OLA
REPRESIVA
¡Qué días aquéllos!
SANTA CLARA, abril (www.cubanet.org)
- El golpe estaba dado. Cerca de ocho docenas
de opositores, disidentes, periodistas independientes,
sindicalistas, bibliotecarios, al margen, pero
tolerados por la ley, estaban tras las rejas después
que entre los días 18 al 21 de marzo fueron
allanadas sus viviendas y confiscadas sus pertenencias
en operativos policiales jamás presenciados
por la presente generación de cubanos debido
a la duración de los mismos, la técnica
empleada y la cantidad de efectivos policiales
que los llevaron a cabo desarrollaron.
Todos esperábamos que los arrestos continuaran.
Cada vez que alguien tocaba mi puerta, me corría
una sensación de miedo por todo el cuerpo.
Allí debían de estar ellos, los
represores, en la búsqueda de otro más.
Los primeros días fueron aún más
difíciles. La mayoría tomamos medidas
preventivas para evitar la confiscación
de bibliografías, equipos y documentos
importantes.
Los amigos nos avisábamos con toda prisa
de los nuevos arrestos que desde el 20 de marzo
fueron más selectos. Cada vez que escuchaba
por la radio a Fara Armenteros o a Pablo Polanco
reportando las nuevas detenciones, y luego las
peticiones fiscales, se me erizaba toda la fisonomía
de norte a sur. "Me quité el sombrero"
varias veces ante la actitud valiente asumida
por estos periodistas, porque en medio de la ola
represiva se mantuvieron allí al lado de
los teléfonos para informar al mundo lo
que sucedía en Cuba. Honor a quien honor
merece. Otros también lo hicieron, pero
fueron ellos los principales protagonistas de
la información radial en los momentos más
difíciles del movimiento pro democracia
en los últimos años.
El día 18 de marzo a las 5 de la tarde,
como era costumbre, estaba sentado en un pupitre
recibiendo las clases de idioma inglés,
pero cuando apenas había comenzado la clase
fui llamado a la puerta, donde estaba mi esposa
nerviosa hablando desordenadamente. Una llamada
telefónica de Léster, quien avisado
por otro colega de lo que sucedía en su
casa, fue quien la puso sobreaviso. El había
realizado otras llamadas y conocía que
Librado había sido detenido en Camajuaní.
Corriendo llegué a casa y recogí
todo lo que podría incriminarme, dispersándolo
por toda la ciudad. La visita a la casa de Omar
Ruiz fue infructuosa, y le dejé un mensaje
con su esposa. Ya Radio Martí en el noticiero
de la tarde informaba de los primeros arrestos.
Más tarde Omar vino a casa para obtener
más detalles de lo que sucedía.
Esa noche él tenía boleto de tren
con destino a la capital. Le pido que sea cuidadoso.
Llamo a Fernando a Camajuaní, quien me
cuenta todo lo que le habían decomisado
en el registro y que aún en casa de Librado
la cosa continuaba. Visito a Omar una vez más.
Lo veo por última vez en la puerta de su
casa para darle las malas nuevas y reiterarle
sobre las precauciones. El fue detenido en casa
de su hijo en La Habana dos días después.
En Villa Clara el golpe del primer día
fue demoledor. Seis disidentes habían quedado
tras las rejas en operativos similares. Estratégicamente
habían descabezado a grupos opositores
en Caibarién con la detención de
Margarito Broche Espinosa, presidente de la Asociación
Nacional de Balseros Paz Democracia y Libertad;
en el temido municipio de Manicaragua arrestaron
al presidente del Movimiento de Derechos Humanos
Escambray, Arturo Pérez de Alejo; en Camajuaní
el golpe había sido certero contra el Movimiento
Cubano Reflexión, al apresar a su secretario
general, Librado Ricardo Linares García.
En Placetas, Omar Pernet Hernández, presidente
del Movimiento de Derechos Humanos "Mario
Manuel de la Peña"; en Corralillo,
el presidente del Frente Democrático Independiente
(FDI), Antonio Augusto Villareal Acosta, disidente
que aglutinaba a cientos de simpatizantes y opositores
en la parte noroeste de la provincia. En Santa
Clara, la capital provincial, arrestaron a un
joven de apenas 26 años que esgrimía
como arma de lucha la no violencia, pero en la
calles, lo que muchos llaman desobediencia civil:
Léster González Pentón representante
de Plantados.
Al grupo se uniría en las tenebrosas celdas
de Departamento de Seguridad del Estado Provincial,
el periodista independiente del Grupo DECORO Omar
Moisés Ruiz Hernández. El calor
de las celdas en etapa primaveral, el ambiente
corroído por la pestilencia de las celdas,
el hacinamiento de los detenidos junto a los miembros
de la anterior ola represiva denominada Operación
Coraza, desatada contra los acusados de comercializar
drogas, la escasez de agua, interrogatorios amenazantes,
prolongados y sucesivos, celdas de castigo, torturas
psíquicas, golpizas, fueron algunos de
los elementos que se mezclaban en la primera etapa
del encierro.
Las primeras visitas familiares se produjeron
a los siete días durante apenas unos minutos
y en presencia de los instructores. Familiares
y amigos nos concentramos frente al recinto de
la policía política para saber de
ellos. A los pocos días presentan las peticiones
fiscales a los acusados y a familiares. Estos
buscan afanosamente en los bufetes colectivos
a los letrados que asumirían las defensas,
pues a dos le pedían 25 años de
privación de libertad y a los cinco restantes
20. El juicio sumario se acercaba y había
que actuar con rapidez, pero los abogados casi
no tuvieron tiempo de prepararse, algunos incluso
no fueron autorizados a ejercer la defensa. La
licenciada Adelma Mesa se encontraba en una reunión
nacional, la que fue suspendida por los procesos
sumarísimos que se avecinaban. Ella asumió
valientemente la defensa de varios de ellos. Los
opositores más antiguos en estos menesteres
la conocían por las brillantes defensas
a los "Ayunantes de la Calle San Miguel"
producida en los finales de los años 90.
La radio traía las noticias de las peticiones
fiscales con cifras astronómicas a los
detenidos en todo el país, aunque doce
de ellas no mencionaban cifras, sino una frase:
Cadena Perpetua. La mayoría de los detenidos
vivían en la capital de la República,
la lista tenía representantes de todo el
país con excepción de la provincia
de Cienfuegos, para sumar 78 en total, aunque
serían juzgados y sentenciados bajo los
auspicios de la Ley 88, 75 de ellos, 28 periodistas
independientes y el resto disidentes, bibliotecarios,
opositores, sindicalistas.
La mayoría de los juicios se celebrarían
el jueves 3 y el viernes 4 de abril, aunque algunos
en la capital -y no sé si en alguna otra
provincia- se celebraron el lunes 7. Desde el
día 2 en la mañana efectivos policiales
tomaron el Palacio de Justicia Provincial, sede
de la Sala de los Delitos Contra la Seguridad
del Estado, mientras técnicos instalaban
dos cámaras giratorias controladas desde
un centro de operaciones, una en la parte frontal
y otra en la parte trasera del edificio. Dentro
de las salas había cámaras dispuestas
para tomar las memorias.
El jueves celebran el juicio a Villareal y a
Pérez de Alejo. Fue bastante corto, aunque
pudieron hablar y alegar y los abogados también
defendieron a sus representados. Teatro, puro
teatro, sin pruebas convincentes el fiscal mantenía
la pena señalada, 20 años de cárcel
para cada uno. Las familias cuentan lo ocurrido
dentro de la sala, donde lograron entrar, la mayoría
de los asientos ocupados por miembros de la Asociación
Combatientes de la Revolución y militantes
del PCC. Los acusados habían sido traídos
en carros patrulleros para penetrar en el edificio
por la parte posterior, ante la mirada de sus
amigos de ideas que al menos pudieron saludarles
de lejos, debido a la presión de efectivos
de la policía política, que allanaron
los alrededores apoyados por carros de la policía
y efectivos de las tropas especiales.
El viernes 4 sería la vista oral más
importante, no sólo porque se juzgaban
a cinco de los detenidos, sino porque en el grupo
se encontraba Librado, líder del movimiento
oposicionista del territorio y verdadero ejemplo
para sus compañeros de causa. El modus
operandi de los represores se mantenía
igual al día anterior. Cuando arribaron
los encarcelados, no faltaron los saludos a distancia
como ocurrió el día anterior. Ellos,
esposados, apenas pudieron responder. A la sala
sólo permiten entrar a los familiares más
allegados, quienes después hicieron pública
las interioridades del juicio. Apareció
una delatora que había sido miembro del
Colegio de Pedagogos, nombrada Taimir de la Paz
Armengol, para atestiguar contra Léster,
aunque tanto ella como los otros testigos, todos
fueron intranscendentales en sus declaraciones.
El juicio había comenzado con el alegato
de Linares García, quien en sus palabras
sentenció las necesidades del pueblo, la
pérdida de valores, del abuso de poder
de las autoridades, así como lo conveniente
de la instauración de la democracia en
el país, entre otras denuncias frente a
las cámaras de la televisión. Acusado
por un alto oficial de la policía política
de ser el ideológico de la oposición
del centro del país, el juez tuvo que mandarlo
a callar para que sólo contestara las preguntas
que le hacían. Pernet Hernández
habló de transición y no sucesión.
A Margarito la furia del régimen no le
podía permitir que invitase a funcionarios
de la oficina consular americana en La Habana
entre ellos a James C. Cason, para que comprobaran
"in situ" a través de 25 testimonios
de balseros repatriados por el guardacosta americano,
las violaciones fragantes los acuerdos migratorios
por la parte cubana.
Después de ocho horas el juicio quedaba
concluso para sentencia. Aunque una vez más
sin pruebas definitorias el fiscal mantenía
las mismas peticiones: 25 años para Pernet
y Broche Espinosa y 20 para el resto. A los pocos
días los abogados de la defensa recibían
las notificaciones del tribunal, sin variaciones
en las condenas solicitadas, excepto a Ruiz Hernández,
sancionado a 18 años de cárcel y
Villareal Acosta, a 15.
Un buen amigo después de analizar detenidamente
los procesos judiciales hasta el final, sentenció
que la farsa en los mismos era evidente, calificándolas
de teatro bufo, pero desarrollado sin caretas,
donde se mintió a diestra y siniestra con
la cara destapada.
Inútilmente se emplearon recursos para
apelar ante el Tribunal Supremo. La respuesta
de esta instancia de la jurisprudencia no se comprometió
con nadie para desestimar los recursos de casación
presentados por los querellantes. Aunque los 75
disidentes sancionados acumulen un total de 1,454
años de presidio político, para
un promedio de 20, los siete villaclareños
procesados acumularon 143 años de cárcel
en las ergástulas cubanas, encontrándose
recluidos en siete provincias diferentes: Pinar
del Río, La Habana, Ciudad Habana, Camagüey,
Granma, Santiago de Cuba y Guantánamo.
Fue un duro golpe para la oposición cubana,
incluso algunos han llamado a esta ola represiva,
La Primavera Negra de Cuba, y cuando toda la atención
estaba concentrada en el comienzo de la guerra
en Irak, anunciada desde hacía meses. Yo
pienso que más que un duro golpe, fue un
golpe bajo contra la disidencia pacífica
cubana, para enrolarla de una u otra forma con
la Oficina de Intereses de EUA en Ciudad Habana
y su representante, el Sr. Cason, aunque conozco
casos que jamás pusieron sus pies en esa
dependencia y que no conocían siquiera
las facciones del rostro de su máximo representante;
sin embargo fueron procesados y juzgados por ese
delito.
Este zarpazo además de ejemplarizante,
intentó demostrar lo que es capaz el totalitarismo
arraigado en utopías idílicas sobre
un sistema obsoleto, que nadie quiere y que el
cubano aborrece. Cierto, inicialmente la gente
se cohibió, porque las amenazas e intimidaciones
continuaron, pero después se fueron incorporando
poco a poco a las actividades, inspirados en las
heroicas posiciones de las esposas y madres, quienes
levantan su voz para denunciar lo arbitrario,
lo injusto y violatorio. Hoy somos más
y existe más conciencia en el mundo del
caso cubano. Donde había uno ahora está
el padre, el hijo, la madre, la esposa, hermanos
y amigos. Fueron días difíciles
aquellos, no se sabe cómo serán
los próximos, pero lo de que sí
estoy seguro, es que fue un craso error de la
nomenclatura al sancionar por ideas a los 75 luchadores
prodemocracia. cnet/46
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