SOCIEDAD
La casa de Mercedes
LA HABANA, octubre (Tania Díaz Castro
/ www.cubanet.org) - Gracias a que puedo navegar
por Internet cada quince días, supe que
el cantautor Pablo Milanés dijo a la agencia
EFE, en México, que no está de acuerdo
con todas las cosas que suceden en Cuba y que
tiene derecho, como cubano, a ser crítico
y revolucionario.
Viene a mi mente entonces la casa de Mercedes,
siempre vigilada por agentes del Departamento
de Seguridad del Estado -ella y sus amigos lo
sabíamos-, porque allí nos reuníamos
por los años 60, 70 y 80 numerosos artistas
y escritores jóvenes que, sin dejar de
ser revolucionarios, criticábamos la política
cultural del gobierno castrista, las cosas malas
que se hacían.
Fue en la casa de Mercedes, situada frente al
hotel Capri, en los altos del antiguo "Club
21", del Vedado, que conocí a Pablo
Milanés y a Silvio Rodríguez. Allí
los escuché cantar por primera vez, porque
les estaba prohibido hacerlo en la televisión,
en espectáculos de la calle y cabarets.
Las tertulias de la casa de Mercedes se realizaban
a cualquier hora, de forma espontánea,
en la medida en que llegaran sus amigos. Nos sentábamos
en la pequeña terraza o balcón de
la casa, al aire libre, desde donde veíamos
pasar en autos descapotables confiscados a la
clase media alta, a famosos personajes uniformados
de la revolución, saturados de alcohol.
Mercedes era una excelente anfitriona, con su
cara bonita y risueña, locuaz, serena.
Brindaba a sus amigos sus frugales comidas, sus
muebles rotos, sus versos de amor -aún
inéditos- y sobre todo su sabia comprensión.
Amiga de mi más temprana juventud -nacimos
en el pueblo villaclareño de Camajuaní-,
continuamos, como tradición, la amistad
de nuestros padres, lectores de tabaqueria y poetas.
Tan solidaria fue con todos que hasta el Caballero
de París, en su deambular por las calles
habaneras, más de una vez pasó por
la casa de Mercedes y se tomó una buena
taza de borra de café, preparada por ella,
o se comió un pedazo de pan viejo con algo
adentro.
Recuerdo a muchos de sus amigos allí reunidos.
A Pablo, a Silvio, a los dramaturgos Tomás
González, Miguel Benavides, Oscar Álvarez,
Lily Rentería. Al pianista Ulises Cabrera,
al pintor José Cid, al poeta Miguel Barnet.
A muchos otros. Almas rebeldes e inconformes que
no aceptaban lo inevitable de un régimen
totalitario en el campo de la cultura
Llevábamos a la casa de Mercedes con nuestras
quejas, criticas, penas de amor y soledad, deseos
de que las cosas buenas fueran posibles. En su
sillón quejumbroso, desencolado, Mercedes
servía de amparo a sus amigos, ofrecía
su mano solidaria.
En el libro "Pies de gato", de Miguel
Barnet, aparece un poema inspirado en la casa
de Mercedes, titulado "Madrigal para Mercedes
García", donde inmortalizó
los cristales rotos de los ventanales, los sueños
y esperanzas que allí surgían. En
el poema, Barnet promete a la amiga que irá
a buscarla sin máscaras para restaurar
los ventanales de su casa.
Mercedes murió el 5 de marzo de 1988,
en la ciudad que tanto amara, La Habana.
Los cristales rotos de su casa fueron sustituidos,
como un milagro de la Poesía. Barnet no
se ha librado de la máscara, Pablo espera
por lo imposible. Silvio continúa deslumbrado
de luces, sordo de aplausos. Varios se han marchado
hacia lejanos horizontes. Otros han muerto.
Con frecuencia camino por la acera opuesta de
la casa de Mercedes, siempre con una honda tristeza
al ver su balcón vacío.
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