PRENSA INDEPENDIENTE
Octubre 21, 2003

DESDE LA CARCEL
"La honra del pueblo cubano se impondrá": Manuel Vázquez Portal

LA HABANA, octubre (www.cubanet.org) - "Sumergido en las tinieblas apacibles de mi celda -para qué describirte su inmundez- y acompañado de alimañas que buscan su alimento en la penumbra e insectos que me escuecen la piel, imagino el futuro de Cuba", señala el poeta y periodista Manuel Vázquez Portal, condenado a 18 años de prisión, en carta a su esposa desde la cárcel.

Cárcel de Aguadores, 24 de Septiembre de 2003

Señora Yolanda Hurerga Cedeño.
Pucha Querida:

Pensar, como bien sabes, siempre ha sido riesgoso; pero, como también conoces, porque lo sufrimos, en Cuba pensar ha devenido tabú, y expresar el pensamiento un crimen. Yo soy la prueba fehaciente, tangible. Si sufro las penurias de la cárcel se debe a esa legislación macabra, diabólica, que impone el totalitarismo, donde la única defensa es sumarse, con mansedumbre de cordero, o arrepentirse -si públicamente mejor, con toda la carga de humillante denigración que supone el acto- de lo que se piensa y se ha expresado.

¿Qué tipo de libertad es ésa que propagan los medios oficiales y que no nos permite siquiera la posibilidad de ser nosotros mismos? ¿A dónde va un país que mata en sus ciudadanos la capacidad que hace del hombre un ser superior frente a los demás animales?

¿Acaso aspira el gobierno cubano a que la nación se vea poblada de borricos dóciles que trasladen la carga sin más conciencia que la de aceptar la irremediabilidad de su condición de bestias subordinadas al imperio de quien, como a una recua, los conduce hacia el despeñadero? Triste, dolorosa es la imagen que brinda nuestro país. Como piedra de Sísifo lleva Cuba su presente: Los pies rencos, el hombro desollado. Es mucho el peso, la carga le dobla el espinazo, las fuerzas que le restan sólo debe usarlas para arrojar el terco basalto lejos de su cuerpo molido. Es la hora -aunque parezca maniqueo- de las únicas dos opciones prudentes: se despoja de la carga con valentía o la arrastra con resignación de manso asno. No hay más, la testarudez de quien nos arría con látigo de retórica falaz y violentos trallazos de odio, no admite matices.

Y estoy seguro de que la altivez, la honra del pueblo cubano se impondrá al servilismo y la mansedumbre. Cierto es que Cuba es tardía para las decisiones de independencia; basta recordar- lejos de toda matización académica- que fue la última colonia española en rebelarse contra la corona, y que ha sido- aun sigue siendo- el último de los epígonos de un totalitarismo retardatario y sombrío que lastra la conciencia e impide el desarrollo; pero llegado el instante supremo no duda en dar la batalla. Sólo ruego a Dios que no sea sangrienta, aún contra la voluntad guerrerista del imperatorcillo con ínfulas de César. (Un paréntesis: Ayer -qué ignorancia la mía- descubrí que César, en lengua púnica viene significando elefante… Dios mío, con lo longevo que son los elefantes).

La sociedad cubana está harta, hastiada de muertes innecesaria e inútiles. ¿Cuántos cubanos murieron en el Congo, en Bolivia, en Angola, en Etiopía, en Argelia, en Somalia, en Nicaragua, para qué sirvieron sus muertes? ¿Cuál ha sido el resultado de tanta exportación de guerrillas? Ojalá este siglo nos permita una vida sosegada, nos premie con una transición pacífica que traiga, sin cobrar vida de cubano noble, alegre, laborioso, la estabilidad, la prosperidad y los derechos que ansiamos.

Puchita, en las noches, cuando ya el desquiciante barullo de presos famélicos y esquizoides cesa, sueño despierto. Sumergido en las tinieblas apacibles de mi celda -para qué describirte su inmundez- y acompañado de alimañas que buscan su alimento en la penumbra e insectos que me escuecen la piel, imagino el futuro de Cuba. Proyecto, desde mi condición de ignaro jurista, una constitución donde la proscripción primera sea la de la tiranía con pilares legales de irrevocabilidad; donde la ley primera sea la conjugación armónica de los intereses generales de la nación con los intereses individuales de cada ciudadano; donde la libertad de expresión, de culto, de movimiento, de afiliación política, de empleo, de doctrina, de educación, sea, si cabe el termino, sagrada. Compongo una economía donde el primer beneficiario sea el ciudadano emprendedor que, con sus talentos, su tesón, su honradez, su sentido práctico, su capacidad de inversión, su prudencia administrativa, su visión empresarial, sea capaz de producir bienes y servicios que redunden en la satisfacción de sus aspiraciones personales y aporten, por medio de un aparato fiscal eficiente e inmunizado contra la corrupción que por siglos ha minado las naciones, dividendos abundantes a la economía general con que se establezcan presupuestos que garanticen el bienestar del sector menos próspero de la sociedad. Barrunto una política interior en la cual cada ciudadano participe desprejuiciadamente, sin mordazas ni presiones externas que lo conviertan en marioneta, en la composición de un gobierno que lo represente realmente, sin que ningún sector de la ciudadanía- ya minoritario o mayoritario- quede excluido, una política exterior sintonizada con la tendencia mundial de paz, desarrollo sostenible, celo por el medio ambiente, respeto por la soberanía nacional, la autodeterminación y disfrute de las culturas locales y universal, una política exterior que nos empariente con el resto del mundo, en condiciones de igualdad e intercambios favorables para ambas partes, sin que por ello se vea a la nación subordinada a intereses espurios, y marche, con todos los hombres y todas las naciones, hacia un futuro de paz y plenitud. Un futuro en el que el planeta todo sea la patria de la humanidad toda, y la especie humana logre por fin el derrumbe de todas las aprisionantes geográficas e ideológicas, que mantienen al hombre actual en estrecho, convulso y frágil redil, por cuanta rapiña voraz y egoísta nace del miserable afán de preponderancia, ya personal, étnico o nacional, que se imagine elegido para regir el destino de todos.

¿Quién puede asegurar, con seguridad apostólica, que el paraíso prometido por Dios es un mínimo jardín ubicado en una longitud determinada de la tierra, no será todo el planeta el Edén prometido? ¿Por qué creer que el templo sagrado debe ser erigido en un sitio limitado, no será Jerusalén uno de los tantos símbolos de la parábola divina, y el Jerusalén verdadero sea el planeta todo, desde el cual debemos a prestarnos a glorificar a Dios? ¿Y cuál es la mejor manera de glorificar a Dios sino cuidando de sus criaturas preferidas: los hombres?

Como ves, Puchita mía, mi celda no es una madriguera turbia de rencores y propósitos de venganza, no es el emporio donde se encuban resquemores, lamentos, pretensiones banales, ajustes de cuenta sanguinarios, no es el cubil donde germinan crueldades, egoísmos, represiones; es la sementera donde nacen -me nacen- cada día más ansias de libertad y justicia, más afanes de -en mi modesta capacidad- contribuir a la plenitud del hombre -todos los hombres- y salvaguardar ese jardín que Dios nos regalara para que, leales a sus mandato, podamos ser merecedores del vergel eterno. Allí nos encontraremos para seguirnos amando. No tenemos otro sendero.

Tuyo,

Yo



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