El
poeta Raúl Rivero: "Lo más grave de Cuba es la
pobreza moral"
Milagros López de Guereño.
La Habana. Especial. Clarín,
Argentina, 4 de diciembre de 2004.
Raúl Rivero, el "poeta maldito"
cubano, escritor, periodista y símbolo
de la disidencia, habla con una velocidad tremenda
mientras se acompaña del suave movimiento
de una mecedora blanca. Está aprovechando
el poco tiempo que los periodistas le dejamos
libre para ponerse al corriente en la lectura
de cartas y mensajes recibidos en sus 20 meses
de prisión. Recién liberado, da
la impresión de que no quiere complicaciones,
sólo trabajar como lo hacía antes
de su arresto junto a otros 75 disidentes; antes
de su condena a 20 años de cárcel.
-Lo liberan con una "licencia indefinida"
por salud, aunque su enfisema y las piedras en
el riñón no son tan graves. ¿Es
una libertad definitiva?
-Legalmente no lo es. Pero no se me dijo cómo
debía ser mi conducta fuera de la cárcel.
Me estoy comportando como me dicta el corazón.
Me preguntan si se me sugirió irme de Cuba,
pero realmente ha sido lo contrario. Que yo podía
hacer mi vida normal aquí, como otros cubanos
que entran y salen. Como un escritor. Quisiera
sí salir y volver, porque hace 15 o 16
años que no me dejan salir de Cuba. Tengo
una nieta que no conozco y hace diez años
que no veo a mi hija.
-¿Influyó en su liberación
la gestión de España?
-Sí, ya dije que estaré eternamente
agradecido, también con José María
Aznar porque cuando nos detuvieron a todos Europa
tomó medidas duras. Sin aquello hoy no
hubiera habido nada que negociar. Eso ha permitido
que ahora José Luis Rodríguez Zapatero
pueda tomar posiciones más mesuradas.
-¿Piensa salir definitivamente del país?
-Lo estoy estudiando. Estoy viendo qué
va a pasar. Tengo una leve inclinación
a que en algún momento me voy a tener que
ir. Quiero seguir escribiendo. Hacer un artículo
que usted me pida y yo le doy mi opinión
honesta y firmándola en el país
donde nací. Sin limitaciones.
-¿Teme no poder trabajar a su gusto?
-Exactamente. O que me dejen y después
esos textos puedan servir para volver a la cárcel.
-¿Cómo se define: disidente u opositor?
-Yo soy un escritor. Un periodista cubano que
vive aquí y que quisiera poder trabajar
normalmente en su país. Estrictamente en
español, sí lo soy, porque yo disiento
de muchas cosas, de mi familia y de mis amigos.
El hecho de que una persona no sea comunista no
quiere decir que sea anticubano, viva donde viva.
-¿Cómo fueron sus condiciones de
vida en la cárcel?
-El primer año estuve incomunicado, fueron
once meses en una celda de castigo. Hablábamos
entre los presos, pero no nos veíamos.
Me sacaban una hora al día a un soleador
individual, custodiado y esposado. Al final, ya
podía ver TV, leer el periódico,
incluso tener una biblioteca. Yo prestaba libros
a otros reclusos.
-¿Qué lección le deja la
prisión?
-Una gran amargura. Son dos años de mi
vida. Ahora tengo idea de lo que vale un año
en la vida de una persona. Nunca antes había
estado en prisión. Fueron muchos sufrimientos,
también para la familia, para mi madre
que tiene 85 años, para mi mujer. Pero
como escritor y periodista fue una experiencia
insustituible y enriquecedora. Conozco ahora mejor
a los cubanos. Para un escritor es una experiencia
que no le deseo a nadie, pero que aprovecharé
en mi trabajo.
-¿Cómo esta la disidencia?
-Tengo poca información, pero creo que
la razia contra nosotros golpeó a la disidencia.
Fue como un freno repentino, una llamada de atención.
Casi no he hablado con nadie.
-¿El exilio de Miami es una alternativa
para Cuba?
-Hay que tener siempre en cuenta al exilio porque
es una parte de la población cubana, son
cubanos; me parece una torpeza negar eso, aunque
se les ponga la etiqueta de cubano-americanos
o hispano-cubanos, o lo que sea.
-¿Qué cree del trabajo de su esposa
y las otras de la organización Damas de
Blanco?
-Yo estaba preocupado por ella, por represalias
contra ella o las demás mujeres. Yo le
pedía que no politizara esa posición,
que se mantuviera con que era la esposa de un
hombre que está preso. De todas formas,
estando uno preso lo más importante es
saber que alguien está acordándose
de ti porque la prisión es una especie
de muerte provisional: estás encerrado
y sabes que la vida pasa pero tu no estás
muerto, estas fuera de la vida.
-¿Pudo escribir en prisión?
-Escribí de todo, pero sólo podía
sacar poemas de amor. Conservé todos los
escritos. Nunca traté de sacarlos.
-¿Seguirá escribiendo como siempre,
sin autocensura?
-El paso por la prisión tampoco me va
a limitar a decir lo que yo creo. Ni voy a empezar
a elogiar cosas en las que no creo.
-¿De qué va a vivir?
-Hasta ahora yo siempre he vivido de los artículos,
ahí están las facturas. Si yo gano
100 dólares por un artículo que
me pagan en el Herald ahora mismo, y llevo ocho
años haciendo eso, y hago cuatro al mes.
-¿Qué opina sobre las últimas
restricciones de Washington contra la isla?
-Siempre el gobierno convierte a EE.UU. en el
culpable de la situación complejísima
de pobreza que hay aquí. Dicen aquí
que Bush define el nivel de la familiaridad a
la gente. Pero eso empezó aquí.
Cuando estaba prohibido escribir a los familiares
del exterior. Yo no soy bobo ni soy extranjero,
vivo aquí hace 59 años. Hace años
a la persona que vivía en Cuba y le escribía
a una tía vieja de Miami, era considerado
un enemigo del gobierno. Y no se puede hablar
de una emigración normal porque a ningún
mexicano que se va a EE.UU. le confiscan la casa
y le impiden que vuelva a México.
-Pero las medidas de Bush perjudican económicamente
a las personas.
-Eso es muy molesto, pero lo más grave
no son los problemas materiales o las carencias.
Lo más grave es la pobreza moral. Uno puede
reconstruir una calle, pero no puede reconstruir
un sentimiento. Y las mismas personas a las cuales
nos prohibieron tratar y escribir ahora obligatoriamente
hay que amarlas porque son los que envían
40 dólares al mes. La gente se indigna
por no poder recibir dinero, pero habría
que indignarse por no tener un trabajo decente
que le permita a uno vivir decentemente, sin robar,
sin estafar y sin engañar para mantener
tu familia.
-¿Se atreve a predecir el futuro de Cuba?
-No, pero puedo decir lo que creo que grandes
sectores de la población quieren. Que se
abran las puertas, que haya un pensamiento plural,
se respete la soberanía individual, que
la gente tenga una alternativa decente de trabajar.
También decidir qué tipo de educación
le doy a mi hija.
-¿Qué premios que ha recibido agradece
más, como poeta o activista?
-Como poeta, sin dudarlo.
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