Por una Cuba sin Castro
Ileana Curra. El
Nuevo Herald, 17 de agosto de 2004.
Haciendo uso de la libertad de expresión
que me permite la constitución de esta
gran nación, quiero responder al artículo
publicado en Perspectiva el 30 de julio titulado
Con Castro por Alejandro Armengol, donde el columnista
se arroga el derecho de llamar ''extrema derecha''
a quienes apoyamos las medidas contra el dictador
de La Habana.
Les llama ''comités de defensa radiales
de Miami'' a quienes también hacen uso
de su derecho a hablar, así como menciona
las palabras ''desprecio'', ''arrogancia'' y ''vocación
totalitaria'', demostrándome así
que esta vocación la tienen todos aquéllos
que desean callar al prójimo. No pretendo
que tiren flores los que no son capaces de conocer
ni su olor. Evidentemente la realidad es que,
con estas regulaciones impuestas algunos han sacado
a relucir su verdadera personalidad histriónica.
Armengol se molesta porque no quiere reconocer
que existen emigrados económicos y refugiados
políticos, cuando son los propios emigrados
económicos los que lo gritan en la radio
y la televisión. Son los mismos que, alineados
al lado de la extrema izquierda de Miami (vamos
a equilibrar los artículos), marchan pidiendo
el levantamiento del embargo, lo que demuestra
quiénes son.
Pero el articulista evidentemente tiene paralizada
su mente en el tiempo, cuando analiza que ''un
exiliado político es alguien al que le
quitaron el negocio durante los primeros años
de la revolución'' y se pregunta, ''¿por
qué no el otro, que no podía ganar
un salario decente y satisfacer sus necesidades,
que vino mucho después y que quizás
nació y creció cuando ya no quedaban
negocios de los cuales apoderarse?''. El columnista
demuestra un resentimiento contra esa parte del
exilio que llegó primero y que eran dueños
de negocios que fueron expropiados por la tiranía
que tomó el poder. Creo que triunfar económicamente
no debe molestarle a nadie, ojalá todos
pudieran lograrlo.
Yo quería incluirme en ese exilio político
del que el señor Armengol me ha dejado
fuera. Quizás el hecho de no ser yo propietaria
de un negocio, porque cuando nací ''no
quedaban negocios de los cuales apoderarse'',
me exime de pertenecer a esa ''extrema derecha''
que él menciona. Me considero --y lo soy--
una refugiada política en este país.
Tengo familia en Cuba y la ayudo. No viajo a Cuba
porque de allí tuve que salir para no continuar
en la cárcel eternamente. Apoyo las medidas
porque estoy convencida de que reducirán
drásticamente el presupuesto para la represión
que tiene el dictador, y viajaré a mi patria
cuando sea libre. Mientras tanto, mi familia (que
no es la única familia que vive en Cuba)
tendrá que entender plenamente que es necesario,
para que en un futuro no lejano tengan con su
propio esfuerzo y trabajo el dinero que ahora
desde aquí les envío para sobrevivir.
La dependencia familiar tiene que acabarse para
comenzar --en una Cuba libre-- el propio sostenimiento
de cada familia que allí vive y que también
tiene el derecho de ser libre.
La demagogia con que están tratando el
tema de la familia, como dice la extrema izquierda
de Miami ''mi familia primero'', no engaña
a nadie. Habría que preguntarles dónde
estaban protestando cuando golpearon a Jorge Luis
García Pérez (Antúnez), a
su hermana Bertha y los niños que la acompañaban.
¿En qué lugar frente a la sección
de intereses de Cuba en Washington estaban ellos
protestando cuando violaron sexualmente al prisionero
político Julio César Morales por
órdenes de la Seguridad del Estado? ¿Acaso
los prisioneros políticos cubanos no son
familia? Están separados de los suyos,
pero evidentemente no entran en la categoría
familiar de la extrema izquierda de aquí.
Hundieron un remolcador, matando impunemente a
niños y mujeres, pero tampoco son ''familias'',
según el concepto de estos ''defensores
cristianos'' de la familia.
No voy a enumerar los crímenes de la tiranía,
ni lo que ya todos conocemos han hecho por estos
45 años y medio. Simplemente me pregunto
cuándo es que son o no son familia los
nuestros. Hay quien está hablando de enviar
calzoncillos cuando ni siquieran cuentan con qué
llenar los de ellos. ¡Pura demagogia barata!
Es hora de asumir nuestra responsabilidad con
la historia, y ésta se escribe con sacrificios
reales, no con retóricas aburridas y pérfidas.
Es hora de definirse en momentos en que el mundo,
al menos, está observando lo que sucede
en la isla. Es hora de asfixiar al régimen
en su peor instante. No se trata de ser ''anticastrista'',
como dice el articulista Armengol, pues Castro
no es el único que gusta de vivir en el
poder reprimiendo. Se trata de ayudar a que Cuba
sea libre. Cuba sin Castro, pero también
sin resentidos, ni emigrantes económicos.
Y mucho menos con exiliados políticos.
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