Cuba, la historia secreta
La puja entre Bielsa y Taiana
que desató otra crisis en el Gobierno
El vicecanciller le habría
dicho a Kirchner que Bielsa y su jefe de asesores
fueron los responsables del conflicto con Cuba
por el caso de la médica. Después,
el Presidente ordenó el relevo de ese funcionario.
Oscar Raúl Cardoso. ocardoso@clarin.com.
Clarín
Digital, Argentina, 18 de diciembre de 2004.
Novatadas diplomáticas, iracundia telefónica,
ausencias difíciles de explicar y el eco
de la palabra "traición", son
algunos de los elementos comunes a la "política-ficción",
que se mezclan aquí en el reciente desaguisado
bilateral entre Buenos Aires y La Habana por la
médica cubana Hilda Molina y de su madre
Hilda Carmen Morejón. El corolario indeseado
del episodio es una crisis en la estructura de
decisión política de la Cancillería
que presupone, entre otras cosas, un duro enfrentamiento
entre el canciller Rafael Bielsa y su segundo
en la jerarquía, el secretario de Relaciones
Exteriores, Jorge Taiana.
La historia del problema es larga y, en los últimos
tres días, se volvió más
compleja, pero una de sus facetas -reveladora-
despeja lo de la ausencia. Taiana, vicecanciller,
estaba hasta ayer recluido en una clínica
de Puígari, Entre Ríos, quizá
más preocupado por su peso que por los
momentos más críticos de un conflicto
político en el que tuvo una participación
decisiva. No es esto lo único que alimentó
el disgusto de su jefe, el canciller.
Conviene también despejar otras incógnitas
con las que se especuló. Las horas del
jueves pasado que la doctora Molina y su madre
pasaron como "huéspedes" en la
Embajada Argentina en La Habana fueron el producto
de una autorización telefónica explícita
de Bielsa, hecha desde Alemania, luego de que
fallara una gestión de uno de los miembros
de la misión enviado a tranquilizarlas.
Ambas estaban desoladas por la negativa de Fidel
Castro al pedido, cursado por el presidente Néstor
Kirchner en una carta personal, para que las mujeres
pudiesen viajar a Buenos Aires y reunirse con
el hijo de Hilda -el médico Roberto Quiñones
Molina-, también con su mujer y con los
dos nietos y bisnietos argentinos de las cubanas.
Esta es, sin duda, la dimensión humanitaria
de un caso que lleva una década en gestación,
pero no es la única.
En la noche del martes pasado -día en
que llegó la respuesta de Castro-, y poco
antes de dejar Washington con destino a Europa,
Bielsa fue notificado por Quiñones de que
su madre estaba en un estado "incontenible".
Que no había podido disuadirla de recurrir
a la Embajada Argentina a pedir "una ratificación
de la negativa de Castro" o, quizá,
de realizar alguna forma de protesta, lo que hacía
temer al hijo por la seguridad de madre y abuela.
Las protestas contra el régimen y aun el
refugio en una legación extranjera están
penados por la ley cubana.
Bielsa ordenó entonces que un diplomático
argentino en La Habana realizara una gestión
de "contención". Ya con el canciller
arribado a Alemania, el funcionario le comunicó
el fracaso de su gestión. La doctora Molina
ofreció dos alternativas indeseables: atarse
con cadenas a las rejas de la sede si no las dejaban
ingresar o iniciar de inmediato una huelga de
hambre. Quizás ambas.
Fue entonces que Bielsa autorizó el ingreso
de las mujeres, aclarando que debían disuadirlas
de pedir "asilo". La intención
de la doctora Molina -aseveró ella- nunca
fue ésa, pero igual es difícil explicar
un viaje hasta la extraterritorialidad que supone
una representación extranjera, en las condiciones
que lo hizo Molina, si la posibilidad de asilo
no está abierta. Esa era la idea del infierno
más temido.
Eran las siete de la mañana en Buenos
Aires y Bielsa ensayó una comunicación
telefónica con Kirchner, sin suerte, para
informarle la situación. En ese mismo momento
decidió enviar a Cuba al embajador argentino
en Honduras, Alfredo Forti, obligándolo
a rehacer la ruta de un viaje en curso desde Miami
hacia Guatemala y de allí a La Habana.
Forti es un embajador político con buenos
contactos en el gobierno cubano que, además,
tiene una esposa de esa nacionalidad. Aun antes
de arribar a la capital cubana, Forti llamó
a Bielsa para decirle que ya tenía seguridades
de ser recibido por el vicecanciller de Castro.
Pero la noticia había ganado la calle.
Kirchner se reunió con Taiana, quien habría
echado toda la responsabilidad por el episodio
en Bielsa y en su jefe de Gabinete, Eduardo Valdés.
Aquí es donde se empieza a introducir
en el relato el irritante vocablo "traición".
Taiana habría recordado que, aun como funcionario
de la Comisión de Derechos Humanos de la
OEA, había estado en contra de presionar
a La Habana en el caso Molina.
Esto es algo que le reprochó ayer Quiñones
a Taiana en declaraciones públicas. El
caso Molina no es el de los disidentes anticastristas
clásicos. Basta leer la glosa de la carta
que en febrero pasado el doctor Quiñones
le envió a Castro para comprender las diferencias.
Después de reunirse con Kirchner, Taiana
habló con Bielsa. Comentó los problemas
de la cumbre de Ouro Preto y la decisión
del apoyo argentino a la candidatura del chileno
José Miguel Insulza a la OEA pero, significativamente,
omitió toda referencia a su reunión
con el Presidente.
A las 11 hora argentina del miércoles,
Bielsa recibió una llamada de Kirchner
cuya dureza, por los reproches presidenciales
al ministro y a Valdés, lo hizo palidecer.
Kirchner citó a Taiana como fuente de sus
argumentos.
Para peor, el embajador argentino en Cuba, Raúl
Taleb, quien se hallaba en Buenos Aires, llamó
a La Habana e invocando la autoridad de Kirchner
ordenó sacar a las mujeres de la legación.
Taleb es un curioso político-diplomático
que alguna vez lamentó que su misión
tuviera sede "tan lejos" de Entre Ríos,
su provincia de origen, y conocido por la costumbre
de rascarse el paladar con el pie a la hora de
hacer declaraciones. Luego se excusaría
con Bielsa, cuando éste le notificó
que había anulado su orden y le reprochó
haber transgredido la cadena de mando natural.
Taiana fue también ubicado por teléfono,
ya camino de Puígari, y aunque no desmintió
su reunión con Kirchner ni lo dicho en
ella no pudo explicar la razón por la cual
no había informado al canciller. La flecha
estaba rota y se agrega a una nómina de
quejas que entre los políticos de la Cancillería
existe contra el vicecanciller. La ex secretaria
de Derechos Humanos, Alicia Oliveira, no esconde
que su reciente renuncia se debió a actitudes
acumulativas de Taiana.
Otra conversación incómoda de Bielsa
ese día fue con su par cubano Felipe Pérez
Roque con quien intercambiaron reproches, aunque
éste ratificó las garantías
para la doctora Molina y su madre cuando dejaran
la hospitalidad argentina. Pérez Roque,
quien se había comprometido a resolver
el entuerto, llevaba dos meses sin atender los
llamados del canciller argentino.
Los cubanos han jugado en esto intentando dividir
aguas entre Kirchner y Bielsa, asegurando que
éste -y Valdés- eran los promotores
exclusivos de la demanda. Respuesta a esto, dicen
fuentes creíbles, fue que Kirchner arriesgara
la carta personal a Fidel Castro. Y aquí
está el nudo gordiano del problema: al
Presidente no lo hace feliz haber quedado expuesto
como autor de una iniciativa fallida. España
logró hace poco la libertad de disidentes
cubanos. ¿Fue ingenuo pensar que la Argentina
tendría la misma capacidad de presión
que España? Sí, y por ello algún
diplomático está pronto a pagar.
Pero también el Presidente (él
mismo un abogado) olvidó la primera regla
de cualquier litigante: no hacer preguntas cuya
respuesta no conozca de antemano.
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Clarín.
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