PRENSA INDEPENDIENTE
Octubre 21, 2003

HISTORIA
La crisis de los cohetes

LA HABANA, octubre (www.cubanet.org) - El pasado año, al cumplirse el aniversario 40 de la llamada Crisis de los Cohetes, pero que aquí siempre ha sido denominada Crisis de Octubre, se reunieron en La Habana los principales protagonistas de aquel suceso.

Entre otras definiciones, se suele decir que la política es el arte de lo imposible. Tal aseveración parece hacerse realidad cuando se ven, sentados en una misma mesa, a los que otrora fueron encarnizados enemigos. Pero además del formidable poder de convocatoria de la política y de la necesaria y atrayente investigación histórica, cualquier pretexto puede ser esgrimido para veranear un poco por estas tierras de sol y playas, de esbeltos mulatos y mulatas (según los gustos o preferencias). Siempre creí que si de algún evento histórico se posee suficiente documentación y testimonios, es sobre la Crisis de los misiles.

Por mi parte, recuerdo con suficiente nitidez los pormenores de aquellos días, vistos a través de un hombre muy joven y de sencilla posición social.

Desde mediados de 1962 el gobierno cubano negaba enfáticamente las reiteradas insinuaciones y acusaciones lanzadas por los Estados Unidos, en el sentido de que la entonces Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), estaba introduciendo, subrepticiamente, misiles nucleares en territorio cubano con el propósito de establecer una base nuclear en nuestro país, y a las puertas mismas del territorio norteamericano.

El régimen cubano negaba tal acusación calificándola de falsa, mentirosa y destinada a desacreditar a la revolución. Aseguraba que los barcos soviéticos no descargaban misiles en nuestros puertos, sino carne rusa enlatada y frijoles colorados de Ucrania, enviados por los hermanos soviéticos como desinteresado gesto de internacionalismo proletario frente a los siniestros intentos del Imperialismo de matar a nuestro pueblo por hambre.

Pero cuando el 22 de octubre de 1962 el entonces presidente Kennedy presentaba ante el mundo pruebas irrefutables de los hechos y establecía un bloqueo naval a la Isla, el gobierno empezaba a hablar de "armas estratégicas". Nunca de misiles y cohetes. Estas eras palabras prohibidas, y aún lo son.

La movilización militar del país se generalizaba. El Malecón habanero se llenaba de baterías antiaéreas, llamadas "cuatro bocas", y a lo largo de todo el litoral se emplazaban cañones de largo alcance, camuflados y protegidos por sacos de arena. En la calle había poca presencia de hombres y mujeres, pues buena parte de ellos se encontraba atrincherada por todo el país.

Días después el gobierno cubano hablaba del asunto de manera oficial y diferenciada, denunciando y rechazando el acuerdo al alcanzado entre Kennedy y Kruschev, en virtud del cual lo dos colosos nucleares lograban un entendimiento, llevándose las armas de nuestro suelo nacional. Fue así como la cólera del castrismo alzaba su verbo encendido de ira y las multitudes gritaban en las calles "Nikita, Nikita, mariquita, lo que se da no se quita".

Hoy, con más edad y madurez mental, comprendo la gravedad de aquellos acontecimientos y el inminente peligro que se cernía sobre todos. Prácticamente Cuba hubiera desaparecido de la faz de la tierra de haberse consumado un enfrentamiento nuclear. La devastación mundial que tal catástrofe hubiese concitado resulta inimaginable.

A 41 años de aquellos sucesos se impone una reflexión: ¿Cómo es posible que 7 millones de cubanos hubiesen estado al borde del exterminio sin haber sido informados del peligro real que les acechaba? ¿En nombre de qué ideología o razón puede disponerse de la vida humana?

Porque si aún existiera en el mundo una razón suficiente que justificara el holocausto de una nación, incluyendo a su realidad biológica e inanimada, habría que inquirir sobre el consentimiento individual y colectivo, pues los estados y gobiernos están en el deber de proteger la vida humana, pero no facultados para disponer de ella. cnet/03



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