REPRESION
Los tres mosqueteros más uno (II)
LA HABANA, octubre (www.cubanet.org)
- A su llegada a la ciudad de los tinajones aquel
28 de octubre procedente de La Habana, Camilo
se dedicó a interrogar a los hombres que
Enrique Mendoza utilizó para el montaje
del operativo de la renuncia de Matos convertida
en traición en una noche. Osvaldo Sánchez,
jefe de la Seguridad del Estado, le informó
a Raúl de las actividades de Camilo esa
tarde en Camagüey. Las investigaciones de
Cienfuegos ponían en duda al teatro montado
por Mendoza. Alarmada la Seguridad del Estado,
Raúl y el propio Fidel, amplios conocedores
de la honestidad del carismático comandante,
consideraron que su versión en el juicio
podía ser peligrosa. Quizás con
esas investigaciones -como afirma Carlos Franqui-
"Camilo cavaba su propia tumba". El
ardid fue preparado en el vuelo de regreso de
la capital camagüeyana, de donde salió
a las 6:01 en su Cessna 310, número FAR-53
de 5 plazas, bimotor, colores crema y vino (blanco
y rojo) en dirección a la capital de la
República donde debió llegar a las
8:30 de la noche. El propio Castro dirigió
el operativo e incluso llegó a aceptar
la ayuda de aviones americanos, en la búsqueda
del Señor de la Vanguardia, "el hombre
de la sonrisa amplia" y el más popular
y querido de los nuevos actores cubanos.
La infructuosa búsqueda se desarrolló
por todo el archipiélago cubano y aguas
adyacentes, especialmente el norte de Las Villas
y Matanzas e incluyó además las
islas de Bahamas. El observatorio meteorológico
reportó -según la versión
oficial dada por Castro el 12 de noviembre por
la televisión- que efectivamente hubo una
zona de mal tiempo en el sur de las provincias
de Las Villas y Matanzas, confirmado por un avión
See Fury, que había volado ese miércoles
por el área. También se tenía
noticias de un avión que sobrevoló,
aproximadamente a las 8 de la noche sobre el central
Punta Alegre, el cual había hecho señales,
pero se pensó en otra actividad enemiga.
El buque de bandera española "Virginia
de Churruca" reportó que a 60 millas
al norte de Caibarién, picando las 6:30
pm ese día, divisó un avión
blanco y rojo, bimotor, sin iluminación
en dirección noroeste, directamente hacia
el sur de la Florida. Concluía el informe
televisivo del Primer Ministro puntualizando:
"Hay que aceptar que el compañero
cae cumpliendo el deber", cerrándose
así el caso, sin depurar responsabilidades.
Nacido el 6 de febrero de 1932 en el barrio capitalino
de la Víbora, contaba al morir con apenas
27 años. Fue el primer comandante barbudo
que vieron los habaneros cuando entró en
la capital el 2 de enero de l959. Joven de negra
barba y larga melena, tenía aire de Cristo
rumbero, alegre, sonriente, sencillo, sin manías
de grandeza; un hombre de pueblo. En su contra
tenía el haber firmado unos documentos
de solicitud voluntaria para ingresar en el ejército
norteamericano y que no se había formado
en el embrión del Moncada. Había
ganado sus grados por su proeza y valor. Representaba,
según lo define Carlos Franqui en su libro
Camilo Cienfuegos, "la opción popular
reformista y humanista de la Revolución
que buscaba Cuba desde Félix Varela, Agramante,
Martí, Calixto García como gestores
decimonónicos de la nación cubana,
hasta Guiteras, Chibás, Echeverría
o Frank País en el siglo XX". Camilo
rechazaba la acción caudillista y militarista
de Fidel, el comunismo de Raúl y el marxismo
de Guevara.
Dos días antes de su desaparición
física, en el acto celebrado aquel 26 de
octubre frente al Palacio Presidencial, a su llegada,
Camilo recibe una gran ovación que no terminaba
nunca, mayor que la otorgada a Fidel. Camilo trata
de tranquilizar al máximo jefe diciéndole
que aquella ovación no era para él,
sino para la Revolución. Por primera vez
se siente amenazado, sabiéndose testigo
del juicio que se avecinaba contra su amigo Huber
Matos.
Con el amainar de las directivas y los aluviones
de verbales contra los enemigos del pueblo, tiempos
verdaderamente tumultuosos, se acercaba el fin
del año. cnet/46
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