PRENSA INTERNACIONAL
Agosto 18, 2004
 

Por una Cuba sin Castro

Ileana Curra. El Nuevo Herald, 17 de agosto de 2004.

Haciendo uso de la libertad de expresión que me permite la constitución de esta gran nación, quiero responder al artículo publicado en Perspectiva el 30 de julio titulado Con Castro por Alejandro Armengol, donde el columnista se arroga el derecho de llamar ''extrema derecha'' a quienes apoyamos las medidas contra el dictador de La Habana.

Les llama ''comités de defensa radiales de Miami'' a quienes también hacen uso de su derecho a hablar, así como menciona las palabras ''desprecio'', ''arrogancia'' y ''vocación totalitaria'', demostrándome así que esta vocación la tienen todos aquéllos que desean callar al prójimo. No pretendo que tiren flores los que no son capaces de conocer ni su olor. Evidentemente la realidad es que, con estas regulaciones impuestas algunos han sacado a relucir su verdadera personalidad histriónica.

Armengol se molesta porque no quiere reconocer que existen emigrados económicos y refugiados políticos, cuando son los propios emigrados económicos los que lo gritan en la radio y la televisión. Son los mismos que, alineados al lado de la extrema izquierda de Miami (vamos a equilibrar los artículos), marchan pidiendo el levantamiento del embargo, lo que demuestra quiénes son.

Pero el articulista evidentemente tiene paralizada su mente en el tiempo, cuando analiza que ''un exiliado político es alguien al que le quitaron el negocio durante los primeros años de la revolución'' y se pregunta, ''¿por qué no el otro, que no podía ganar un salario decente y satisfacer sus necesidades, que vino mucho después y que quizás nació y creció cuando ya no quedaban negocios de los cuales apoderarse?''. El columnista demuestra un resentimiento contra esa parte del exilio que llegó primero y que eran dueños de negocios que fueron expropiados por la tiranía que tomó el poder. Creo que triunfar económicamente no debe molestarle a nadie, ojalá todos pudieran lograrlo.

Yo quería incluirme en ese exilio político del que el señor Armengol me ha dejado fuera. Quizás el hecho de no ser yo propietaria de un negocio, porque cuando nací ''no quedaban negocios de los cuales apoderarse'', me exime de pertenecer a esa ''extrema derecha'' que él menciona. Me considero --y lo soy-- una refugiada política en este país. Tengo familia en Cuba y la ayudo. No viajo a Cuba porque de allí tuve que salir para no continuar en la cárcel eternamente. Apoyo las medidas porque estoy convencida de que reducirán drásticamente el presupuesto para la represión que tiene el dictador, y viajaré a mi patria cuando sea libre. Mientras tanto, mi familia (que no es la única familia que vive en Cuba) tendrá que entender plenamente que es necesario, para que en un futuro no lejano tengan con su propio esfuerzo y trabajo el dinero que ahora desde aquí les envío para sobrevivir. La dependencia familiar tiene que acabarse para comenzar --en una Cuba libre-- el propio sostenimiento de cada familia que allí vive y que también tiene el derecho de ser libre.

La demagogia con que están tratando el tema de la familia, como dice la extrema izquierda de Miami ''mi familia primero'', no engaña a nadie. Habría que preguntarles dónde estaban protestando cuando golpearon a Jorge Luis García Pérez (Antúnez), a su hermana Bertha y los niños que la acompañaban. ¿En qué lugar frente a la sección de intereses de Cuba en Washington estaban ellos protestando cuando violaron sexualmente al prisionero político Julio César Morales por órdenes de la Seguridad del Estado? ¿Acaso los prisioneros políticos cubanos no son familia? Están separados de los suyos, pero evidentemente no entran en la categoría familiar de la extrema izquierda de aquí. Hundieron un remolcador, matando impunemente a niños y mujeres, pero tampoco son ''familias'', según el concepto de estos ''defensores cristianos'' de la familia.

No voy a enumerar los crímenes de la tiranía, ni lo que ya todos conocemos han hecho por estos 45 años y medio. Simplemente me pregunto cuándo es que son o no son familia los nuestros. Hay quien está hablando de enviar calzoncillos cuando ni siquieran cuentan con qué llenar los de ellos. ¡Pura demagogia barata!

Es hora de asumir nuestra responsabilidad con la historia, y ésta se escribe con sacrificios reales, no con retóricas aburridas y pérfidas. Es hora de definirse en momentos en que el mundo, al menos, está observando lo que sucede en la isla. Es hora de asfixiar al régimen en su peor instante. No se trata de ser ''anticastrista'', como dice el articulista Armengol, pues Castro no es el único que gusta de vivir en el poder reprimiendo. Se trata de ayudar a que Cuba sea libre. Cuba sin Castro, pero también sin resentidos, ni emigrantes económicos. Y mucho menos con exiliados políticos.

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