PRENSA INDEPENDIENTE
Noviembre 28, 2003

RELIGION
Liberación y confrontación

LA HABANA, noviembre (www.cubanet.org) - "¿Por qué no unirnos y luchamos como hermanos / si se unieron el fusil y el Evangelio / en las manos de Camilo?" dice una canción interpretada por el dúo, no recuerdo si mexicano o colombiano, de Ana y Jaime y que fue promovido por la radio cubana en los años setenta. La interpretación tenía como temática la lucha armada en el continente latinoamericano, presentando como premisa la participación de los cristianos en la misma.

Eran los años dorados de la Teología de la Liberación, preconizada por Leonardo Boff y Ernesto Cardenal, entre otros. El héroe cantado era Camilo Torres, el cura guerrillero colombiano muerto en su primer combate y convertido en estandarte de esa lucha que comprometía al Evangelio con las armas.

Aunque esos tiempos han quedado atrás, su legado se transmite a nuestros días. Prueba de ello es la referencia implícita que se hace en la reciente carta pastoral proclamada por los obispos cubanos, donde en el apartado 32 se refiere a "la manipulación que puedan intentar hacer diferentes grupos de distintos signos desde el interior de la Iglesia para tratar de que ésta desempeñe un rol netamente político o aquéllos que conciben la teología como instrumento de liberación buscando los cambios sociales mediante la confrontación".

El problema de esta temática es mucho más complejo. El cristianismo en su esencia nos trae la salvación, y como tal la teología que se desprende del Evangelio es totalmente liberadora. Esa es una de las verdades que hacen del contenido cristiano algo diferente y único entre las distintas religiones que han existido en la Humanidad. Pero con el devenir revolucionario en América y la influencia de diferentes corrientes post conciliares que denunciaban las condiciones de pecado e injusticia en que vivían los pueblos del sur del continente, comienza una cierta identificación de estas luchas, justas pero a través de medios violentos, con el mensaje de justicia encerrado en las enseñanzas de la Iglesia, aplicado en su doctrina social.

Esta no era la realidad cubana, que siempre ha estado alejada o desfasada de la del resto de Latinoamérica. Por ello la teología de la Liberación extendida en otros pueblos del continente no tuvo hondas repercusiones en Cuba, y llegó a ser más conocida a partir de la visita del sacerdote dominico Fray Beto, autor de una célebre entrevista a Fidel Castro que más tarde se convirtió en el libro "Fidel y la Religión", de amplio interés popular, al menos en la isla.

Los cristianos cubanos no conocieron a fondo la verdad, ni a los protagonistas de esta corriente que hacía furor en América Latina. Y es que coincidía con los momentos en que la Iglesia Cubana se debatía entre el silencio y la supervivencia. Los pocos fieles que iban al templo aún tenían la mentalidad pre conciliar, y la mayoría de las personas no acudían a las iglesias, a no ser en busca del bautismo, que muchas veces era hecho de manera muy discreta, por no decir secreta.

Con la década del ochenta comienza el despertar religioso después de años de aletargamiento y desinformación. Los que llegan a los templos católicos vienen repugnados de todo aquello que signifique ideología. Son los tiempos de desplome de muros y doctrinas. La gente busca la pureza de la fe, y no quieren saber nada de elementos que hablen de sociedad, injusticia o algo que haga referencia a los temas que el sistema ha utilizado hasta el desborde.

Sin embargo, la fe de Cristo se fundamenta en la sed de justicia y de paz. La teología de la Liberación fue criticada en los círculos católicos de la Isla y se alertó a las comunidades del error que contenía en su praxis. Pero realmente entre los fieles esta corriente no tuvo mayor impacto.

Pero al insistir en la crítica de una teología de liberación, si bien es cierto que esta inclinación justiciera de los conceptos cristianos se hizo de manera manipulada justificando la necesidad de la lucha armada como medio para llegar a un nuevo orden social hay que tener en cuenta que entre los protagonistas de la misma hubo, y hay, sacerdotes, religiosos y laicos que tienen un fundamento preciso y recto de lo que significa la liberación cristiana, y han dejado un testimonio de fe digno de imitar. Son los casos de Casaldáliga, Helder Cámara, Ellacuría y los jesuitas vascos asesinados en el Salvador, o del propio Monseñor Arnulfo Romero. No se puede negar el ambiente de injusticia y pobreza en que estos hombres de Dios desempeñaron su misión. No podía haber silencio cómplice ni actitud descomprometida con esas situaciones que atentaban contra la dignidad de los hijos de Dios. Ellos no tomaron las armas para combatir esas realidades. Simplemente dieron testimonio con su actitud cristiana.

Así, Monseñor Helder Cámara, soportó detenciones y torturas. Vendió su coche y se fue a administrar su apostolado en una pobre parroquia situada en plena favela. Andaba a pie y en transportes públicos. Murió de manera sencilla, lindando en la pobreza. La muerte de Monseñor Romero, asesinado en plena Eucaristía ante su decisión de seguir apoyando a quienes sufrían y no callando las verdades de la opresión y el crimen, es testimonio fiel del sacrificio de Cristo.

Son verdaderos ejemplos que a la hora de juzgar los contenidos de la teología de la liberación hay que tener en cuenta para no dejar la impresión de una censura, bien dirigida hacia un aspecto de este tipo de teología, pero que no puede generalizarse a su contenido más amplio.

Una teología carente de elementos liberadores dejará de asumir su rol de manera plena. Ciertamente en la carta pastoral cubana se subraya la confrontación como el aspecto a rechazar en este tipo de mediación cristiana. Pero los poderes del mundo siempre van a considerar opuestos toda palabra, gesto y actitud que contradigan su dominio. Por ello, va a ser inevitable el enfrentar esas mentalidades, aunque sea de manera pacífica, dialogante y con todo el amor que emana de la Cruz del martirio y la vida. Puede ciertamente confundir esta disposición al ser relacionada con aquella teología que habla de liberación con fusil en las manos, y es bueno que nuestra Iglesia nos haga reflexionar sobre ello.

Pero hay que hacer ver la validez del acompañamiento a los que sufren y la determinación de ser su voz cuando éstos no tienen ya ni medios ni fuerzas para alzarla. Se trata en definitiva de promover una sociedad donde el respeto a la dignidad plena del hombre se verifique sin detrimentos de un presupuesto sobre otro, sino en total igualdad. Es la misión que esperamos de la Iglesia Cubana en estos y en todos los tiempos. cnet/43



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