ECONOMIA
INFORMAL
Vendiendo tamal y voceando maní
LA HABANA, octubre (www.cubanet.org)
- Los cuentapropistas y el pueblo en general esperan
condiciones económicas muy desfavorables
para el venidero año 2004. Entre los cuentapropistas
los hay que tributan fielmente al exigente fisco
cubano. Pero hay también los que no lo
hacen. Éstos son los ilegales. Estos ilegales
se dedican -asumiento todos los riesgos- a alquilar
automóviles, a trabajos de plomería,
de herrería, a venderlo todo y a cualquier
actividad de corretaje.
Son el alivio colectivo frente a la incompetencia
del estado, el abastecimiento y el servicio real.
Uno de ellos es Miguelito, que nació en
La Habana en 1960. Lo encontré pregonando
maní salado y garapiñado cerca de
la confluencia de las calles Monte y Cienfuegos,
en la capital. Le pedí maní y me
dijo:
- Tengo tamales, cigarrillos al menudeo y café
en polvo.
Le dije que lo único que compraría
sería maní, y con el cucurucho en
las manos le pregunté cómo iban
sus cosas. Me dijo que seguía en "la
marchita" y más adelante, que por
el momento no estaban acosando a los vendedores
de maní, y que por eso lo pregonaba, aunque
si algún cliente le inspiraba confianza,
entonces le proponía el resto de la oferta.
Miguelito se graduó de técnico
medio en economía y trabajó como
tal en varias empresas estatales hasta 1993, año
en que consiguió la jubilación,
luego de un escabroso peritaje médico.
Desde ese entonces ha sido custodio nocturno,
contratista de obras de albañilería,
rellenador de fosforeras de gas, electricista
y vendedor de todo lo que alguien esté
dispuesto a comprar.
Desde aquel memorable 1993, Miguelito no le paga
un centavo al exigente fisco cubano, y en relación
con esto se muestra categórico cuando afirma:
"Los que tienen que pagar, y mucho, son ellos.
¿No ves cómo nos tienen?" Asegura
que el próximo año "viene en
llamas". Miguelito no tiene fe en que esto
acabe un día. Al menos mientras Fidel Castro
viva.
Se cuida mucho de los policías nuevos.
Los jóvenes de las regiones orientales,
en su opinión, son los peores. Por un momento
pensé que Miguelito aludía a una
eventual incorruptibilidad en los policías
jóvenes, pero me aclara que todos son "tramitables".
Cuando le pido que sea más explícito,
me mira con asombro y dice: "Los nuevos no
tienen sentido de la medida. Lo quieren todo.
Quieren 'hacer el día' con un pobre vendedor
de maní. Son insaciables".
Lo dejo con su pregón de maní tostado
y caliente. Mientras me alejo observo que las
patéticas prostitutas que trabajan por
moneda nacional en la zona están ausentes.
En su lugar, parejas de policías muy jóvenes
y con la apariencia de recién llegados
de las provincias orientales, observan ceñudos
a los transeúntes.
Los establecimientos que comercializan su producto
en moneda nacional han mejorado. Pero están
vacíos o sólo trabajan con uno o
quizás dos parroquianos. No hay dinero
y sí mucha necesidad de tener. Los dos
linajes de que habló el escritor norteamericano
Ernest Hemingway, tener o no tener, son los árbitros
indiscutidos de esta ciudad.
No hay mucho movimiento de turistas. Sólo
una guagua solitaria y climatizada depositó
una carga modesta de alemanes rubios y rosados
que no dejan de accionar sus cámaras fotográficas
o de video. Algunas mujeres de este grupo, rubias
y esbeltas, encontraron el modo de conocer La
Habana y el trópico desde la sensualidad
dulce, vigorosa y pagada de jóvenes negros,
autorizados para ello por jóvenes policías
que parecen no percatarse de lo que sucede ante
sus narices.
Desde el Bar Cienfuegos, la banda "Orichas"
llena el espacio con el estribillo de su rap que
dice, afirma y repite hasta la saciedad: "Aquí
no hay vida para los mareaos". cnet/47
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