OLA
REPRESIVA
Bien o mejor
LA HABANA, septiembre (www.cubanet.org)
- "Cuando no estoy bien estoy mejor",
escribe Ricardo González Alfonso en carta
desde la prisión Kilo 8, en Camagüey,
donde cumple una pena de 20 años de privación
de libertad.
Ricardo González es serio e incansable
para su trabajo, pero sus bromas desconcertaban
a la decena de agentes de la Seguridad del Estado
que la tarde del 18 de marzo de 2003 allanaron
su casa y se lo llevaron, luego de más
de 10 horas de minucioso registro, como si fuera
un peligroso criminal.
Ese día, la policía destruyó
el resultado de la labor incesante desde 1996
del periodista y escritor de 53 años. Además
de desmantelar la sede de la Sociedad de Periodistas
Manuel Márquez Sterling, de la cual era
presidente, los agentes cargaron con todo, desde
computadoras hasta presillas y hojas de papel,
para impedir que pudiera haber un tercer número
de la revista De Cuba, que Ricardo González
dirigía.
La revista, aparecida en diciembre de 2002, fue
la primera publicación independiente cubana
que se atrevió a declarar en sus páginas
la dirección de su sala de redacción,
que no era otra que una habitación transformada
en tal, de la casa de Ricardo González
en el municipio capitalino Playa.
Allí, con un puñado de colegas,
cigarrillo tras cigarrillo, bebiendo café
en cantidades industriales, infatigable y siempre
optimista frente a las muchas dificultades, Ricardo
González creó la revista, destinada,
según el editorial que escribió
para su primer número, "a los cubanos
que viven en la Isla, a quienes tergiversan el
pasado y pretenden imponerle un futuro ajeno a
sus esperanzas".
La empresa que "parecería un milagro
si no hubiera sido una necesidad nacional",
fue difícil, como ha resultado casi todo
en la vida de González Alfonso.
Proveniente de una familia de clase media acomodada,
pasó en su infancia del exclusivo colegio
La Salle, de Miramar, a una escuela de nombre
emblemático: Cuba Socialista, donde estudiaba
cuando, a los 11 años, sufrió su
primer interrogatorio policial.
Pasó el tiempo y nuevos tropiezos con
el orden revolucionario. "Cuando no estoy
bien estoy mejor", repetía testarudamente
optimista, mientras rodaba por los más
disímiles empleos, vapuleado por la intolerancia
y el extremismo, asimilando los golpes que significaron
la enfermedad y la muerte de sus padres y de su
hermano Tony, el de las mil voces, el que le habló
como el Coronel Resóplez muchos antes que
surgiera y se popularizaran los dibujos animados
de Elpidio Valdés.
Los que redactaron el acta acusatoria contra
él, un clásico de la infamia, tal
vez ignoraban que cuando en 1996 Ricardo González
se inició en la prensa independiente, hacía
años que escribía guiones televisivos,
cuentos, poesía y literatura infantil,
con inquisidores y sin ellos.
Pese al hostigamiento y las amenazas de la policía
política siempre defendió su derecho
a luchar por la libertad de expresión y
a seguir haciendo en su país lo que más
disfrutaba y mejor sabía hacer: escribir.
Sin perder el optimismo ni el buen humor. Aunque
le doliera a los mandarines.
Debe ser a eso a lo que se referían en
dicha acta los fiscales con cerebro de plomo que
lo tildaron de "sujeto de pésima conducta
social".
Una conducta que mantiene en prisión,
porque según narra su compañera,
Alida Viso, las crueles condiciones de su confinamiento
en celda aislada no han logrado hacer mella en
su sentido del humor.
"Cuando no estoy bien estoy mejor".
Esa ha sido la divisa del escritor y periodista
a lo largo de su vida. Los embates de la mala
suerte, los dramas familiares, la mala salud y
el acoso policial no han logrado que la cambie.
Sus carceleros tampoco lo lograrán. cnet/50
|