OLA REPRESIVA
Yasser y Agnes
LA HABANA, octubre (cubanet.org)
- Yaser nunca se conformó con su destino
de muchacho negro de Mantilla, hijo de un albañil.
Buscando algo más vagó por la fe
religiosa: de la santería a la iglesia
pentecostal, pasando por el catolicismo, pero
sin hallar respuesta a sus reclamos. Hasta que
se hizo rasta.
El culto a la rastafería, a pesar de sus
contradicciones, le hizo sentirse orgulloso de
ser negro y le dio la certeza de que en su momento,
Jah acudirá a salvarlo de la maldad de
Babilonia para llevarlo triunfante, con sus hermanos,
al hogar de sus ancestros: Etiopía.
Cuando Yaser habla de Babilonia alude a sus precarias
condiciones de vida, a los abusos de la policía,
a los blancos que se creen superiores, al racismo
que no ha muerto, pese a lo que digan la televisión,
la escuela y el gobierno.
Pero ahora Yaser tiene otros planes que contradicen
la voluntad de Jah o, por lo contrario, reafirman
que nada es más grande que él. El
rasta de Mantilla está haciendo los papeles
para irse a Suecia, a vivir con Agnes.
Agnes, una abogada de 41 años, de Estocolmo,
aficionada a viajar por el mundo, siempre soñó
tener un ardoroso amante color ébano, como
el guerrero ashanti de la foto que preside la
sala de su apartamento. Durante años se
tuvo que conformar con un mulato salsero que conoció
en República Dominicana y que se largó
a Barcelona tan pronto hizo el dinero suficiente
para crear su propio conjunto.
A Yaser lo conoció caminando por la Habana
Vieja. Enseguida pensó en el guerrero africano
de la fotografía. Fue flechada por su estatura,
su andar de rey del mundo y la mezcla de rabia
y tristeza en sus ojos. Luego de una semana de
largos recorridos por La Habana y una tórrida
sesión amorosa, aderezada con marihuana
en una casa alquilada a tal efecto, Yaser quedó
deslumbrado con la sueca y ésta concedió
al rasta la máxima calificación
como aspirante a morador de su piso en Estocolmo.
Después de visitar su superpoblada casa
de madera en Mantilla, a Agnes todo le pareció
poco para complacer a Yaser. Como por arte de
magia aparecieron jeans Levi´s Strauss,
un equipo de música, la colección
de discos de Bob Marley y paquetes de cerveza
Bavaria. Hasta los hábitos alimentarios
de Yaser cambiaron: aunque su religión
se lo prohíbe, ahora come carne. En su
cocina ya nunca falta el aceite.
Agnes permaneció en Cuba una semana más.
En su más reciente carta prometió
a Yaser un gorro "tam" con los colores
de la bandera etíope, comprado en Kingston,
Jamaica. Le anuncia, además, que en noviembre
estará en Cuba para casarse y llevárselo
del brazo a Suecia.
La vida de Yaser ha dado un vuelco para mejor,
pero no admite broma ni insinuaciones. Lo suyo
es por amor. No le importan las diferencias idiomáticas
ni de edad: "Con un poco de español
de ella nos entendemos
"
Sólo teme que en Suecia lo miren como
a un bicho raro. Le asusta un poco la nueva vida
que emprenderá. Agnes ha luchado duro por
disipar sus preocupaciones. Yaser sabe que Jah
lo socorrerá y llegada la hora lo encontrará
en cualquier latitud de Babilonia. Etiopía
nunca cambiará, como él, de lugar
en el mapa.
Por estos días, Yaser sale poco de su
casa. Teme tener algún inoportuno problema
con la policía. De marihuana ni hablar.
Quiere que sus últimas semanas en Cuba
transcurran en paz. La paz que nunca ha tenido
en sus 22 años de existencia. cnet/50
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