PRENSA INDEPENDIENTE
Octubre 22, 2003

RELIGION
Reflexiones en torno a una pastoral

LA HABANA, octubre (www.cubanet.org) - Teniendo como punto de partida la carta pastoral "El Amor Todo lo Espera" promulgada hace diez años, la nueva carta presentada por los obispos de la Iglesia Católica el pasado ocho de septiembre constituye una exposición más amplia y rigurosa.

La carta pastoral de septiembre 2003 está fundamentada teológicamente a manera de una instrucción pastoral dirigida a los miembros de esta institución, incluyendo a los laicos, y ha recibido críticas favorables en cuanto al nivel del juicio emitido sobre la problemática socioeconómica que afecta a la sociedad. Se le han señalado como defectos el uso de un lenguaje a veces denso y tal vez poco comprensible, para una feligresía ajena a los términos eclesiales y teológicos que abundan en las páginas del documento. También ha sido criticada por ciertas incoherencias o contradicciones que se aprecian entre lo que se expresa en unos párrafos y lo que se añade en otros, así como entre lo que dice en algunas partes la instrucción y la actuación real ante esas mismas situaciones, referido esto al papel del laico en la sociedad.

Mientras su antecesora recibió el ataque directo y las invectivas de la prensa oficial mediante las opiniones virulentas de periodistas y algunas destacadas personalidades del mundo de la cultura, llama la atención el silencio mantenido hasta ahora por esos mismos medios.

Resulta positivo que la jerarquía de la Iglesia de Cuba reconozca de manera pública los problemas que afectan a la población, sumida en una situación de desesperanza y angustia. Mientras por una parte manifiesta el nivel de apertura logrado, sobre todo en los aspectos económicos, en los años que antecedieron a la visita de Juan Pablo II, que de alguna manera contribuyeron al logro de ese evento, por otra parte contrasta el nivel de inmovilismo mantenido en la apertura sociopolítica, tan necesaria como la primera para un mejor desenvolvimiento del país. Además señala la falta de voluntad para mantener aquellos ligeros cambios logrados y destaca el proceso de retroceso y la acentuación del lenguaje opresivo e intolerante impuesto en lo que se conoce como "la batalla de ideas", y que no es más que una campaña ideológica donde impera el clima de odio, desconfianza y desinformación. Las palabras de Su Santidad expresadas a su arribo a la Isla sobre la necesidad de la apertura de Cuba al mundo y del mundo hacia Cuba, interpretada a la manera de cada cual, se explican en su verdadero sentido. Si bien es necesario que el mundo permita a Cuba el acceso a las vías de desarrollo normales, también es imprescindible que el país caribeño permita las normas de derecho y democracia inherentes a todo ser humano. No se trata de abrir paso a los capitales foráneos para la satisfacción de intereses egoístas, garantizando su desenvolvimiento con la falta de derechos que tienen los cubanos.

Donde no existe la libertad de expresión y abunda el irrespeto de los derechos, difícilmente se logrará un crecimiento económico y social que posibilite un disfrute armónico del bien común. Los Obispos cubanos patentizan su conciencia de esta verdad irrefutable.

Resaltan los prelados de la Iglesia las consecuencias de la política sostenida por el Estado en su actuación como controlador absoluto de la sociedad, y la actitud mantenida contra aquellos miembros de la sociedad que tratan de manifestar su desacuerdo con la política oficial del sistema. Menciona de forma directa al grupo de opositores y periodistas independientes condenados a largas penas de cárcel por su disentimiento, y piden un gesto de clemencia hacia ellos. El uso de la palabra clemencia ha creado cierto desacuerdo entre numerosas personas que hubieran preferido la utilización del término "justicia".

La parte del documento dedicada a fundamentar la misión de la Iglesia desde una visión teológica, así como el servicio concreto de ésta a la sociedad y el compromiso del laico en el mundo de la política, resulta el núcleo de la carta y el punto más controversial. Hay que tener en cuenta que al menos en diez ocasiones se expone en sus líneas el distanciamiento de la Iglesia del mundo de la política. Por otra parte, habla de la necesidad de la presencia del cristiano en el campo socio político y su participación vital en las situaciones donde se atente contra los derechos fundamentales del ser humano. Ante esto la Iglesia no puede ser neutral, señala la carta, y lo sostiene en un párrafo muy interesante tomado del Sínodo de Obispos celebrado en 1971, donde se habla de la necesidad de actuar cuando están en juego los derechos humanos, arbitrando medios que estén conformes al Evangelio para lograr esos derechos con caridad y espíritu de reconciliación.

En una parte se dice que la Iglesia no se adhiere a determinado Proyecto (lo escribe con mayúscula), aunque sí reconoce el valor de los ciudadanos al optar libremente por el proyecto social que más deseen. No queda aclarado si se refiere al Proyecto Varela. En algunos artículos publicados en revistas eclesiales cubanas se ha dicho que la Iglesia no puede pronunciarse por un proyecto en específico, y se han puesto como ejemplos el antes referido, equiparándolo al "Juramento de Baragua", reafirmación gubernamental del actual estado de cosas, y al documento "La Patria es de Todos", llamamiento firmado por un grupo de opositores encarcelados después de su publicación. Los promotores del Varela jamás pidieron a la jerarquía de la Iglesia su apoyo explicito, pero el contenido del proyecto cívico presenta los aspectos que la misma Iglesia defiende como necesarios para lograr un futuro mejor. Queda la pregunta del por qué no se menciona en esta instrucción pastoral al Proyecto Varela, que es un hecho concreto que esté siendo respaldado, incluso por los católicos cubanos, entre varios exponentes de la sociedad civil de la nación.

Finalmente la carta propone de manera abierta a la Iglesia cubana como camino de reconciliación nacional a fin de lograr un diálogo que posibilite la solución a los conflictos que enfrentan los cubanos. Resume un grupo de problemas y propuestas que requieren una atención especial y que son:

- Libertad religiosa que supere la llamada libertad de cultos que existe hoy, y que incluya la participación social de los cristianos en el entramado de la vida sociopolítica de Cuba, reconociendo la obra evangélica de la Iglesia con todo lo que ello implica, que comprende su participación en la educación y el acceso a todos los medios de comunicación social.

- Reconocimiento de los Obispos Católicos como los primeros interlocutores del diálogo que compete a la Iglesia con las autoridades civiles e instancias que ayuden a superar las dificultades que nos afectan.

- El compromiso del pueblo cristiano en la reconciliación de la sociedad. En este punto parece adelantarse la idea o propuesta de desarrollar una pastoral de reconciliación que posibilite la sanación de las heridas históricas que sangran en nuestro pueblo, idea en la que se incluye a los cubanos de la diáspora.

La concreción de una propuesta a partir de la reflexión hecha es uno de los puntos que diferencian este documento al emitido hace una década. Sólo falta que no se demore la aplicación de las enseñanzas y los aspectos señalados, que posibiliten la movilización de la conciencia cívica, teniendo en cuenta la presencia de aquellos laicos que han asumido un rol en el mundo de la política , afrontando toda suerte de incomprensiones, marginación y hasta persecución, sin dejar de ser fieles al llamado del Evangelio. De nada vale lo expresado en este documento si las personas no asumen el protagonismo que les corresponde. Quedará como un escrito iluminador e histórico, pero si queda en la sola reflexión sin la aplicación en la vivencia personal, no ayudará a mover la historia nacional. cnet/43



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