PRENSA INDEPENDIENTE
Octubre 22, 2003

POLITICA
La disculpa (tácita) de Saramago

LA HABANA, octubre (www.cubanet.org) - Fidel Castro acaba de recibir la tácita disculpa pública de José Saramago. En una entrevista concedida al diario Juventud Rebelde, órgano de la Juventud Comunista cubana, y aparecida el pasado domingo, el Nobel portugués declaró que no había roto con Cuba, aunque se reservaba el derecho de decir lo que piensa "y decirlo cuando entienda que debo decirlo".

Menos de seis meses después de su breve mensaje "Hasta aquí he llegado", donde anunciaba su ruptura con el régimen comunista imperante en la Isla y del cual se hicieron eco los más importantes medios de prensa del planeta, ahora Saramago recibe en su casa de Lanzarote a una periodista enviada por La Habana -en compañía de la embajadora en Madrid, además- y le muestra el video de su amistoso encuentro con el caudillo en 1999, además de reiterarle que sigue siendo "amigo de Cuba".

Pero lo más interesante de todo quizás sea que por ningún lugar de sus palabras emerge huella alguna de arrepentimiento por aquella estocada a Castro. No. Saramago es muy inteligente, pero su contrincante en esta suerte de esgrima verbal lo supera. Otra vez la tortuga y el viejo zorro, así, frente a frente. Bastaba con arrancarle un par de parrafadas contra la democracia y ya está, Castro se llevaría otra de sus pequeñas victorias ante los intelectuales, esos seres incómodos, esos canallas.

Ya sabemos que la izquierda suele admirar con tozudez. Uno de sus iconos predilectos, década tras década, ha sido la Revolución cubana. Les cuesta zafarse de amor tan intenso y a la vez -rara cosa- tan poco restaurador, tan trágico. Podría decirse que tiene algo de masoquismo si no fuera porque desafina un tanto la imagen de un masoquista en un balneario de las Canarias.

Mucho tardó el autor de Ensayo sobre la ceguera para abrir los ojos sobre Cuba. Demasiado. El propio escritor lo refiere en la entrevista: "Todo en mi vida sucedió tarde". Pero Saramago parecía haber despertado y lo hizo con sinceridad. Había conmovido. Por fin algún ilustre representante de la izquierda autoritaria europea se decidía a "marcar su raya", como dijo Carlos Fuentes. "Cuba que siga su camino, yo me quedo", había apuntado el portugués. Y no hace falta que ahora quiera deslindar lo que Castro ha tratado de unir para la eternidad: Isla, Sociedad, Revolución, Partido, Historia. Todo eso y aún más se engloba en Cuba bajo su nombre de guerra.

El viejo zorro estaba esperando este momento. Su desquite no era tanto con el escritor -ésos no tienen remedio, dirá-, sino con quienes en el mundo, y sobre todo aquí en la Isla sintieron que alguien de veras importante pedía democracia por ellos y se identificaba honestamente con un pueblo que sufre. Algunos creyeron que se trataba de la más notable ruptura pública de un intelectual desde el caso Padilla.

Le envió a una periodista probada en argucias de toda laya, buena para manipulaciones y mejor para ocultamientos. Lectora suya además, lo cita siempre en sus artículos. También hermosa, porque el viejo rostro de arrugas del castrismo tiene que ir borrándose de a poco. Se trata de la feliz autora del libro Los disidentes, que seguramente Saramago no leyó, el primer escalón de lo que ya parece una campaña para desprestigiar todo cuanto huela a oposición, a diferencia; tal vez la mejor muestra de lo que puede lograr el terror policial en un país que se dice socialista.

Y en la trampa de ese desquite cayó Saramago, quien de paso le hace un feo ademán a los cubanos. Desde la democracia que disfruta, desde la libertad que su ¿todavía admirado? dictador le niega a su gente, dedica unos cuantos párrafos a desbarrar de la democracia y la libertad como si tal cosa, de manera que ya al final de la entrevista, cuando elogia la Declaración Universal de los Derechos Humanos y dice: "Cúmplanlos", qué carajo, el mal está hecho.

Si alguna crítica deslizó Saramago en sus palabras, la censura la borró, claro está. No olvidar que en Cuba jamás se publicó aquel mensaje, pero sí las numerosas diatribas -siempre ocupando toda página del Granma- que varios cerebros de la izquierda latinoamericana le endilgaron en respuesta a tamaña insolencia.

Pero todavía la jugada de Castro podía dar para más. Y dio. En sus respuestas de demócrata arrepentido, Saramago dedica duras palabras a la Iglesia Católica. ¡Bingo!, habrá dicho el caudillo. No hace veinte días, en otra entrevista realizada por su reportera estrella allá en España y publicada en esas mismas páginas, la escritora Rosa Regás repite lo que el Comandante se muere por escuchar: "La Iglesia Católica siempre ha estado al lado de los fascistas". ¿Hacía falta desgastarse en respuestas oficiales al último mensaje pastoral de los obispos cubanos dado a conocer el pasado 8 de septiembre?

Voces que despotriquen contra la democracia y la Iglesia Católica, y además contra las libertades todas, el pluripartidismo, la sociedad civil, la economía de mercado y el estado de derecho es lo que nunca le ha faltado al cubano en estos cuarenta años. Triste es comprobar que a estas alturas algunos se sumen a maniobras desacreditadoras de justamente todo lo que carecemos en Cuba, pero más triste es aún que la inteligencia deba disculparse por ser sincera. cnet49



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