PRENSA INDEPENDIENTE
Octubre 24, 2003

OLA REPRESIVA
Yasser y Agnes

LA HABANA, octubre (cubanet.org) - Yaser nunca se conformó con su destino de muchacho negro de Mantilla, hijo de un albañil. Buscando algo más vagó por la fe religiosa: de la santería a la iglesia pentecostal, pasando por el catolicismo, pero sin hallar respuesta a sus reclamos. Hasta que se hizo rasta.

El culto a la rastafería, a pesar de sus contradicciones, le hizo sentirse orgulloso de ser negro y le dio la certeza de que en su momento, Jah acudirá a salvarlo de la maldad de Babilonia para llevarlo triunfante, con sus hermanos, al hogar de sus ancestros: Etiopía.

Cuando Yaser habla de Babilonia alude a sus precarias condiciones de vida, a los abusos de la policía, a los blancos que se creen superiores, al racismo que no ha muerto, pese a lo que digan la televisión, la escuela y el gobierno.

Pero ahora Yaser tiene otros planes que contradicen la voluntad de Jah o, por lo contrario, reafirman que nada es más grande que él. El rasta de Mantilla está haciendo los papeles para irse a Suecia, a vivir con Agnes.

Agnes, una abogada de 41 años, de Estocolmo, aficionada a viajar por el mundo, siempre soñó tener un ardoroso amante color ébano, como el guerrero ashanti de la foto que preside la sala de su apartamento. Durante años se tuvo que conformar con un mulato salsero que conoció en República Dominicana y que se largó a Barcelona tan pronto hizo el dinero suficiente para crear su propio conjunto.

A Yaser lo conoció caminando por la Habana Vieja. Enseguida pensó en el guerrero africano de la fotografía. Fue flechada por su estatura, su andar de rey del mundo y la mezcla de rabia y tristeza en sus ojos. Luego de una semana de largos recorridos por La Habana y una tórrida sesión amorosa, aderezada con marihuana en una casa alquilada a tal efecto, Yaser quedó deslumbrado con la sueca y ésta concedió al rasta la máxima calificación como aspirante a morador de su piso en Estocolmo.

Después de visitar su superpoblada casa de madera en Mantilla, a Agnes todo le pareció poco para complacer a Yaser. Como por arte de magia aparecieron jeans Levi´s Strauss, un equipo de música, la colección de discos de Bob Marley y paquetes de cerveza Bavaria. Hasta los hábitos alimentarios de Yaser cambiaron: aunque su religión se lo prohíbe, ahora come carne. En su cocina ya nunca falta el aceite.

Agnes permaneció en Cuba una semana más. En su más reciente carta prometió a Yaser un gorro "tam" con los colores de la bandera etíope, comprado en Kingston, Jamaica. Le anuncia, además, que en noviembre estará en Cuba para casarse y llevárselo del brazo a Suecia.

La vida de Yaser ha dado un vuelco para mejor, pero no admite broma ni insinuaciones. Lo suyo es por amor. No le importan las diferencias idiomáticas ni de edad: "Con un poco de español de ella nos entendemos…"

Sólo teme que en Suecia lo miren como a un bicho raro. Le asusta un poco la nueva vida que emprenderá. Agnes ha luchado duro por disipar sus preocupaciones. Yaser sabe que Jah lo socorrerá y llegada la hora lo encontrará en cualquier latitud de Babilonia. Etiopía nunca cambiará, como él, de lugar en el mapa.

Por estos días, Yaser sale poco de su casa. Teme tener algún inoportuno problema con la policía. De marihuana ni hablar. Quiere que sus últimas semanas en Cuba transcurran en paz. La paz que nunca ha tenido en sus 22 años de existencia. cnet/50



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