El mito de la educación
y la salud en Cuba
Jorge Salazar-Carrillo, El
Nuevo Herald, 18 de diciembre de 2004.
Dentro del mar de felicidad que inunda al paraíso
comunista cubano, el colmo lo constituyen los
logros educacionales y de salubridad. Desde Colin
Powell a personalidades de centro y hasta derecha
que critican duramente todos los otros aspectos
del régimen castrista, dan por sentado
sus logros en estas esferas. Examinemos qué
se ha conseguido en 45 años de comunismo
desde la atalaya retrospectiva, reconocida en
todas las publicaciones internacionales, de que
Cuba encabezaba las estadísticas de salud
y educación en Latinoamérica hacia
finales de la década de 1950. Para ello
utilizaremos el informe sobre desarrollo humano
que acaba de publicar el Programa de Naciones
Unidas para el Desarrollo, a pesar de que las
estadísticas incluidas provienen inadulteradas
de la desinformación que caracteriza al
castrocomunismo, que públicamente acaba
de reconocer el presidente de su banco central.
Comenzando por las expectativas de vida, los
cubanos están dentro del rango establecido
por las naciones más destacadas del cono
sur y la América Central. Pero cuando buscamos
el per cápita en los gastos de salud, ajustados
por niveles de precios diferentes entre países,
encontramos una cifra para Cuba de $229 al año,
la mitad de la de las naciones anteriormente nombradas,
y entre las más bajas de América
Latina. ¿Cómo se contabiliza lo
anterior con la segunda tasa más alta de
médicos por habitante en el mundo? Porque
los galenos cubanos son un producto de exportación
del gobierno.
Pero también es sorprendente conocer que
se usa el material vegetal combustible (como leña
y carbón) para los reclamos energéticos
(e.g. cocinar) por arriba del promedio de Latinoamérica
y el Caribe, con los efectos insalubres que ello
implica. La otra carta de la baraja es que los
kilovatios de electricidad generados, divididos
por habitantes, la sitúan en la media inferior
de los países latinoamericanos.
Vayamos ahora a la educación. Cuba está
entre los líderes en Latinoamérica
y el Caribe en la tasa de alfabetización.
Pero pasemos a la educación en general,
la cual es, de primera y pata, extremadamente
vergonzosa, dado el trabajo gratuito que hacen
los estudiantes en el campo, desde los 10 años
y en forma forzosa. Por ello Cuba no ha firmado
el Convenio 182 de la Organización Internacional
del Trabajo que prohíbe los peores abusos
en la ocupación de los menores de edad.
La otra sorpresa es que a pesar del número
de médicos graduados, el porcentaje de
gastos cubanos en el nivel superior, sobre el
total para la educación, es sólo
del 17.1 por ciento (igual al de Paraguay), colocándose
en la media inferior de este indicador dentro
de América Latina. Estos son los educandos
que aseguran la productividad del futuro en cualquier
sociedad. Pero hay más. El porvenir es
tecnológico. ¡Imagínense que
Cuba tiene solamente 51 líneas telefónicas,
2 teléfonos celulares y 10.7 suscritos
a la internet por cada 1,000 habitantes! Los promedios
para América Latina y el Caribe son varios
múltiplos de estos guarismos. Por otro
lado, a pesar de los grandes recursos dedicados
a la investigación, el doble de personas
que en la mayoría del conjunto de los países
recién citados, los cubanos están
bien por debajo del promedio de las patentes obtenidas
en estas naciones.
Y lo peor del caso es que el futuro ya llegó
a Cuba. La productividad de su fuerza de trabajo
tiene que rendir ahora, porque la isla cuenta
con casi el doble de personas de 65 años
en adelante que el promedio latinoamericano y
caribeño y esa relación empeorará
para el 2015. En adelante todo seguirá
color de hormiga, ya que los cubanos menores de
15 años son el 33 por ciento menos (y el
por ciento se amplía para el 2015) que
la media para América Latina y el Caribe.
Nada, que dadas las condiciones las cubanas no
quieren dar a luz (tasa de fertilidad de 1.6,
cuando se necesitan 2.3), lo que es evidente por
un ritmo de crecimiento poblacional de 0.2 por
ciento, el más bajo en América Latina
y sexta parte del promedio que incluye a los países
caribeños. ¡Y ésta es la proyección
del 2002 al 2015!
¡Y éstas son las cifras reportadas
por Cuba! A pesar de sus obligaciones, las mismas
instituciones internacionales muchas veces no
reportan los datos cubanos o no los incluyen en
los promedios. Por ejemplo, cuando la publicación
en cuestión informa sobre las tendencias
en el índice de desarrollo humano, desde
1975 al 2002, la isla aparece con sólo
un dato: el del último año.
No debería sorprendernos. El informe al
final reporta sobre el estado de los países
en el cumplimiento de las convenciones internacionales
sobre derechos humanos y ahí comprobamos
que Cuba no es signatario de la de derechos civiles
y políticos, como tampoco de la de derechos
económicos, sociales y culturales. No en
balde Cuba dista mucho de la posición cimera
que, en los indicadores de salud y educación,
había logrado algo más de 45 años
atrás.
|