RELIGION
Liberación y confrontación
LA HABANA, noviembre (www.cubanet.org)
- "¿Por qué no unirnos y luchamos
como hermanos / si se unieron el fusil y el Evangelio
/ en las manos de Camilo?" dice una canción
interpretada por el dúo, no recuerdo si
mexicano o colombiano, de Ana y Jaime y que fue
promovido por la radio cubana en los años
setenta. La interpretación tenía
como temática la lucha armada en el continente
latinoamericano, presentando como premisa la participación
de los cristianos en la misma.
Eran los años dorados de la Teología
de la Liberación, preconizada por Leonardo
Boff y Ernesto Cardenal, entre otros. El héroe
cantado era Camilo Torres, el cura guerrillero
colombiano muerto en su primer combate y convertido
en estandarte de esa lucha que comprometía
al Evangelio con las armas.
Aunque esos tiempos han quedado atrás,
su legado se transmite a nuestros días.
Prueba de ello es la referencia implícita
que se hace en la reciente carta pastoral proclamada
por los obispos cubanos, donde en el apartado
32 se refiere a "la manipulación que
puedan intentar hacer diferentes grupos de distintos
signos desde el interior de la Iglesia para tratar
de que ésta desempeñe un rol netamente
político o aquéllos que conciben
la teología como instrumento de liberación
buscando los cambios sociales mediante la confrontación".
El problema de esta temática es mucho
más complejo. El cristianismo en su esencia
nos trae la salvación, y como tal la teología
que se desprende del Evangelio es totalmente liberadora.
Esa es una de las verdades que hacen del contenido
cristiano algo diferente y único entre
las distintas religiones que han existido en la
Humanidad. Pero con el devenir revolucionario
en América y la influencia de diferentes
corrientes post conciliares que denunciaban las
condiciones de pecado e injusticia en que vivían
los pueblos del sur del continente, comienza una
cierta identificación de estas luchas,
justas pero a través de medios violentos,
con el mensaje de justicia encerrado en las enseñanzas
de la Iglesia, aplicado en su doctrina social.
Esta no era la realidad cubana, que siempre ha
estado alejada o desfasada de la del resto de
Latinoamérica. Por ello la teología
de la Liberación extendida en otros pueblos
del continente no tuvo hondas repercusiones en
Cuba, y llegó a ser más conocida
a partir de la visita del sacerdote dominico Fray
Beto, autor de una célebre entrevista a
Fidel Castro que más tarde se convirtió
en el libro "Fidel y la Religión",
de amplio interés popular, al menos en
la isla.
Los cristianos cubanos no conocieron a fondo
la verdad, ni a los protagonistas de esta corriente
que hacía furor en América Latina.
Y es que coincidía con los momentos en
que la Iglesia Cubana se debatía entre
el silencio y la supervivencia. Los pocos fieles
que iban al templo aún tenían la
mentalidad pre conciliar, y la mayoría
de las personas no acudían a las iglesias,
a no ser en busca del bautismo, que muchas veces
era hecho de manera muy discreta, por no decir
secreta.
Con la década del ochenta comienza el
despertar religioso después de años
de aletargamiento y desinformación. Los
que llegan a los templos católicos vienen
repugnados de todo aquello que signifique ideología.
Son los tiempos de desplome de muros y doctrinas.
La gente busca la pureza de la fe, y no quieren
saber nada de elementos que hablen de sociedad,
injusticia o algo que haga referencia a los temas
que el sistema ha utilizado hasta el desborde.
Sin embargo, la fe de Cristo se fundamenta en
la sed de justicia y de paz. La teología
de la Liberación fue criticada en los círculos
católicos de la Isla y se alertó
a las comunidades del error que contenía
en su praxis. Pero realmente entre los fieles
esta corriente no tuvo mayor impacto.
Pero al insistir en la crítica de una
teología de liberación, si bien
es cierto que esta inclinación justiciera
de los conceptos cristianos se hizo de manera
manipulada justificando la necesidad de la lucha
armada como medio para llegar a un nuevo orden
social hay que tener en cuenta que entre los protagonistas
de la misma hubo, y hay, sacerdotes, religiosos
y laicos que tienen un fundamento preciso y recto
de lo que significa la liberación cristiana,
y han dejado un testimonio de fe digno de imitar.
Son los casos de Casaldáliga, Helder Cámara,
Ellacuría y los jesuitas vascos asesinados
en el Salvador, o del propio Monseñor Arnulfo
Romero. No se puede negar el ambiente de injusticia
y pobreza en que estos hombres de Dios desempeñaron
su misión. No podía haber silencio
cómplice ni actitud descomprometida con
esas situaciones que atentaban contra la dignidad
de los hijos de Dios. Ellos no tomaron las armas
para combatir esas realidades. Simplemente dieron
testimonio con su actitud cristiana.
Así, Monseñor Helder Cámara,
soportó detenciones y torturas. Vendió
su coche y se fue a administrar su apostolado
en una pobre parroquia situada en plena favela.
Andaba a pie y en transportes públicos.
Murió de manera sencilla, lindando en la
pobreza. La muerte de Monseñor Romero,
asesinado en plena Eucaristía ante su decisión
de seguir apoyando a quienes sufrían y
no callando las verdades de la opresión
y el crimen, es testimonio fiel del sacrificio
de Cristo.
Son verdaderos ejemplos que a la hora de juzgar
los contenidos de la teología de la liberación
hay que tener en cuenta para no dejar la impresión
de una censura, bien dirigida hacia un aspecto
de este tipo de teología, pero que no puede
generalizarse a su contenido más amplio.
Una teología carente de elementos liberadores
dejará de asumir su rol de manera plena.
Ciertamente en la carta pastoral cubana se subraya
la confrontación como el aspecto a rechazar
en este tipo de mediación cristiana. Pero
los poderes del mundo siempre van a considerar
opuestos toda palabra, gesto y actitud que contradigan
su dominio. Por ello, va a ser inevitable el enfrentar
esas mentalidades, aunque sea de manera pacífica,
dialogante y con todo el amor que emana de la
Cruz del martirio y la vida. Puede ciertamente
confundir esta disposición al ser relacionada
con aquella teología que habla de liberación
con fusil en las manos, y es bueno que nuestra
Iglesia nos haga reflexionar sobre ello.
Pero hay que hacer ver la validez del acompañamiento
a los que sufren y la determinación de
ser su voz cuando éstos no tienen ya ni
medios ni fuerzas para alzarla. Se trata en definitiva
de promover una sociedad donde el respeto a la
dignidad plena del hombre se verifique sin detrimentos
de un presupuesto sobre otro, sino en total igualdad.
Es la misión que esperamos de la Iglesia
Cubana en estos y en todos los tiempos. cnet/43
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