchner ni lo dicho en ella no pudo explicar la razón por la cual no había informado al canciller. La flecha estaba rota y se agrega a una nómina de quejas que entre los políticos de la Cancillería existe contra el vicecanciller. La ex secretaria de Derechos Humanos, Alicia Oliveira, no esconde que su reciente renuncia se debió a actitudes acumulativas de Taiana.

Otra conversación incómoda de Bielsa ese día fue con su par cubano Felipe Pérez Roque con quien intercambiaron reproches, aunque éste ratificó las garantías para la doctora Molina y su madre cuando dejaran la hospitalidad argentina. Pérez Roque, quien se había comprometido a resolver el entuerto, llevaba dos meses sin atender los llamados del canciller argentino.

Los cubanos han jugado en esto intentando dividir aguas entre Kirchner y Bielsa, asegurando que éste -y Valdés- eran los promotores exclusivos de la demanda. Respuesta a esto, dicen fuentes creíbles, fue que Kirchner arriesgara la carta personal a Fidel Castro. Y aquí está el nudo gordiano del problema: al Presidente no lo hace feliz haber quedado expuesto como autor de una iniciativa fallida. España logró hace poco la libertad de disidentes cubanos. ¿Fue ingenuo pensar que la Argentina tendría la misma capacidad de presión que España? Sí, y por ello algún diplomático está pronto a pagar.

Pero también el Presidente (él mismo un abogado) olvidó la primera regla de cualquier litigante: no hacer preguntas cuya respuesta no conozca de antemano.

Copyright 1996-2004 Clarín.

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