OLA
REPRESIVA
Libres entre barrotes
LA HABANA, octubre (www.cubanet.org)
- "Aquí entre barrotes me siento libre",
afirma Ricardo González Alfonso en una
carta desde el penal camagüeyano Kilo 8,
donde cumple una condena de 20 años por
ejercer el periodismo al margen del control estatal.
"Este presente no es el fin de los tiempos,
sino el preludio de otros nuevos donde no tendremos
rejas, ni por dentro ni por fuera", dice
en su misiva el presidente de la Sociedad de Periodistas
Manuel Márquez Sterling, y director de
la revista De Cuba, aludiendo a un artículo
suyo de inicios de 1999, a raíz de la promulgación
de la fascistoide Ley 88, en el que concluía:
"Si el destino me impone un futuro de rejas,
prefiero usarlas por fuera, no por dentro".
De las cárceles cubanas salen aires de
esperanza y optimismo en las cartas a familiares
y amigos de las víctimas de la ola represiva
del pasado marzo. Ni el empeño de los más
sicópatas y sádicos de los carceleros
ha logrado quebrantar la moral de los prisioneros
de conciencia.
También en Kilo 8, Regis Iglesias, portavoz
del Movimiento Cristiano Liberación y uno
de los gestores del Proyecto Varela, bromea acerca
de las duras condiciones de confinamiento. Su
única queja son las rancheras mexicanas
que emiten los altoparlantes del penal para despertar
a los reclusos a la simpática hora de las
5 A.M.
Regis, Ricardo y otros lamentan que las tertulias
carcelarias político-poéticas El
gato tuerto que, con las paredes de la celda por
medio, y en la más absoluta oscuridad se
prolongaban hasta la madrugada, ahora son interrumpidas
con la orden de silencio a las 10 de la noche.
¡Ay de los bohemios!
Mientras, en la prisión de Canaleta, Ciego
de Ávila, el poeta y periodista Raúl
Rivero se deleita con textos de viejas canciones
de Bob Dylan que le hizo llegar un amigo, lee
incansablemente y escribe poemas de amor tan intensos
como siempre. No es noticia que las rejas no han
podido nunca atrapar la poesía.
"El optimismo es una llave y la realidad
la cerradura. Cuando se combinan, todas las puertas
se abren. Muchas veces la realidad nos la imponen
pero el optimismo podemos llevarlo con nosotros",
escribe Ricardo González en momentos en
que la comida del penal empeora por día,
y a los familiares en las visitas solamente les
permiten pasar, cada cuatro meses, 30 libras que
incluyen los alimentos, artículos de aseo
y los libros.
Ricardo lleva consigo la llave del optimismo.
Sólo falta su cerradura. Y llegará.
Todo es cuestión de tiempo.
"Por favor, no pierdas la llave", me
pide Ricardo. Sus cartas y las de los demás
colegas encarcelados son una buena razón
para no perderla jamás. cnet/50
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