POLITICA
Un país sin oposición
LA HABANA, octubre (www.cubanet.org
/ Tania Díaz Castro) - No bastan las detenciones,
los juicios sumarios, las largas condenas a cientos
de opositores pacíficos y periodistas independientes,
las amenazas, el acecho, las provocaciones, los
golpes bajos. Tampoco los millones que viven en
el exilio o destierro. La batalla por el mantenimiento
del poder del régimen castrista requiere
de otros métodos más viejos que
la rueda y la aguja y no por eso menos letales.
Primeramente los disidentes y opositores
pacíficos cubanos fueron considerados por
el gobierno como elementos desafectos a la Revolución
y aventureros. En la medida que se hacían
numerosos, se multiplicaban las organizaciones
de Derechos Humanos, se daban a conocer al mundo,
los nombres de animales que componen la fauna
caribeña ha sido el plato favorito del
régimen para calificarlos.
En los albores del año l988,
cuando esta oposición se organizó
de forma más creciente hasta convertirse
en el movimiento de derechos humanos, comenzaron
las campañas difamatorias contra sus principales
figuras en la prensa oficialista. Según
el gobierno, se trataba de cuatro gatos, fulleros,
plumíferos, cucarachas, fantasmas históricos,
vedettes políticas, fronterizos, lumpens,
vagos; un verdadero detritus social según
la nomenclatura. Cualquier cosa menos seres humanos
que no piensan igual que los políticos
del poder.
Para esa fecha también los
opositores ya eran acusados de contrarrevolucionarios,
traidores, apátridas, mercenarios, petimetres,
lacayos del imperialismo, especímenes trasnochados,
dementes, terroristas, agentes de la CIA y muchas
denominaciones más. El primer periodista
oficial que usó palabras soeces con el
propósito de injuriar y calumniar a la
oposición fue el colega Félix Pita
Astudillo, fallecido poco tiempo después
(que Dios lo tenga en la Gloria).
Tanto las organizaciones o partidos de derechos
humanos de aquellos tiempos como los de hoy, son
vistos por el régimen como partidos de
bolsillo, grupúsculos de gusanos, bígamos
incautos, quinta columna del Imperio, babel de
infames, estercolero político, etc., etc.,
etc.
Un verdadero caudal de injurias utilizado durante
quince años que no ha logrado destruir
a una oposición que, aún sin espacio
alguno, ha crecido con el paso de los años
porque disidente silenciosa es una gran parte
de la población de a pie.
El resultado está en la historia: En
1988, tras la campaña de difamación
contra Ricardo Bofill Pagés y sus más
cercanos colaboradores, las viviendas de los que
componían el Comité Cubano Pro Derechos
Humanos se vieron asediadas, aún frente
a una cruel represión, por cientos de hombres
y mujeres del pueblo que solicitaron su ingreso
al Movimiento de Derechos Humanos, aunque en Cuba
disidir representara un delito.
En la actualidad, a pesar del encarcelamiento
a 75 de nuestros más valiosos hermanos,
entre opositores y periodistas independientes
y la nueva campaña de descrédito
contra Elizardo Sánchez Santa Cruz -para
quien se ha resucitado un término de uso
común entre los políticos de la
República- el "Proyecto Varela"
del Movimiento Cristiano de Liberación
que dirige Oswaldo Paya Sardiñas cuenta
con cientos de nuevas firmas.
Gracias al diccionario de sinónimos de
Sainz de Robles, abrumadoramente solicitado para
estos menesteres de la alta política cubana,
cuando un hombre o mujer de la Isla se proyecta
públicamente como disidente o periodista
libre, automáticamente deja de pertenecer
al pueblo para convertirse en gusano, cucaracha,
fullero, mercenario o camaján, epítetos
que el pueblo no repite por respeto a sí
mismo y porque su sensibilidad nada tiene que
ver con ofensas de esta naturaleza y mucho menos
con tácticas maquiavélicas agresivas.
Interrogados al respecto, algunos vecinos y
conocidos de mi barrio me dicen: "Eso es
cosa del gobierno. Se trata de personas que piensan
distinto y lo dicen porque perdieron el miedo".
Nada más.
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