RELIGION
Reflexiones en torno a una pastoral
LA HABANA, octubre (www.cubanet.org)
- Teniendo como punto de partida la carta pastoral
"El Amor Todo lo Espera" promulgada
hace diez años, la nueva carta presentada
por los obispos de la Iglesia Católica
el pasado ocho de septiembre constituye una exposición
más amplia y rigurosa.
La carta pastoral de septiembre 2003 está
fundamentada teológicamente a manera de
una instrucción pastoral dirigida a los
miembros de esta institución, incluyendo
a los laicos, y ha recibido críticas favorables
en cuanto al nivel del juicio emitido sobre la
problemática socioeconómica que
afecta a la sociedad. Se le han señalado
como defectos el uso de un lenguaje a veces denso
y tal vez poco comprensible, para una feligresía
ajena a los términos eclesiales y teológicos
que abundan en las páginas del documento.
También ha sido criticada por ciertas incoherencias
o contradicciones que se aprecian entre lo que
se expresa en unos párrafos y lo que se
añade en otros, así como entre lo
que dice en algunas partes la instrucción
y la actuación real ante esas mismas situaciones,
referido esto al papel del laico en la sociedad.
Mientras su antecesora recibió el ataque
directo y las invectivas de la prensa oficial
mediante las opiniones virulentas de periodistas
y algunas destacadas personalidades del mundo
de la cultura, llama la atención el silencio
mantenido hasta ahora por esos mismos medios.
Resulta positivo que la jerarquía de la
Iglesia de Cuba reconozca de manera pública
los problemas que afectan a la población,
sumida en una situación de desesperanza
y angustia. Mientras por una parte manifiesta
el nivel de apertura logrado, sobre todo en los
aspectos económicos, en los años
que antecedieron a la visita de Juan Pablo II,
que de alguna manera contribuyeron al logro de
ese evento, por otra parte contrasta el nivel
de inmovilismo mantenido en la apertura sociopolítica,
tan necesaria como la primera para un mejor desenvolvimiento
del país. Además señala la
falta de voluntad para mantener aquellos ligeros
cambios logrados y destaca el proceso de retroceso
y la acentuación del lenguaje opresivo
e intolerante impuesto en lo que se conoce como
"la batalla de ideas", y que no es más
que una campaña ideológica donde
impera el clima de odio, desconfianza y desinformación.
Las palabras de Su Santidad expresadas a su arribo
a la Isla sobre la necesidad de la apertura de
Cuba al mundo y del mundo hacia Cuba, interpretada
a la manera de cada cual, se explican en su verdadero
sentido. Si bien es necesario que el mundo permita
a Cuba el acceso a las vías de desarrollo
normales, también es imprescindible que
el país caribeño permita las normas
de derecho y democracia inherentes a todo ser
humano. No se trata de abrir paso a los capitales
foráneos para la satisfacción de
intereses egoístas, garantizando su desenvolvimiento
con la falta de derechos que tienen los cubanos.
Donde no existe la libertad de expresión
y abunda el irrespeto de los derechos, difícilmente
se logrará un crecimiento económico
y social que posibilite un disfrute armónico
del bien común. Los Obispos cubanos patentizan
su conciencia de esta verdad irrefutable.
Resaltan los prelados de la Iglesia las consecuencias
de la política sostenida por el Estado
en su actuación como controlador absoluto
de la sociedad, y la actitud mantenida contra
aquellos miembros de la sociedad que tratan de
manifestar su desacuerdo con la política
oficial del sistema. Menciona de forma directa
al grupo de opositores y periodistas independientes
condenados a largas penas de cárcel por
su disentimiento, y piden un gesto de clemencia
hacia ellos. El uso de la palabra clemencia ha
creado cierto desacuerdo entre numerosas personas
que hubieran preferido la utilización del
término "justicia".
La parte del documento dedicada a fundamentar
la misión de la Iglesia desde una visión
teológica, así como el servicio
concreto de ésta a la sociedad y el compromiso
del laico en el mundo de la política, resulta
el núcleo de la carta y el punto más
controversial. Hay que tener en cuenta que al
menos en diez ocasiones se expone en sus líneas
el distanciamiento de la Iglesia del mundo de
la política. Por otra parte, habla de la
necesidad de la presencia del cristiano en el
campo socio político y su participación
vital en las situaciones donde se atente contra
los derechos fundamentales del ser humano. Ante
esto la Iglesia no puede ser neutral, señala
la carta, y lo sostiene en un párrafo muy
interesante tomado del Sínodo de Obispos
celebrado en 1971, donde se habla de la necesidad
de actuar cuando están en juego los derechos
humanos, arbitrando medios que estén conformes
al Evangelio para lograr esos derechos con caridad
y espíritu de reconciliación.
En una parte se dice que la Iglesia no se adhiere
a determinado Proyecto (lo escribe con mayúscula),
aunque sí reconoce el valor de los ciudadanos
al optar libremente por el proyecto social que
más deseen. No queda aclarado si se refiere
al Proyecto Varela. En algunos artículos
publicados en revistas eclesiales cubanas se ha
dicho que la Iglesia no puede pronunciarse por
un proyecto en específico, y se han puesto
como ejemplos el antes referido, equiparándolo
al "Juramento de Baragua", reafirmación
gubernamental del actual estado de cosas, y al
documento "La Patria es de Todos", llamamiento
firmado por un grupo de opositores encarcelados
después de su publicación. Los promotores
del Varela jamás pidieron a la jerarquía
de la Iglesia su apoyo explicito, pero el contenido
del proyecto cívico presenta los aspectos
que la misma Iglesia defiende como necesarios
para lograr un futuro mejor. Queda la pregunta
del por qué no se menciona en esta instrucción
pastoral al Proyecto Varela, que es un hecho concreto
que esté siendo respaldado, incluso por
los católicos cubanos, entre varios exponentes
de la sociedad civil de la nación.
Finalmente la carta propone de manera abierta
a la Iglesia cubana como camino de reconciliación
nacional a fin de lograr un diálogo que
posibilite la solución a los conflictos
que enfrentan los cubanos. Resume un grupo de
problemas y propuestas que requieren una atención
especial y que son:
- Libertad religiosa que supere la llamada libertad
de cultos que existe hoy, y que incluya la participación
social de los cristianos en el entramado de la
vida sociopolítica de Cuba, reconociendo
la obra evangélica de la Iglesia con todo
lo que ello implica, que comprende su participación
en la educación y el acceso a todos los
medios de comunicación social.
- Reconocimiento de los Obispos Católicos
como los primeros interlocutores del diálogo
que compete a la Iglesia con las autoridades civiles
e instancias que ayuden a superar las dificultades
que nos afectan.
- El compromiso del pueblo cristiano en la reconciliación
de la sociedad. En este punto parece adelantarse
la idea o propuesta de desarrollar una pastoral
de reconciliación que posibilite la sanación
de las heridas históricas que sangran en
nuestro pueblo, idea en la que se incluye a los
cubanos de la diáspora.
La concreción de una propuesta a partir
de la reflexión hecha es uno de los puntos
que diferencian este documento al emitido hace
una década. Sólo falta que no se
demore la aplicación de las enseñanzas
y los aspectos señalados, que posibiliten
la movilización de la conciencia cívica,
teniendo en cuenta la presencia de aquellos laicos
que han asumido un rol en el mundo de la política
, afrontando toda suerte de incomprensiones, marginación
y hasta persecución, sin dejar de ser fieles
al llamado del Evangelio. De nada vale lo expresado
en este documento si las personas no asumen el
protagonismo que les corresponde. Quedará
como un escrito iluminador e histórico,
pero si queda en la sola reflexión sin
la aplicación en la vivencia personal,
no ayudará a mover la historia nacional.
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