PRENSA INDEPENDIENTE
Abril 1, 2004

OLA REPRESIVA
¡Qué días aquéllos!

SANTA CLARA, abril (www.cubanet.org) - El golpe estaba dado. Cerca de ocho docenas de opositores, disidentes, periodistas independientes, sindicalistas, bibliotecarios, al margen, pero tolerados por la ley, estaban tras las rejas después que entre los días 18 al 21 de marzo fueron allanadas sus viviendas y confiscadas sus pertenencias en operativos policiales jamás presenciados por la presente generación de cubanos debido a la duración de los mismos, la técnica empleada y la cantidad de efectivos policiales que los llevaron a cabo desarrollaron.

Todos esperábamos que los arrestos continuaran. Cada vez que alguien tocaba mi puerta, me corría una sensación de miedo por todo el cuerpo. Allí debían de estar ellos, los represores, en la búsqueda de otro más. Los primeros días fueron aún más difíciles. La mayoría tomamos medidas preventivas para evitar la confiscación de bibliografías, equipos y documentos importantes.

Los amigos nos avisábamos con toda prisa de los nuevos arrestos que desde el 20 de marzo fueron más selectos. Cada vez que escuchaba por la radio a Fara Armenteros o a Pablo Polanco reportando las nuevas detenciones, y luego las peticiones fiscales, se me erizaba toda la fisonomía de norte a sur. "Me quité el sombrero" varias veces ante la actitud valiente asumida por estos periodistas, porque en medio de la ola represiva se mantuvieron allí al lado de los teléfonos para informar al mundo lo que sucedía en Cuba. Honor a quien honor merece. Otros también lo hicieron, pero fueron ellos los principales protagonistas de la información radial en los momentos más difíciles del movimiento pro democracia en los últimos años.

El día 18 de marzo a las 5 de la tarde, como era costumbre, estaba sentado en un pupitre recibiendo las clases de idioma inglés, pero cuando apenas había comenzado la clase fui llamado a la puerta, donde estaba mi esposa nerviosa hablando desordenadamente. Una llamada telefónica de Léster, quien avisado por otro colega de lo que sucedía en su casa, fue quien la puso sobreaviso. El había realizado otras llamadas y conocía que Librado había sido detenido en Camajuaní. Corriendo llegué a casa y recogí todo lo que podría incriminarme, dispersándolo por toda la ciudad. La visita a la casa de Omar Ruiz fue infructuosa, y le dejé un mensaje con su esposa. Ya Radio Martí en el noticiero de la tarde informaba de los primeros arrestos. Más tarde Omar vino a casa para obtener más detalles de lo que sucedía. Esa noche él tenía boleto de tren con destino a la capital. Le pido que sea cuidadoso. Llamo a Fernando a Camajuaní, quien me cuenta todo lo que le habían decomisado en el registro y que aún en casa de Librado la cosa continuaba. Visito a Omar una vez más. Lo veo por última vez en la puerta de su casa para darle las malas nuevas y reiterarle sobre las precauciones. El fue detenido en casa de su hijo en La Habana dos días después.

En Villa Clara el golpe del primer día fue demoledor. Seis disidentes habían quedado tras las rejas en operativos similares. Estratégicamente habían descabezado a grupos opositores en Caibarién con la detención de Margarito Broche Espinosa, presidente de la Asociación Nacional de Balseros Paz Democracia y Libertad; en el temido municipio de Manicaragua arrestaron al presidente del Movimiento de Derechos Humanos Escambray, Arturo Pérez de Alejo; en Camajuaní el golpe había sido certero contra el Movimiento Cubano Reflexión, al apresar a su secretario general, Librado Ricardo Linares García. En Placetas, Omar Pernet Hernández, presidente del Movimiento de Derechos Humanos "Mario Manuel de la Peña"; en Corralillo, el presidente del Frente Democrático Independiente (FDI), Antonio Augusto Villareal Acosta, disidente que aglutinaba a cientos de simpatizantes y opositores en la parte noroeste de la provincia. En Santa Clara, la capital provincial, arrestaron a un joven de apenas 26 años que esgrimía como arma de lucha la no violencia, pero en la calles, lo que muchos llaman desobediencia civil: Léster González Pentón representante de Plantados.

Al grupo se uniría en las tenebrosas celdas de Departamento de Seguridad del Estado Provincial, el periodista independiente del Grupo DECORO Omar Moisés Ruiz Hernández. El calor de las celdas en etapa primaveral, el ambiente corroído por la pestilencia de las celdas, el hacinamiento de los detenidos junto a los miembros de la anterior ola represiva denominada Operación Coraza, desatada contra los acusados de comercializar drogas, la escasez de agua, interrogatorios amenazantes, prolongados y sucesivos, celdas de castigo, torturas psíquicas, golpizas, fueron algunos de los elementos que se mezclaban en la primera etapa del encierro.

Las primeras visitas familiares se produjeron a los siete días durante apenas unos minutos y en presencia de los instructores. Familiares y amigos nos concentramos frente al recinto de la policía política para saber de ellos. A los pocos días presentan las peticiones fiscales a los acusados y a familiares. Estos buscan afanosamente en los bufetes colectivos a los letrados que asumirían las defensas, pues a dos le pedían 25 años de privación de libertad y a los cinco restantes 20. El juicio sumario se acercaba y había que actuar con rapidez, pero los abogados casi no tuvieron tiempo de prepararse, algunos incluso no fueron autorizados a ejercer la defensa. La licenciada Adelma Mesa se encontraba en una reunión nacional, la que fue suspendida por los procesos sumarísimos que se avecinaban. Ella asumió valientemente la defensa de varios de ellos. Los opositores más antiguos en estos menesteres la conocían por las brillantes defensas a los "Ayunantes de la Calle San Miguel" producida en los finales de los años 90.

La radio traía las noticias de las peticiones fiscales con cifras astronómicas a los detenidos en todo el país, aunque doce de ellas no mencionaban cifras, sino una frase: Cadena Perpetua. La mayoría de los detenidos vivían en la capital de la República, la lista tenía representantes de todo el país con excepción de la provincia de Cienfuegos, para sumar 78 en total, aunque serían juzgados y sentenciados bajo los auspicios de la Ley 88, 75 de ellos, 28 periodistas independientes y el resto disidentes, bibliotecarios, opositores, sindicalistas.

La mayoría de los juicios se celebrarían el jueves 3 y el viernes 4 de abril, aunque algunos en la capital -y no sé si en alguna otra provincia- se celebraron el lunes 7. Desde el día 2 en la mañana efectivos policiales tomaron el Palacio de Justicia Provincial, sede de la Sala de los Delitos Contra la Seguridad del Estado, mientras técnicos instalaban dos cámaras giratorias controladas desde un centro de operaciones, una en la parte frontal y otra en la parte trasera del edificio. Dentro de las salas había cámaras dispuestas para tomar las memorias.

El jueves celebran el juicio a Villareal y a Pérez de Alejo. Fue bastante corto, aunque pudieron hablar y alegar y los abogados también defendieron a sus representados. Teatro, puro teatro, sin pruebas convincentes el fiscal mantenía la pena señalada, 20 años de cárcel para cada uno. Las familias cuentan lo ocurrido dentro de la sala, donde lograron entrar, la mayoría de los asientos ocupados por miembros de la Asociación Combatientes de la Revolución y militantes del PCC. Los acusados habían sido traídos en carros patrulleros para penetrar en el edificio por la parte posterior, ante la mirada de sus amigos de ideas que al menos pudieron saludarles de lejos, debido a la presión de efectivos de la policía política, que allanaron los alrededores apoyados por carros de la policía y efectivos de las tropas especiales.

El viernes 4 sería la vista oral más importante, no sólo porque se juzgaban a cinco de los detenidos, sino porque en el grupo se encontraba Librado, líder del movimiento oposicionista del territorio y verdadero ejemplo para sus compañeros de causa. El modus operandi de los represores se mantenía igual al día anterior. Cuando arribaron los encarcelados, no faltaron los saludos a distancia como ocurrió el día anterior. Ellos, esposados, apenas pudieron responder. A la sala sólo permiten entrar a los familiares más allegados, quienes después hicieron pública las interioridades del juicio. Apareció una delatora que había sido miembro del Colegio de Pedagogos, nombrada Taimir de la Paz Armengol, para atestiguar contra Léster, aunque tanto ella como los otros testigos, todos fueron intranscendentales en sus declaraciones. El juicio había comenzado con el alegato de Linares García, quien en sus palabras sentenció las necesidades del pueblo, la pérdida de valores, del abuso de poder de las autoridades, así como lo conveniente de la instauración de la democracia en el país, entre otras denuncias frente a las cámaras de la televisión. Acusado por un alto oficial de la policía política de ser el ideológico de la oposición del centro del país, el juez tuvo que mandarlo a callar para que sólo contestara las preguntas que le hacían. Pernet Hernández habló de transición y no sucesión.

A Margarito la furia del régimen no le podía permitir que invitase a funcionarios de la oficina consular americana en La Habana entre ellos a James C. Cason, para que comprobaran "in situ" a través de 25 testimonios de balseros repatriados por el guardacosta americano, las violaciones fragantes los acuerdos migratorios por la parte cubana.

Después de ocho horas el juicio quedaba concluso para sentencia. Aunque una vez más sin pruebas definitorias el fiscal mantenía las mismas peticiones: 25 años para Pernet y Broche Espinosa y 20 para el resto. A los pocos días los abogados de la defensa recibían las notificaciones del tribunal, sin variaciones en las condenas solicitadas, excepto a Ruiz Hernández, sancionado a 18 años de cárcel y Villareal Acosta, a 15.

Un buen amigo después de analizar detenidamente los procesos judiciales hasta el final, sentenció que la farsa en los mismos era evidente, calificándolas de teatro bufo, pero desarrollado sin caretas, donde se mintió a diestra y siniestra con la cara destapada.

Inútilmente se emplearon recursos para apelar ante el Tribunal Supremo. La respuesta de esta instancia de la jurisprudencia no se comprometió con nadie para desestimar los recursos de casación presentados por los querellantes. Aunque los 75 disidentes sancionados acumulen un total de 1,454 años de presidio político, para un promedio de 20, los siete villaclareños procesados acumularon 143 años de cárcel en las ergástulas cubanas, encontrándose recluidos en siete provincias diferentes: Pinar del Río, La Habana, Ciudad Habana, Camagüey, Granma, Santiago de Cuba y Guantánamo.

Fue un duro golpe para la oposición cubana, incluso algunos han llamado a esta ola represiva, La Primavera Negra de Cuba, y cuando toda la atención estaba concentrada en el comienzo de la guerra en Irak, anunciada desde hacía meses. Yo pienso que más que un duro golpe, fue un golpe bajo contra la disidencia pacífica cubana, para enrolarla de una u otra forma con la Oficina de Intereses de EUA en Ciudad Habana y su representante, el Sr. Cason, aunque conozco casos que jamás pusieron sus pies en esa dependencia y que no conocían siquiera las facciones del rostro de su máximo representante; sin embargo fueron procesados y juzgados por ese delito.

Este zarpazo además de ejemplarizante, intentó demostrar lo que es capaz el totalitarismo arraigado en utopías idílicas sobre un sistema obsoleto, que nadie quiere y que el cubano aborrece. Cierto, inicialmente la gente se cohibió, porque las amenazas e intimidaciones continuaron, pero después se fueron incorporando poco a poco a las actividades, inspirados en las heroicas posiciones de las esposas y madres, quienes levantan su voz para denunciar lo arbitrario, lo injusto y violatorio. Hoy somos más y existe más conciencia en el mundo del caso cubano. Donde había uno ahora está el padre, el hijo, la madre, la esposa, hermanos y amigos. Fueron días difíciles aquellos, no se sabe cómo serán los próximos, pero lo de que sí estoy seguro, es que fue un craso error de la nomenclatura al sancionar por ideas a los 75 luchadores prodemocracia. cnet/46



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