PRENSA INDEPENDIENTE
Octubre 8, 2003

DESDE LA CARCEL
"Se salvará la patria": Manuel Vázquez Portal

LA HABANA, 7 de octubre (www.cubanet.org) - El poeta y periodista independiente Manuel Vázquez Portal, que cumple una sanción de 18 años de prisión en la cárcel santiaguera de Aguadores, envió a su esposa, Yolanda Huerga, la siguiente carta:

Cárcel Aguadores, 18 de septiembre, 2003

Sra. Yolanda Huerga Cedeño

Puchita:

Si caben en tu corazón más pesares que los que te ha impuesto el gobierno cubano al encarcelarme injusta, despiadadamente, escucha también estas tribulaciones mías, que sólo comparto contigo porque eres parte mía. Debía callarme, no causarte penas, pero sé que entre los dos el fardo es menos pesado.

Te doy dos buenas noticias. Las pequeñas escaras que me produjo dormir en el suelo y sin aseo durante la huelga ya sanaron. Con todas las delicias que trajiste he empezado a engordar. De los 49 kilogramos con que terminé la huelga ya peso 54. Parece ser que el queso y la leche siguen siendo alimentos esenciales, lástima que a nuestros niños los priven de leche a los siete años.

La alimentación aquí es tan deficiente como en la cárcel de Boniato. Las mismas recetas -bazofias- se repiten con asqueante asiduidad. Me impongo comérmelas, pero me es imposible. ¡Cuánto echo de menos a tus artes culinarias de las que, a veces, me quejaba; no sé cómo excusarme contigo! Parece que los seres humanos necesitamos perder algunas cosas para comprender que se trataba del paraíso.

Los libros que me trajiste también me alimentan. Son el antídoto preciso contra la alienación, el embrutecimiento diario a que estoy expuesto. Este es un mundo inhumano, grotesco, inescrupuloso, aberrante. Para evadirse de él hace falta una dosis inmedible de voluntad y valentía. Siempre se está al rente del exabrupto y la violencia. La cautela tiene que ser permanente y la alerta eterna. Uno nunca puede definir con exactitud cuándo se trata de provocadores manipulados o de personas realmente traumatizadas por los años de cárcel los que se te acercan. En todo caso el comportamiento en las relaciones -bien sabes que no soy muy buen cultivador de ellas- tiene que ser sereno, firme. No se puede mostrar ningún signo de debilidad, al mismo tiempo que el coraje no puede ser demasiado ostensible. El equilibrio del carácter, para con todos, sin excepción y sin exclusión, es la clave de una convivencia cercana a lo sosegado, si es que el sosiego puede alcanzarse en este lugar.

En cuanto a las conversaciones de corte político, la cautela hay que redoblarla. Sólo se topa con personas de pensamiento muy primitivo, poco cultivado, fabricado a fuerza de consignas banales; si algunos se expresan contra el gobierno, no lo hacen por convicciones, sino porque, en última instancia, todo recluso rechaza el sistema que lo encarcela; la libertad es tan sagrada -a pesar de ser la palabra más emputecida, y la categoría filosófica más pretendidamente explicada- que hasta los hombres más pedestres quieren solapar sus culpas, sus crímenes, tras el biombo de las culpas, los crímenes, los reaccionarios de los gobiernos. Por otro lado son muy volubles, tan pronto los escuchas despotricando contra el sistema, como a la menor prebenda, los oyes alabándolo con frenesí de bestias obnubiladas. El preso cubano -no sé cómo será en otra parte- está lastrado por un sentido de provisionalidad muy acentuado. Cree sólo en el ahora y en el aquí. No tiene el menor sentido de futuro, su proyección hacia el mañana no existe. Está tan engañado, tan mondongueado por las autoridades penitenciarias, y por tanto tiempo y tan constantemente, que no espera nada de nadie. Su sentido de reafirmación individual se mueve en el estrecho carril del día que discurre. La esperanza para ellos es una entelequia. Su confianza en los demás es sólo una máscara de pseudoagradecimiento cuando se le satisface una perentoriedad: el obsequio de una galleta o un cigarrillo. Después son capaces de destriparte, denunciarte o, en el mejor de los casos, ignorarte. Tienen -como consecuencia de la política que se ejerce sobre ellos- el sentido de colectividad inhibido, cuando no totalmente anulado. De ahí que sea imposible un motín, una rebelión organizada contra los desmanes humanos y civiles que cometen cotidianamente las autoridades penitenciarias. Y es cuando -aplastados por esa trampa infernal- optan por la autoagresión física (se incendian, se acuchillan, se enceguecen, se mutilan) o van a la huelga de hambre como único modo de llamar la atención de las autoridades sobre ellos. Y ni con ello alcanzan un tratamiento más humano. El desmembramiento, la desarticulación, la atomización de la conciencia colectiva, el sentimiento de solidaridad entre iguales, son las armas más eficientes del sistema penitenciario cubano.

Para los presos de conciencia esa ignorancia de los presos comunes es el mejor estado que puede alcanzarse. Conseguir que lo ignoren a uno es lo más acertado que se puede conseguir. Evita la cuerda floja de tanta volubilidad. La solidaridad humana cobra aquí un carácter aberrado. No se puede ser obsequioso ni tacaño en demasía. Hay que establecer, muy a tiempo, esa frontera infranqueable y reconocible de brindar cuando se considera apropiado y denegar cuando alguien desea aprovecharse de tu bondad. Es una coraza no muy cristiana, pero sí muy necesaria. La cárcel común es una agria lección que no deseo a nadie, aunque comprenda la necesidad -otra palabrita emputecida y categoría filosófica recontraexplicada- de su existencia para mantener un orden propicio para el buen desarrollo de la vida en sociedad. La cárcel política es un verdadero crimen, crimen mayor, de cualquier gobierno que la imponga. Someter a un opositor político a los rigores de un sistema penitenciario despiadado es cercenar el desarrollo político de la nación, es mutilar el derecho de todo hombre a pensar, a disentir, a soñar una sociedad mejor; es, en fin, un acto de terrorismo gubernamental con afanes de perpetuidad en el poder. Y si ese presidio político es como en Cuba, donde al reo de conciencia se le arroja -abandonado a su suerte, su fuerza y su inteligencia únicamente- dentro de toda catadura de delincuentes comunes, es doblemente criminal y terrorífico.

El choque conceptual que puede producirse entre un preso común y un reo de conciencia tendría -y ha tenido- efectos catastróficos. Son dos sentidos de la existencia diametralmente opuestos. Por lo regular, el preso común se degrada moralmente, mientras que el preso político se fortalece y engrandece éticamente. La incomunicación entre ellos es prácticamente inmanente a ambas perspectivas personales, y la confrontación se torna inminente, y es donde el hombre de conciencia, de responsabilidad civil y pública se ve obligado a efectuar ciertas concesiones que eviten la conflagración, pero que a la vez pueden disminuirlo frente a la concepción primitiva del resto de la población penal común. Y si el preso político se deja arrastrar por esa enfermiza y errónea concepción de virilidad casi animal que caracteriza la hombradía -más bien machismo- cubana, podría incurrir en contravenciones que lastren su prestigio político.

He ahí una trampa macabra que el preso de conciencia cubano tiene que sortear con valentía y honradez y sentido de la responsabilidad. Pero no es la única trapisonda a que somete el gobierno cubano a los presos políticos, porque de esa misma trampa nacen los efectos psicológicos que -de prolongarse el encierro- afectarían el sistema nervioso del condenado.

¿No te parece, Pucha, verdaderamente demoníaco el intento gubernamental de doblegar por este medio las conciencias adversas a sus intereses políticos? ¿De qué se trata, de verdadera batalla de ideas, o de abuso desmedido del poder para reprimir las ideas contrarias? Una verdadera batalla de ideas no encarcela las ideas opuestas, a lo sumo, debe tener por norma -ética y política- contrarrestarlas con eficiencia, inteligencia y verdadera tolerancia. El gobierno cubano no sólo expone el futuro de Cuba con su actitud delirantemente caprichosa, totalitarista y obsoleta, sino que lo compromete seriamente sometiendo a sus opositores a unos peligros donde pueden resultar dañados su integridad intelectual y física.

No creas, amor, que te explico, que reflexiono sobre estos desenfrenos del gobierno cubano, por miedo. El miedo para mí es un sentimiento mezquino cuando se trata de temor a lo hombres. Mi único temor es frente a Dios. Pero realmente me aterra el futuro de Cuba. ¿A dónde quiere el gobierno cubano, ya abiertamente retrógrado llevar al pueblo cubano? ¿Puede la vanidad de un hombre sobreponerse a la voluntad de una nación de ser libre, próspera, estable, dichosa? ¿Seremos tan ciegos como para permitirnos seguir andando por un laberinto donde sólo nos aguarda el minotauro feroz de la pobreza, del aislamiento, de la degradación humana?

No, Puchita mía, siento latir en mí toda la fuerza telúrica, abrasadora de mi nación, percibo la inminencia de la rebeldía total. Se salvará la patria. Al fin lograremos la libertad de poder ser nosotros mismos, con nuestras virtudes y defectos, nuestras santidades y malignidades, sin que un solo hombre pretenda prediseñarnos un alma común para todos, sin matices ni irregularidades naturales que nos hagan únicos, irrepetibles, diferentes en sí, verdaderamente humanos, dentro de la multiplicidad en que nos creó Dios. ¿Quién ha dicho de modo tan estrambóticamente maniqueo que el ser humano está concebido de una sola piedra y de la misma y exclusiva cantera? Vaya locura comunista, vaya demencia senil castrista, vaya disparate totalitarista. ¿Qué dirían de ello los dedos de esta mano con que escribo, si todos son diferentes, útiles, agraciados con diferentes funciones? El igualitarismo comunista es la locura más atrevida, la ley más antinatural de cuantas han ceñido y asolado la tierra.

No más por hoy. Si no estuviera loco no te amara. Recuerdo ahora a Martí: "amor cuerdo no es amor". Soy un loco que sueña con la loca cordura de la libertad, tuyo,

Yo


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