PRENSA INTERNACIONAL
Octubre 8, 2003

Intelectuales

Reinaldo Bragado Bretaña, Diario Las Américas. 7 de octubre de 2003.

Las noticias que nos llegan de París no pueden ser más alentadoras. Tenemos que recordar que durante muchos años -más bien décadas- los exiliados cubanos nos hemos quejado constantemente de los artistas e intelectuales, de la forma en que le dieron la espalda durante tanto tiempo a la tragedia cubana. Y teníamos razón. Los peores apoyaban a Castro, y los mejores guardaban silencio. Ahora la ola regresa, pero lo hace contra Castro.

Todos ustedes han escuchado alguna vez que la prensa y los intelectuales consolidaron a Castro en el poder, sobre todo en los primeros años. Es cierto que ayudaron mucho a la percepción romántica de la figura del dictador. Y también han escuchado que, cuando esos mismos intelectuales le den la espalda, se desmorona el mito y Castro pasa a ser lo que siempre fue, un dictador más. Justamente eso es lo que estamos presenciando para nuestro placer.

La primera gran división entre los intelectuales del mundo fue cuando el famoso caso Padilla. Heberto Padilla, destacado poeta cubano, sufrió prisión por sus posiciones contestatarias y sobre todo por la publicación de su poemario "Fuera de juego" en 1968, libro letal para una dictadura como la de La Habana. Los intelectuales del mundo firmaron cartas públicas a favor de Padilla y, a partir de ahí, una parte de esa intelectualidad siguió apoyando a Castro -como Gabriel García Márquez y Julio Cortázar- y otra parte le puso el cuño de dictadura a la llamada revolución. Recuerden que la dictadura de Castro, como cualquier otra dictadura totalitaria, gasta mucho dinero en el sector artístico. La Casa de las Américas, que dirigía Haydé Santamaría, era el centro de esa subversión a escala internacional en el terreno artístico. Desde la sede de La Casa de las Américas se fraguaron muchas campañas a favor de Castro y se gastó mucho dinero para encumbrar a intelectuales de izquierda que, agradecidos, rompían lanzas a favor de La Habana en cualquier foro internacional. Eso es historia pasada y ya no engañan a nadie.

La jornada de París en solidaridad con los activistas y periodistas independientes presos durante la última ola represiva en Cuba es una muestra de cómo se nos suman muchos que antes dudaban y también es una prueba de que siempre tuvimos la razón. Jorge Semprún, y el propio Pedro Almodóvar, son figuras de relieve internacional que ahora gritan su desaprobación a la gestión de Castro y lo llaman por su nombre real. Poco antes y durante los últimos meses hemos visto declaraciones similares de artistas como Joan Manuel Serrat y Ana Belén, también del propio Saramago y hasta la folclorista Mercedes Sosa.

Sé que muchos pueden sentir cierto malestar al pensar en estas personas como artistas que apoyaron a la dictadura durante mucho tiempo en los peores momentos y, aunque pueden tener razón, la hora actual es de sumar, de aprovechar cualquier aplauso que reciba nuestra causa y de amplificar cualquier condena que vaya contra Castro. La jornada de París es una muestra de buen trabajo en ese sentido. Y todo se debe a una labor de hormiga que los exiliados hemos sabido hacer durante años. Ese tipo de labor debe seguir. Los que tengan acceso a intelectuales de relieve de cualquier nacionalidad deben tratar de razonar con ellos y convencerlos de nuestra verdad. No es fácil y es una labor ardua y cuesta arriba, pero hay que hacerla porque da frutos, y tenemos las pruebas.

Creo que una de las lecciones que dejará el fin de la tragedia cubana es una permanente alerta a los artistas e intelectuales. Cuando se estudie el proceso cubano se verá cómo los "sueños colectivos" y los "elegidos" no son más que estafas y que los intelectuales, por la sola razón de ser personas de pensamiento, tienen que medir muy bien dónde colocan su apoyo porque pueden hacer mucho daño si ponen sus personalidades en función de causas innobles. Eso ya ha sucedido en la historia, ahí tenemos el caso del nazismo y del bloque comunista ya desaparecido. Los intelectuales que se pusieron al servicio de esas innobles causas tuvieron que pagar muy duro, sobre todo con sus propias conciencias, posiciones tan erradas. Aprovechemos este giro a nuestro favor y abramos los brazos a todos los que nos quieran ayudar porque todavía, y lamentablemente, nos falta un largo camino por recorrer.


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