Las ilusiones perdidas
Sergio Muñoz Bata, El
Nuevo Herald, 15 de diciembre de 2004.
Desde que Fidel Castro tomó el poder en
Cuba hace más de cuatro décadas,
una curiosa y nutrida legión de gobernantes
de otros países se han creído capaces
de obligarlo a que cambie su estilo personal de
gobernar por las buenas o por las malas.
De Dwight D. Eisenhower a George W. Bush, diez
presidentes estadounidenses han intentado ablandar
a Castro aplicándole políticas de
línea dura que van desde la sanción
económica hasta el intento de asesinato.
Todos han fracasado.
En abierta oposición a las políticas
y a las leyes norteamericanas contra Cuba, varios
líderes de países europeos, Canadá
y América Latina han intentado cambiarlo
a través de la llamada política
del ''compromiso constructivo'' con los mismos
resultados que los estadounidenses. Un fracaso
total.
Este año, el recién electo jefe
del gobierno español José Luis Rodríguez
Zapatero, sin hacerse mayores ilusiones, ha planteado
una política hacia la isla del Caribe que
brilla por su sencillez y por su sensatez. Zapatero
quiere tratar a Cuba de la misma manera que España
trata a China o a Vietnam, a Estados Unidos o
a México. Sin pretender que un gobernante
español tiene atribuciones que le permiten
exigir a los gobernantes de esos países
que modifiquen sus conductas.
Más allá del evidente deseo de
distanciarse de las políticas de su antecesor
José María Aznar, ante figuras como
George W. Bush o Fidel Castro, para mí
es muy claro que Zapatero tenía que plantearse
cómo recomponer la relación con
uno de los dos países iberoamericanos cuya
arquitectura física y humana mejor replican
el espíritu ibérico.
Durante la Cumbre Iberoamericana de 1991, celebrada
en Guadalajara, México, el jefe de gobierno
español Felipe González y los presidentes
de México y Colombia, Carlos Salinas y
César Gaviria, le ofrecieron a Fidel Castro
mediar frente a Estados Unidos, a condición
de que en Cuba se implementaran modestas reformas
económicas. La Unión Europea amplía
el acuerdo de cooperación económica
unos años después a cambio de concesiones
en derechos humanos. El panorama de distensión
y cooperación europea cambia en 1996, cuando
la fuerza aérea cubana derriba dos avionetas
de una asociación anticastrista de Miami
y mata a cuatro personas.
Cuando Aznar llega al poder, la relación
con Cuba llega a uno de sus peores momentos y
contagia la relación de la isla con la
Unión Europea. La injustificable encarcelación
de 75 periodistas, economistas y activistas políticos
cubanos en marzo tensa aún más la
relación con Europa. La política
de compromiso y cooperación se desvanece
y en su lugar la Unión Europea responde
con sanciones que no por infantiles dejan de ser
consideradas como actos hostiles. Castro responde
terminando todo contacto entre el gobierno de
Cuba y las embajadas europeas.
Este es el escenario que Zapatero enfrenta y
que ahora intenta revertir restableciendo relaciones
diplomáticas con la isla. Para mí
está muy claro que Zapatero no intentará
sugerirle a Castro que cambie su manera dictatorial
de gobernar porque no se hace ilusiones de que
a sus 78 años de edad Castro va a cambiar.
Zapatero seguirá abogando por excarcelar
a personas que nunca debieron haber sido encarceladas
y continuará los contactos con los diversos
actores cubanos, tanto con la disidencia como
con los funcionarios cubanos. Es decir seguirá
tendiendo puentes hacia el futuro de Cuba.
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