POLITICA
La movida crucial
LA HABANA, octubre (www.cubanet.org)
- En medio de un creciente aislamiento internacional,
los intentos del régimen de La Habana por
comandar la casi milagrosamente rearmada izquierda
latinoamericana, petróleo venezolano incluido,
pudiera ser la jugada crucial para su supervivencia.
No obstante, de fracasar la ola de populismo
izquierdista antiliberal en el continente, la
próxima movida de Fidel Castro, si no está
pensada, pudiera ser improvisada sobre la marcha.
Convertir reveses en sucedáneos de la victoria
ha sido su especialidad durante medio siglo, del
Moncada al período especial.
Una movilización incesante, característica
de la revolución cubana desde su etapa
larvaria como banda guerrillera, ha posibilitado
su supervivencia frente a las más difíciles
circunstancias. Para ello la elección de
una ideología fue determinante.
El carácter oportunista de los gobernantes
de La Habana ha estado presente en cada uno de
los giros que las circunstancias les han impuesto
para sobrevivir.
A poco más de un año del triunfo
revolucionario, cuando sus líderes vagaban
como niños despistados en una tienda de
juguetes en busca de una ideología y los
veteranos comunistas cubanos se contaban entre
los escépticos, el comunismo soviético
fue su tabla de salvación frente a la hostilidad
norteamericana.
Al caer entre las llamas del enfrentamiento de
las superpotencias, la revolución de los
barbudos, con una mitología incesantemente
alimentada desde la Sierra Maestra, alcanzó
el escenario internacional.
El socialismo y el enfrentamiento con los Estados
Unidos han sido durante 44 años los elementos
centrales del crispado discurso de la Cuba oficial:
el embargo como coartada ante los fracasos económicos
y el socialismo como condición sine qua
non de los logros, y aún como sinónimo
de patria en un exacerbado y apocalíptico
nacionalismo, propulsado tras la caída
del bloque soviético. El antimperialismo
nacionalista fue una constante del radicalismo
revolucionario posterior a 1930, que nunca tuvo
claras definiciones ideológicas.
Las tres últimas décadas de la
Cuba republicana estuvieron saturadas de un mesianismo
revolucionario populista, radical y confuso, recurrente
a la violencia, que produjo el ABC fascistoide,
el antimperialismo anticomunista de Guiteras,
el militarismo populista de Batista, el autenticismo
de Grau, la ordodoxia de Chibás, y su más
depurada expresión con proyección
internacional: Fidel Castro.
Todos ellos, pese a sus coqueteos con la izquierda,
en algún momento se proclamaron anticomunistas.
Fidel Castro no fue la excepción. Formado
en los grupos de acción (eufemismo por
gangsteriles) de los años 40, no podía
perdonar la alianza de los estalinistas cubanos
con Batista ni que criticaran su combate en la
Sierra Maestra como "aventurerismo insurreccional".
En su movida táctica hacia la consolidación
del poder, la vieja guardia comunista, depurada
y domada, fue uncida a su carro triunfador con
la complacencia de los padrinos soviéticos.
De haberse producido el triunfo revolucionario
de 1959 varias décadas antes, la elección
de ideología pudiera haber sido de signo
diametralmente opuesto, como la de otros caudillos
populistas latinoamericanos que no lograron sustraerse
a la rara fascinación del fascismo. Después
de todo, no es mucha la distancia entre Getulio
Vargas, Perón y Hugo Chávez.
Para la dirigencia cubana, con su intolerancia
calvinista y su monopolio de la Patria, el poder
absoluto a cualquier precio, minando el camino
a una inevitable transición, es más
que nunca una cuestión de vida o muerte.
Para ello, la carta latinoamericana puede ser
de gran importancia para ayudarle a ganar tiempo
y retrasar el final. cnet/50
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