PRENSA INTERNACIONAL
Diciembre 20, 2004
 

El mito de la educación y la salud en Cuba

Jorge Salazar-Carrillo, El Nuevo Herald, 18 de diciembre de 2004.

Dentro del mar de felicidad que inunda al paraíso comunista cubano, el colmo lo constituyen los logros educacionales y de salubridad. Desde Colin Powell a personalidades de centro y hasta derecha que critican duramente todos los otros aspectos del régimen castrista, dan por sentado sus logros en estas esferas. Examinemos qué se ha conseguido en 45 años de comunismo desde la atalaya retrospectiva, reconocida en todas las publicaciones internacionales, de que Cuba encabezaba las estadísticas de salud y educación en Latinoamérica hacia finales de la década de 1950. Para ello utilizaremos el informe sobre desarrollo humano que acaba de publicar el Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo, a pesar de que las estadísticas incluidas provienen inadulteradas de la desinformación que caracteriza al castrocomunismo, que públicamente acaba de reconocer el presidente de su banco central.

Comenzando por las expectativas de vida, los cubanos están dentro del rango establecido por las naciones más destacadas del cono sur y la América Central. Pero cuando buscamos el per cápita en los gastos de salud, ajustados por niveles de precios diferentes entre países, encontramos una cifra para Cuba de $229 al año, la mitad de la de las naciones anteriormente nombradas, y entre las más bajas de América Latina. ¿Cómo se contabiliza lo anterior con la segunda tasa más alta de médicos por habitante en el mundo? Porque los galenos cubanos son un producto de exportación del gobierno.

Pero también es sorprendente conocer que se usa el material vegetal combustible (como leña y carbón) para los reclamos energéticos (e.g. cocinar) por arriba del promedio de Latinoamérica y el Caribe, con los efectos insalubres que ello implica. La otra carta de la baraja es que los kilovatios de electricidad generados, divididos por habitantes, la sitúan en la media inferior de los países latinoamericanos.

Vayamos ahora a la educación. Cuba está entre los líderes en Latinoamérica y el Caribe en la tasa de alfabetización. Pero pasemos a la educación en general, la cual es, de primera y pata, extremadamente vergonzosa, dado el trabajo gratuito que hacen los estudiantes en el campo, desde los 10 años y en forma forzosa. Por ello Cuba no ha firmado el Convenio 182 de la Organización Internacional del Trabajo que prohíbe los peores abusos en la ocupación de los menores de edad. La otra sorpresa es que a pesar del número de médicos graduados, el porcentaje de gastos cubanos en el nivel superior, sobre el total para la educación, es sólo del 17.1 por ciento (igual al de Paraguay), colocándose en la media inferior de este indicador dentro de América Latina. Estos son los educandos que aseguran la productividad del futuro en cualquier sociedad. Pero hay más. El porvenir es tecnológico. ¡Imagínense que Cuba tiene solamente 51 líneas telefónicas, 2 teléfonos celulares y 10.7 suscritos a la internet por cada 1,000 habitantes! Los promedios para América Latina y el Caribe son varios múltiplos de estos guarismos. Por otro lado, a pesar de los grandes recursos dedicados a la investigación, el doble de personas que en la mayoría del conjunto de los países recién citados, los cubanos están bien por debajo del promedio de las patentes obtenidas en estas naciones.

Y lo peor del caso es que el futuro ya llegó a Cuba. La productividad de su fuerza de trabajo tiene que rendir ahora, porque la isla cuenta con casi el doble de personas de 65 años en adelante que el promedio latinoamericano y caribeño y esa relación empeorará para el 2015. En adelante todo seguirá color de hormiga, ya que los cubanos menores de 15 años son el 33 por ciento menos (y el por ciento se amplía para el 2015) que la media para América Latina y el Caribe. Nada, que dadas las condiciones las cubanas no quieren dar a luz (tasa de fertilidad de 1.6, cuando se necesitan 2.3), lo que es evidente por un ritmo de crecimiento poblacional de 0.2 por ciento, el más bajo en América Latina y sexta parte del promedio que incluye a los países caribeños. ¡Y ésta es la proyección del 2002 al 2015!

¡Y éstas son las cifras reportadas por Cuba! A pesar de sus obligaciones, las mismas instituciones internacionales muchas veces no reportan los datos cubanos o no los incluyen en los promedios. Por ejemplo, cuando la publicación en cuestión informa sobre las tendencias en el índice de desarrollo humano, desde 1975 al 2002, la isla aparece con sólo un dato: el del último año.

No debería sorprendernos. El informe al final reporta sobre el estado de los países en el cumplimiento de las convenciones internacionales sobre derechos humanos y ahí comprobamos que Cuba no es signatario de la de derechos civiles y políticos, como tampoco de la de derechos económicos, sociales y culturales. No en balde Cuba dista mucho de la posición cimera que, en los indicadores de salud y educación, había logrado algo más de 45 años atrás.

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