DESDE
LA CARCEL
"La honra del pueblo cubano se impondrá": Manuel
Vázquez Portal
LA HABANA, octubre (www.cubanet.org)
- "Sumergido en las tinieblas apacibles de
mi celda -para qué describirte su inmundez-
y acompañado de alimañas que buscan
su alimento en la penumbra e insectos que me escuecen
la piel, imagino el futuro de Cuba", señala
el poeta y periodista Manuel Vázquez Portal,
condenado a 18 años de prisión,
en carta a su esposa desde la cárcel.
Cárcel de Aguadores, 24 de Septiembre
de 2003
Señora Yolanda Hurerga Cedeño.
Pucha Querida:
Pensar, como bien sabes, siempre ha sido riesgoso;
pero, como también conoces, porque lo sufrimos,
en Cuba pensar ha devenido tabú, y expresar
el pensamiento un crimen. Yo soy la prueba fehaciente,
tangible. Si sufro las penurias de la cárcel
se debe a esa legislación macabra, diabólica,
que impone el totalitarismo, donde la única
defensa es sumarse, con mansedumbre de cordero,
o arrepentirse -si públicamente mejor,
con toda la carga de humillante denigración
que supone el acto- de lo que se piensa y se ha
expresado.
¿Qué tipo de libertad es ésa
que propagan los medios oficiales y que no nos
permite siquiera la posibilidad de ser nosotros
mismos? ¿A dónde va un país
que mata en sus ciudadanos la capacidad que hace
del hombre un ser superior frente a los demás
animales?
¿Acaso aspira el gobierno cubano a que
la nación se vea poblada de borricos dóciles
que trasladen la carga sin más conciencia
que la de aceptar la irremediabilidad de su condición
de bestias subordinadas al imperio de quien, como
a una recua, los conduce hacia el despeñadero?
Triste, dolorosa es la imagen que brinda nuestro
país. Como piedra de Sísifo lleva
Cuba su presente: Los pies rencos, el hombro desollado.
Es mucho el peso, la carga le dobla el espinazo,
las fuerzas que le restan sólo debe usarlas
para arrojar el terco basalto lejos de su cuerpo
molido. Es la hora -aunque parezca maniqueo- de
las únicas dos opciones prudentes: se despoja
de la carga con valentía o la arrastra
con resignación de manso asno. No hay más,
la testarudez de quien nos arría con látigo
de retórica falaz y violentos trallazos
de odio, no admite matices.
Y estoy seguro de que la altivez, la honra del
pueblo cubano se impondrá al servilismo
y la mansedumbre. Cierto es que Cuba es tardía
para las decisiones de independencia; basta recordar-
lejos de toda matización académica-
que fue la última colonia española
en rebelarse contra la corona, y que ha sido-
aun sigue siendo- el último de los epígonos
de un totalitarismo retardatario y sombrío
que lastra la conciencia e impide el desarrollo;
pero llegado el instante supremo no duda en dar
la batalla. Sólo ruego a Dios que no sea
sangrienta, aún contra la voluntad guerrerista
del imperatorcillo con ínfulas de César.
(Un paréntesis: Ayer -qué ignorancia
la mía- descubrí que César,
en lengua púnica viene significando elefante
Dios mío, con lo longevo que son los elefantes).
La sociedad cubana está harta, hastiada
de muertes innecesaria e inútiles. ¿Cuántos
cubanos murieron en el Congo, en Bolivia, en Angola,
en Etiopía, en Argelia, en Somalia, en
Nicaragua, para qué sirvieron sus muertes?
¿Cuál ha sido el resultado de tanta
exportación de guerrillas? Ojalá
este siglo nos permita una vida sosegada, nos
premie con una transición pacífica
que traiga, sin cobrar vida de cubano noble, alegre,
laborioso, la estabilidad, la prosperidad y los
derechos que ansiamos.
Puchita, en las noches, cuando ya el desquiciante
barullo de presos famélicos y esquizoides
cesa, sueño despierto. Sumergido en las
tinieblas apacibles de mi celda -para qué
describirte su inmundez- y acompañado de
alimañas que buscan su alimento en la penumbra
e insectos que me escuecen la piel, imagino el
futuro de Cuba. Proyecto, desde mi condición
de ignaro jurista, una constitución donde
la proscripción primera sea la de la tiranía
con pilares legales de irrevocabilidad; donde
la ley primera sea la conjugación armónica
de los intereses generales de la nación
con los intereses individuales de cada ciudadano;
donde la libertad de expresión, de culto,
de movimiento, de afiliación política,
de empleo, de doctrina, de educación, sea,
si cabe el termino, sagrada. Compongo una economía
donde el primer beneficiario sea el ciudadano
emprendedor que, con sus talentos, su tesón,
su honradez, su sentido práctico, su capacidad
de inversión, su prudencia administrativa,
su visión empresarial, sea capaz de producir
bienes y servicios que redunden en la satisfacción
de sus aspiraciones personales y aporten, por
medio de un aparato fiscal eficiente e inmunizado
contra la corrupción que por siglos ha
minado las naciones, dividendos abundantes a la
economía general con que se establezcan
presupuestos que garanticen el bienestar del sector
menos próspero de la sociedad. Barrunto
una política interior en la cual cada ciudadano
participe desprejuiciadamente, sin mordazas ni
presiones externas que lo conviertan en marioneta,
en la composición de un gobierno que lo
represente realmente, sin que ningún sector
de la ciudadanía- ya minoritario o mayoritario-
quede excluido, una política exterior sintonizada
con la tendencia mundial de paz, desarrollo sostenible,
celo por el medio ambiente, respeto por la soberanía
nacional, la autodeterminación y disfrute
de las culturas locales y universal, una política
exterior que nos empariente con el resto del mundo,
en condiciones de igualdad e intercambios favorables
para ambas partes, sin que por ello se vea a la
nación subordinada a intereses espurios,
y marche, con todos los hombres y todas las naciones,
hacia un futuro de paz y plenitud. Un futuro en
el que el planeta todo sea la patria de la humanidad
toda, y la especie humana logre por fin el derrumbe
de todas las aprisionantes geográficas
e ideológicas, que mantienen al hombre
actual en estrecho, convulso y frágil redil,
por cuanta rapiña voraz y egoísta
nace del miserable afán de preponderancia,
ya personal, étnico o nacional, que se
imagine elegido para regir el destino de todos.
¿Quién puede asegurar, con seguridad
apostólica, que el paraíso prometido
por Dios es un mínimo jardín ubicado
en una longitud determinada de la tierra, no será
todo el planeta el Edén prometido? ¿Por
qué creer que el templo sagrado debe ser
erigido en un sitio limitado, no será Jerusalén
uno de los tantos símbolos de la parábola
divina, y el Jerusalén verdadero sea el
planeta todo, desde el cual debemos a prestarnos
a glorificar a Dios? ¿Y cuál es
la mejor manera de glorificar a Dios sino cuidando
de sus criaturas preferidas: los hombres?
Como ves, Puchita mía, mi celda no es
una madriguera turbia de rencores y propósitos
de venganza, no es el emporio donde se encuban
resquemores, lamentos, pretensiones banales, ajustes
de cuenta sanguinarios, no es el cubil donde germinan
crueldades, egoísmos, represiones; es la
sementera donde nacen -me nacen- cada día
más ansias de libertad y justicia, más
afanes de -en mi modesta capacidad- contribuir
a la plenitud del hombre -todos los hombres- y
salvaguardar ese jardín que Dios nos regalara
para que, leales a sus mandato, podamos ser merecedores
del vergel eterno. Allí nos encontraremos
para seguirnos amando. No tenemos otro sendero.
Tuyo,
Yo
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