Raúl Rivero: "Hay que aprender
a olvidar y vivir sin odio"
El periodista Raúl
Rivero relata su experiencia de vida en una cárcel
cubana.
Erika Lüters Gamboa, El
Mercurio, Chile, 16 de diciembre de 2004.
En la cárcel se hizo de varios amigos.
Conoció sus historias y sus dramas. Pero
Raúl Rivero nunca pudo ver sus caras. El
poeta y periodista se comunicaba a gritos desde
su celda de aislamiento donde estuvo un año.
Disidente al régimen cubano, fue internado
en la prisión de alta seguridad de Canaleta,
en la provincia de Ciego de Ávila, en marzo
de 2003, acusado de "trabajar para una potencia
extranjera".
Liberado hace 16 días, Rivero relata a
"El Mercurio" desde La Habana su vida
en la prisión. "Fue una experiencia
muy amarga y triste pero, lo digo con pena, salí
con un poco más de sabiduría y serenidad
para examinar todas las cosas. Allí aprendí
a justificar de alguna manera a las personas que
actúan con temor porque yo también
lo he tenido y lo tengo."
El período más duro fue el que
transcurrió encerrado en una celda de castigo,
un cuarto muy pequeño, con un camastro,
un hoyo como servicio sanitario y una cañería
por la que durante 15 minutos diarios escurría
agua para lavarse. "Como ésta a veces
salpicaba de más, entonces aprovechaba
para limpiar mi celda", relata este periodista
independiente quien además tiene el cargo
de vicepresidente para Cuba de la Comisión
de Libertad de Prensa de la Sociedad Interamericana
de Prensa (SIP).
La alimentación, de muy baja calidad,
lo hizo perder muchos kilos y también enfermar
de bronconeumonía y neuritis intercostal.
"Las dos horas diarias que tomábamos
sol nos llevaban esposados a otra celda, con la
única diferencia que ésa tenía
rejas en el techo. Era como una jaula", recuerda.
¿Cómo hace un ser humano para soportar
el aislamiento? En el caso de Rivero, repasando
los hechos más alegres de los 57 años
que tenía al momento de ser arrestado.
"Me pasó una cosa muy curiosa. Mi
infancia estaba muy presente y también
los recuerdos de mi abuelo, de mis padres y de
mis tíos muertos. Era una cosa como un
poco espiritista. Yo soy católico, pero
tenía una vinculación muy grande,
a veces excesiva, con todas esas personas muy
queridas para mi", explica.
También sintió esa presencia durante
el juicio. "Yo tenía miedo a tener
miedo. Quería tener valor para decir lo
que realmente pensaba y lo que realmente pienso
y decirlo de una manera coherente, y también
en el juicio me sentí acompañado
de ellos".
A su familia, su esposa Blanca Reyes y sus dos
hijas, las pudo ver dos horas cada tres meses
y por eso llevar la cuenta del tiempo le era esencial.
"Yo oía a eso de las 4 de la madrugada
que pasaba un tren, los presos viejos me decían,
es el tren de La Habana. Como ahí se cocina
con leña, cuando sentía los movimientos
de los leñadores, entonces sabía
que eran las cinco de la mañana".
Poesía tras las rejas
Tras un tiempo, pudo conseguir papel y lápiz.
Gracias a ello, en enero próximo publicará
en España un cuaderno de poemas titulado
"Corazón sin furia".
Ese título refleja el ánimo que
embarga a Rivero, el único de los 75 disidentes
presos que no pertenece a un partido político.
"Yo no he hecho oposición directamente,
yo lo que he hecho es periodismo fuera de la burocracia
del control del partido. Y lo pienso seguir haciendo",
manifiesta.
"Me doy cuenta que para solucionar los problemas
del periodismo y todo el proceso democrático
en Cuba uno tiene que aprender a olvidar y vivir
sin odio. Y eso no significa que yo tenga amnesia",
apunta.
Como buen poeta, Rivero resume su ánimo
tras la liberación con una rima: "Salgo
sin odio, sólo con un pequeño reconcomio".
© El Mercurio
S.A.P
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