Gatopardismo
a la cubana
Benigno Nieto. El
Nuevo Herald, 26 de octubre de 2003.
Vientos de expectativas se ciernen sobre Cuba.
La conjunción de personalidades en Miami,
el viaje pagado a Gorbachov, ese ''lobby'' poderoso
que lucha por levantar el embargo, la rara maniobra
de Menoyo, hasta el anuncio del ministro Roque
de que dejarán entrar a los cubanos sin
visa (fácilmente sustituible por otras
contramedidas) indica que se están tramando
cambios. ¿Pero cuáles, la rendición
incondicional del embargo, o con una apertura
calculada, para que nada cambie?
¿Qué tal un gatopardismo a la cubana?
El gatopardo es la novela italiana del siglo
XX que más he admirado. Su autor Giuseppe
Tomasi, siciliano, duque de Palma y príncipe
de Lampedusa, murió en 1957. Murió
inédito, anónimamente. Cuatro años
antes, Lampedusa envió el manuscrito de
su novela a otro siciliano, Elio Vittorino, quien
lo leyó y lo despreció. La belleza
clásica de la prosa, la elegancia y profundidad
sicológica de Lampedusa --ajena al neorrealismo
italiano de la postguerra-- debió crispar
la sensibilidad izquierdista de Vittorini. Para
colmo, Lampedusa era un príncipe. A los
ojos de Vittorini, un aristócrata con ideas
reaccionarias.
En 1958, una amiga del editor Giorgio Bassani
le envió copia de un manuscrito de un autor
desconocido. A Bassani lo deslumbró la
novela, averiguó quién era su autor
y la editorial Feltrinelli la publicó.
El gatopardo fue un best-seller fulminante, un
éxito de crítica y le procuró
fama mundial a su autor. Lampedusa no pudo disfrutarla.
Pero Vittorini, que lo despreció, tuvo
que tragarse las bilis proletarias de sus ''claveles
rojos'' (sus poemas procomunistas), sin coloquio.
¿Qué es el gatopardismo? Un príncipe
siciliano, que es un astrónomo, que es
un reaccionario, que es a la vez católico
y pecador --el Gatopardo inolvidable de la novela--,
ve trastornado su mundo cuando los ''camisas rojas''
de Garibaldi invaden Sicilia, en 1860, año
donde comienza la narración. Para su sorpresa,
entre aquellos invasores garibaldinos, que perturban
sus dominios terrenales y celestiales, el príncipe
encontró enrolado nada menos que a Tancredi,
un sobrino al que quería como un hijo.
El Gatopardo observa los acontecimientos, con
ironía, con irritación, con pesimismo.
Al final entiende que el fogoso Tancredi no es
un aventurero vulgar. Dice tonterías y
al mismo tiempo es la negación de la tontería.
Sin un ápice de pedantería, o dogmatismo,
Lampedusa formula, por boca de Tancredi, un axioma
conservador pero audaz, sobre aquellos ''cambios''
históricos:
"Si queremos que todo siga como está,
es preciso que todo cambie''.
El axioma es refutable, pero no dentro del marco
de la novela. Sin embargo, la historia podría
repetirse en Cuba. Los que conforman el andamiaje
de la dictadura (los militares, los parientes
de Castro, cuadros del Partido, burócratas,
esbirros) observan preocupados cómo la
vejez corroe al monstruo. Presienten, como en
el exilio, como en el mundo, que muerto el Minotauro
terminará su reinado de terror.
Cuba no es comunista. Ni socialista. Es, sucesivamente,
la isla del Dr. Castro, un régimen de apartheid,
un estado neofascista, un presidio donde opositores
pacíficos, periodistas y bibliotecarios
son torturados. Cuba es gobernada y administrada
por una mafia, con territorios de poder delimitados.
La mitad de las industrias (el 49% simbólico)
ya ha sido negociada o vendida, a precios irrisorios,
a capitalistas extranjeros (la tabacalera, la
telefónica, la minería, la tecnología,
hasta la industria del turismo), pero quien lo
controla todo es la nomenclatura castrista.
A Raúl Castro le calculan 250 millones
de dólares. Una fortuna grotesca para un
país de muertos de hambre. ''Un mayor número
de jefes militares se han hecho cargo de ministerios
civiles e importantes industrias'', informa el
boletín de FOCUS. El vasto complejo militar-industrial,
GAESA, provee la infraestructura de servicios
para el turismo (aerolíneas, tiendas, hoteles,
ómnibus, etc.).
¿Quiénes dirigen GAESA? El yerno
de Raúl y el viceministro del MINFAR. Los
nombres no nos interesan. Trabajan para los amos
de la finca, protegidos por una policía
totalitaria. La piñata sandinista fue una
limosna comparada con los enormes negocios que
controlan ''las familias del poder'' en Cuba,
alentadas o toleradas por Castro. Un joven académico
de la diáspora me advierte: "Bueno,
sí, habrá cambios en Cuba, pero
los Castro, los Ramiro Valdés, los Alarcón,
los Almeida y sus familias, formarán parte
del futuro, ¿no?''.
La idea, aunque repugnante, tiene antecedentes
(otro tanto ha sucedido con todas las dictaduras
latinoamericanas). Quizá esa sea la razón
por la que Castro permite esos grupos de poder.
¡Qué le importa que se roben la isla
en pedazos, si él es amo absoluto! Deducirá
que esta institucionalización de la economía,
en manos de sus hermanos, parientes, militares,
ministros y cuadros del partido podría
darle una continuidad histórica al castrismo,
cuando él muera.
Sabemos, por lo ocurrido en China, que a las
transnacionales les importan un pepino los derechos
humanos. Creen que el dinero es el camino hacia
la libertad. Yo, que no quiero hacer de adivinador
(Dante los describió en el Infierno: caminando
con la cabeza volteada hacia atrás, eternamente
mirando sus errores), he formulado un cuestionario
para que el lector opine sobre el futuro de Cuba.
¿Produciría el levantamiento del
embargo mejoras de los derechos humanos y cambios
reales? ¿Admitiría usted una transición
dirigida por Raúl, Ramiro, Lage u otro
semejante? ¿Es el Proyecto Varela el puente
que legitimará a los herederos de Castro
o, por el contrario, el caballo de Troya que derribará
sus privilegios? ¿Aceptaría usted
una amnistía para todos, en beneficio de
la concordia nacional? ¿Se sentiría
feliz con una apertura china, y un gatopardismo
a la cubana? ¿Que todo cambie un poco,
para que todo siga igual?
Hace años leí un graffito en Caracas
que expresa mis sentimientos: Cuando me acuerdo
del futuro me da ganas de llorar.
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