PRENSA INDEPENDIENTE
Septiembre 30, 2003

PRISIONES
Por una frase que dijo

LA HABANA, septiembre (www.cubanet.org) - Alberto González, por aquellos días de mediados de 1997, cumplía su noveno aniversario en prisión. Durante el tiempo en chirona fue trasladado continuamente de una prisión a otra, incluso algunas estaban consideradas de máxima seguridad.

Bajo esas circunstancias conoció cárceles en las provincias Pinar del Río, Ciudad de La Habana, La Habana, Matanzas, Villa Clara, Camagüey y Santiago de Cuba.

De piel negra, mediana estatura, fuerte complexión y rondando los 40 años, tenía una personalidad que distinguían las cualidades del típico buen hombre; era jovial, servicial, de fácil palabra y muy listo. Pero algo desafinaba entre su carácter y el rigor carcelario a que lo habían sometido hasta ese momento.

Unos reos opinaban que su desgracia la provocó un arbitrario e injusto fallo judicial. Otros comentaban que podía ser por equivocación, y no pocos pensaban que él ocultaba el verdadero motivo, lo que hacía suponer que se trataba de un asunto de política. En fin, salvo él, nadie en la cárcel conocía los detalles del por qué estaba en aquel correccional capitalino.

Una tarde, después de concluir el trabajo -obligatorio y sin remuneración-, Alberto se sentó a la sombra de un árbol en compañía de dos de sus más selectos compañeros. Miró al cielo fijamente y pronunció una frase.

"Hoy cumplo un año más de vida y otro de preso".

No hubo que inquirir. Bastaron las desconcertadas y atentas miradas de los que permanecían sentados en la tierra frente a él para que Alberto continuara monologando en voz baja.

"Todo comenzó unos días antes de que tumbaran el Muro de Berlín, de lo cual me alegré, porque en aquellos días mi suerte era tan deplorable que de haber estado en libertad creo que me hubiera caído de cabeza".

Minutos más tarde, Alberto revelaría la historia que producía tantas especulaciones. Para entonces, Alberto trabajaba de camionero en una empresa estatal. Un día resolvió, en compañía de otro sujeto, apropiarse de unos sacos de arroz que transportaba, venderlos y celebrar el día de su nacimiento con la familia. Fue cogido in fraganti y acusado de malversación al estado. Durante el juicio, el fiscal del tribunal provincial de Ciudad de La Habana expuso el modus operandi del hecho en cuestión, y pidió a los jueces 15 años de prisión para ambos procesados. Para finalizar su alegato, el fiscal pronunció con voz enérgica estas palabras:

- ¿Saben ustedes cuántos niños y ancianos se afectaron con este crimen?

Mientras el otro acusado bajó la cabeza en gesto de arrepentimiento, Alberto respondió con una frase que sorprendió a los presentes en el juicio:

"Ninguno, porque el arroz que nos cogimos no se lo vendimos ni a los marcianos, ni lo llevamos para la luna. ¡Se lo comió el pueblo!"

Luego de un mes de espera, la sentencia fue comunicada a sus familiares: 9 años para el otro, y para Alberto González, 18.

Días después que contó su experiencia, Alberto era transferido para otra prisión, y nadie supo a cuál. De la historia no se volvió a hablar nunca más. cnet/07


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