PRENSA INDEPENDIENTE
Octubre 7, 2003

SOCIEDAD
Son de la loma y mandan en llano

LA HABANA, octubre (www.cubanet.org) - El jefe del sector de la Policía Nacional Revolucionaria o "policía de la familia", como le llaman algunos bromistas, se corresponde con el antiguo vigilante de la policía en la república democrática. Este agente del orden tenía asignado un teatro de operaciones y se responsabilizaba en ese espacio con el orden y la paz ciudadanas.

A diferencia de su antecesor de la república democrática, el jefe de sector de cualquier barrio capitalino es un policía emigrado de las regiones orientales. Este provinciano no reconoce en la capital los rincones que le vieron crecer y hacerse hombre. En una gran proporción se trata de personas prejuiciadas contra la capital y los capitalinos, a quienes no logran comprender correctamente.

Este servidor público lleno de ambivalencias, guarda muchos lugares comunes con sus coterráneos. Al igual que ellos, aspira a una vida mejor en La Habana, de la que no piensa marcharse derrotado. Perseguido de cerca por la nostalgia del terruño, considera a La Habana la capital de todos los cubanos. Pero se sentiría mejor si en ella no hubiera tantos habaneros.

Estas personas están dispuestas a engañarlo o simplemente a hacerlo blanco de sus burlas o bromas. Se protege y protege su autoridad de unos dos millones de humoristas. Pero lo peor es que este pobre hombre debe evitar que esas personas compren o vendan lo que desean y que le vean como el obstáculo mayor para vivir una existencia menos azarosa en una ciudad que le siente representante de algo que la lastima.

Esta relación de amor-odio erosiona su servicio público. El policía oriental y revolucionario quiere integrarse a la vida de la capital. Pero para ello deberá hacer concesiones. Entonces prefiere no saber que se juega ilegal y que algunos pelean gallos, perros y hasta tomeguines.

Cierra los ojos para no ver a su paisana vendiendo aceite a pocos metros de donde un habanero vende leche en polvo. Se enamora de una habanera y la corteja. Para ella se engalana con el uniforme y se pavonea entre los mismos que le dan la oportunidad de ser el representante de lo que aplauden en público y aborrecen en privado.

Vive sus peores momentos cuando tiene que participar en un desalojo. La gente le increpa y entonces la odia, porque cuando esto pasa, él también se siente desalojado de algún lugar que aún no es capaz de precisar con exactitud.

No quiere saber de política. Se pregunta por qué siendo tan grande La Habana, le toca lidiar con esa gente que quiere tumbar a Fidel. Lo que más le molesta es que son respetuosos y agradables. Pero el mando le ha aclarado las cosas y entonces trata de pasar inadvertido y no excederse para seguir siendo policía hoy y tener la oportunidad de serlo mañana. Siempre alguien tendrá que cuidar y velar.

Este "nagüe" del uniforme aprende a vivir y a dejar vivir. Aunque los hay muy perversos, no es ésa la regla. Son todo lo permisivos que pueden ser, teniendo en cuenta que vigilan y que son estrechamente vigilados. Estos amantes del "macho asado con totones", del ron y las habaneras son víctimas del sistema que sufren tanto o más que el resto de la población. cnet/47


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