CULTURA
Un
autor perdido en el vórtice
LA HABANA, septiembre (www.cubanet.org) - A
los intelectuales que en Cuba decidimos no hacerle
el juego al castrismo nos parece estar siempre
luchando por obviedades, defendiendo aquello que
debía estar muy claro para la mayoría
y que sin embargo es escamoteado ya sin sutilezas
por políticos y acólitos. Para colmo,
nos ronda el perenne sobresalto del mecanismo
represivo, al parecer lo único que funciona
con real eficiencia dentro del gran caos de la
Isla.
Aún cuando nada queda del todo claro
en una sociedad donde impera el terror, uno percibe
que el cubano prefiere el orden a la libertad.
Se pierde de vista que todo orden impuesto de
tal manera es siempre aparente. Jamás se
está a salvo de esas reglas diabólicas
que dan cuerpo legal a los excesos de poder. El
socialismo es incompatible con el libre accionar
en todos los terrenos, pero en especial en la
cultura, la prensa, la asociación, la opinión.
Y ello, por muy obvio que parezca, será
necesario reiterarlo una y otra vez ante los ojos
del mundo, sobe todo al descubrir cómo
algunos todavía apuestan por la lealtad
al caudillo y su régimen de coacción.
Uno de los que ha desenmascarado su adhesión
al castrismo es el escritor Alexis Díaz
Pimienta, quien de ilustre desconocido entre la
intelectualidad de la Isla ha pasado a ser hoy
-gracias a su aparición frecuente en actos
públicos, marchas y tribunas abiertas,
sus seguidillas al líder e incluso como
miembro de delegaciones oficiales que dan la bienvenida
a vulgares espías expulsados de Estados
Unidos- el activo representante de una cultura
secuestrada por espurios intereses políticos,
víctima de maniobras divisorias y puesta
al servicio de un lamentable show que involucra
a viejos y jóvenes en sus tristes carreras
por ganar las dispensas oficiales.
Díaz Pimienta no tiene aún 40 años.
Aunque ha publicado ya varias novelas, es más
conocido como decimista, estrofa a la que dedica
también largos estudios. Por la fecha en
que comenzó a dar a conocer sus libros
podría pertenecer a la promoción
de nuevos autores, en especial narradores, que
a principios de los 90 irrumpieron en el panorama
literario cubano con su carga de transgresión
y bríos para abordar temáticas hasta
ese momento inexploradas en la cuentística
nacional. Más de una década luego,
a ese grupo han sobrevivido algunos pocos, atomizados
por la diáspora, la censura, la crisis
económica, el oportunismo, la desidia o
el suicidio, según sea el caso.
Si bien no aparece Díaz Pimienta entre
los más favorecidos por premios y editoriales
ni mucho menos por su ingenio literario, sí
mostró temple para darle la vuelta a tanta
mediocridad y grisura galopantes en el mundillo
intelectual de aquí e instalar residencia
en Almería, España, desde donde
regresa a ocupar su lugar al lado de los gendarmes
de la política (anti)cultural. "Soy
medio habanero y medio almeriense y siento un
amor profundísimo por la justicia donde
sea", le cuenta a una periodista que lo entrevistó
para el magacín El Caimán Barbudo.
Allí responde que volvió a Cuba
conmovido por la tragedia del niño náufrago
Elián González y ya no pudo desprenderse
más de cualquier tinglado posterior que
armara la terquedad castrista.
Lo que primero salta a la vista es la inconsistencia
ética, digamos, de este Seargent Pepper
tropical, evidenciada en un reciente artículo
titulado "Cuba desde el vórtice del
huracán", que publica el tabloide
habanero La Jiribilla. Si en aquel entonces fue
capaz de defender el derecho de un padre a reunirse
con su hijo -en medio de la campaña más
desgastante y avasalladora que hayan orquestado
los sesudos del castrismo en los últimos
años, la cual se sufre todavía,
y que terminó desencadenando ese engendro
con olor a epílogo llamado batalla de ideas-
debía tener por lo menos el coraje de ser
coherente y denunciar también el empeño
del régimen en continuar dividiendo familias,
ya sea poniendo millas o férreas rejas
entre sus miembros.
No puede tenerlo quien tilda de "circo
mediático, manipulación y mala fe",
a las denuncias de numerosos órganos de
prensa foráneos sobre las continuas violaciones
de los derechos humanos aquí, en particular
después de los fusilamientos de tres secuestradores
y el torpe encarcelamiento de opositores, poetas
y periodistas independientes. Sobre todo ello
calla el escritor como callan los controladísimos
periódicos, emisoras y canales de televisión
en su mareo alabancioso y deificador del sátrapa.
Exigir respeto por las libertades es para Díaz
Pimienta actuar "a la ligera, como han hecho
muchos, como ha hecho el propio Saramago",
dice. Al Nobel portugués, precisamente,
dedica varios párrafos en su descarga.
Hipócrita le llama, perdonavidas, izquierdista
"de la tostada" -bueno, viejo, acá
en tu/nuestro paraíso no tenemos ni siquiera
tostadas, qué hastío- y todavía
más fuertes denuestos. Para él no
vale oponerse, y su argumento es el lugar común
de cuatro décadas escuchando una sola voz:
disentir es hacerle el juego al Imperio opresor.
De algo sí está claro el decimista:
desde el caso Padilla, en los albores de los 70,
no se generaba una polémica de tal naturaleza
como ésta que hoy nos lleva a todos a dejar
bien nítidas nuestras posiciones. Al menos
no es ingenuo, pero lamentablemente ni aquel suceso
-similar a una herida aún sangrante, pues
el autor de "Fuera de juego" no ha sido
rehabilitado en Cuba- que a tantos hizo abrir
los ojos sobre la verdad de este socialismo a
la cubana, ni éstos que ahora suscitan
la repulsa casi unánime por el horror que
portan, han hecho que intelectuales como Díaz
Pimienta renuncien a sus prebendas gubernamentales
y tomen partido por una patria distinta, no moribunda
y asfixiada, sino viva y con espacios para el
bien de todos.
¿Por cuál justicia siente amor
Pimienta? ¿Está al tanto de cómo
se desenvolvieron los procesos contra los fusilados
y los más de 70 opositores encarcelados,
sin garantías de ninguna índole?
¿Se le puede llamar "justicia social"
a utilizar de rehén a un pueblo entero
para perpetuar en el poder a un caudillo en nombre
de indiscutibles y sacrosantos principios, autodefiniéndose
luchador por la soberanía y la dignidad?
¿Soberanía contra qué y contra
quiénes? ¿Dignidad definida por
quién, al servicio de qué? ¿O
es que Pimienta cree que hay "justicia social"
y que en realidad son gratuitas la educación
y los servicios médicos aquí? ¿Tiene
tan excelente desmemoria que ya olvidó
por qué un cubano se ve casi en la obligación
de establecerse en Almería o en cualquier
sitio de este ancho y convulso mundo, lejos de
su gente y de lo que quiere?
Dos caminos y no otros aguardan a un escritor
que tenga la desdicha de vivir estos tristes momentos
en su país: denunciar o plegarse. Díaz
Pimienta ha escogido el peor de ambos, pero también
el momento menos recomendable para este desnudo,
¿o es que tantas voces están equivocadas?
Al parecer, vivir en el vórtice de un huracán
le hace distraerse, se pierde, le da mareo. En
lugar de pretender ese falaz apuntalamiento de
lo que se viene abajo sin remedio como resultado
de las propias manquedades, intolerancias y maniqueísmos
de un caudillo en son de récord universal
por su permanencia en el poder, debería
ayudarnos a edificar un territorio mejor, menos
fóbico y excluyente, donde pueda reposar
en paz y para la eternidad la memoria de todos,
no la de unos pocos. cnet/49
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