PRENSA INDEPENDIENTE
Septiembre 16, 2003

CULTURA
Un autor perdido en el vórtice

LA HABANA, septiembre (www.cubanet.org) - A los intelectuales que en Cuba decidimos no hacerle el juego al castrismo nos parece estar siempre luchando por obviedades, defendiendo aquello que debía estar muy claro para la mayoría y que sin embargo es escamoteado ya sin sutilezas por políticos y acólitos. Para colmo, nos ronda el perenne sobresalto del mecanismo represivo, al parecer lo único que funciona con real eficiencia dentro del gran caos de la Isla.

Aún cuando nada queda del todo claro en una sociedad donde impera el terror, uno percibe que el cubano prefiere el orden a la libertad. Se pierde de vista que todo orden impuesto de tal manera es siempre aparente. Jamás se está a salvo de esas reglas diabólicas que dan cuerpo legal a los excesos de poder. El socialismo es incompatible con el libre accionar en todos los terrenos, pero en especial en la cultura, la prensa, la asociación, la opinión. Y ello, por muy obvio que parezca, será necesario reiterarlo una y otra vez ante los ojos del mundo, sobe todo al descubrir cómo algunos todavía apuestan por la lealtad al caudillo y su régimen de coacción.

Uno de los que ha desenmascarado su adhesión al castrismo es el escritor Alexis Díaz Pimienta, quien de ilustre desconocido entre la intelectualidad de la Isla ha pasado a ser hoy -gracias a su aparición frecuente en actos públicos, marchas y tribunas abiertas, sus seguidillas al líder e incluso como miembro de delegaciones oficiales que dan la bienvenida a vulgares espías expulsados de Estados Unidos- el activo representante de una cultura secuestrada por espurios intereses políticos, víctima de maniobras divisorias y puesta al servicio de un lamentable show que involucra a viejos y jóvenes en sus tristes carreras por ganar las dispensas oficiales.

Díaz Pimienta no tiene aún 40 años. Aunque ha publicado ya varias novelas, es más conocido como decimista, estrofa a la que dedica también largos estudios. Por la fecha en que comenzó a dar a conocer sus libros podría pertenecer a la promoción de nuevos autores, en especial narradores, que a principios de los 90 irrumpieron en el panorama literario cubano con su carga de transgresión y bríos para abordar temáticas hasta ese momento inexploradas en la cuentística nacional. Más de una década luego, a ese grupo han sobrevivido algunos pocos, atomizados por la diáspora, la censura, la crisis económica, el oportunismo, la desidia o el suicidio, según sea el caso.

Si bien no aparece Díaz Pimienta entre los más favorecidos por premios y editoriales ni mucho menos por su ingenio literario, sí mostró temple para darle la vuelta a tanta mediocridad y grisura galopantes en el mundillo intelectual de aquí e instalar residencia en Almería, España, desde donde regresa a ocupar su lugar al lado de los gendarmes de la política (anti)cultural. "Soy medio habanero y medio almeriense y siento un amor profundísimo por la justicia donde sea", le cuenta a una periodista que lo entrevistó para el magacín El Caimán Barbudo. Allí responde que volvió a Cuba conmovido por la tragedia del niño náufrago Elián González y ya no pudo desprenderse más de cualquier tinglado posterior que armara la terquedad castrista.

Lo que primero salta a la vista es la inconsistencia ética, digamos, de este Seargent Pepper tropical, evidenciada en un reciente artículo titulado "Cuba desde el vórtice del huracán", que publica el tabloide habanero La Jiribilla. Si en aquel entonces fue capaz de defender el derecho de un padre a reunirse con su hijo -en medio de la campaña más desgastante y avasalladora que hayan orquestado los sesudos del castrismo en los últimos años, la cual se sufre todavía, y que terminó desencadenando ese engendro con olor a epílogo llamado batalla de ideas- debía tener por lo menos el coraje de ser coherente y denunciar también el empeño del régimen en continuar dividiendo familias, ya sea poniendo millas o férreas rejas entre sus miembros.

No puede tenerlo quien tilda de "circo mediático, manipulación y mala fe", a las denuncias de numerosos órganos de prensa foráneos sobre las continuas violaciones de los derechos humanos aquí, en particular después de los fusilamientos de tres secuestradores y el torpe encarcelamiento de opositores, poetas y periodistas independientes. Sobre todo ello calla el escritor como callan los controladísimos periódicos, emisoras y canales de televisión en su mareo alabancioso y deificador del sátrapa.

Exigir respeto por las libertades es para Díaz Pimienta actuar "a la ligera, como han hecho muchos, como ha hecho el propio Saramago", dice. Al Nobel portugués, precisamente, dedica varios párrafos en su descarga. Hipócrita le llama, perdonavidas, izquierdista "de la tostada" -bueno, viejo, acá en tu/nuestro paraíso no tenemos ni siquiera tostadas, qué hastío- y todavía más fuertes denuestos. Para él no vale oponerse, y su argumento es el lugar común de cuatro décadas escuchando una sola voz: disentir es hacerle el juego al Imperio opresor.

De algo sí está claro el decimista: desde el caso Padilla, en los albores de los 70, no se generaba una polémica de tal naturaleza como ésta que hoy nos lleva a todos a dejar bien nítidas nuestras posiciones. Al menos no es ingenuo, pero lamentablemente ni aquel suceso -similar a una herida aún sangrante, pues el autor de "Fuera de juego" no ha sido rehabilitado en Cuba- que a tantos hizo abrir los ojos sobre la verdad de este socialismo a la cubana, ni éstos que ahora suscitan la repulsa casi unánime por el horror que portan, han hecho que intelectuales como Díaz Pimienta renuncien a sus prebendas gubernamentales y tomen partido por una patria distinta, no moribunda y asfixiada, sino viva y con espacios para el bien de todos.

¿Por cuál justicia siente amor Pimienta? ¿Está al tanto de cómo se desenvolvieron los procesos contra los fusilados y los más de 70 opositores encarcelados, sin garantías de ninguna índole? ¿Se le puede llamar "justicia social" a utilizar de rehén a un pueblo entero para perpetuar en el poder a un caudillo en nombre de indiscutibles y sacrosantos principios, autodefiniéndose luchador por la soberanía y la dignidad? ¿Soberanía contra qué y contra quiénes? ¿Dignidad definida por quién, al servicio de qué? ¿O es que Pimienta cree que hay "justicia social" y que en realidad son gratuitas la educación y los servicios médicos aquí? ¿Tiene tan excelente desmemoria que ya olvidó por qué un cubano se ve casi en la obligación de establecerse en Almería o en cualquier sitio de este ancho y convulso mundo, lejos de su gente y de lo que quiere?

Dos caminos y no otros aguardan a un escritor que tenga la desdicha de vivir estos tristes momentos en su país: denunciar o plegarse. Díaz Pimienta ha escogido el peor de ambos, pero también el momento menos recomendable para este desnudo, ¿o es que tantas voces están equivocadas? Al parecer, vivir en el vórtice de un huracán le hace distraerse, se pierde, le da mareo. En lugar de pretender ese falaz apuntalamiento de lo que se viene abajo sin remedio como resultado de las propias manquedades, intolerancias y maniqueísmos de un caudillo en son de récord universal por su permanencia en el poder, debería ayudarnos a edificar un territorio mejor, menos fóbico y excluyente, donde pueda reposar en paz y para la eternidad la memoria de todos, no la de unos pocos. cnet/49


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