PRENSA INDEPENDIENTE
Noviembre 27, 2003

CULTURA
El fantasma de PM y el descanso del guerrero

LA HABANA, noviembre (www.cubanet.org) - Alfredo Guevara, reconocido por todos como artífice de la política cinematográfica de la revolución cubana y calificado de controvertido mediador entre las esferas del poder y los cineastas, se ha constituido en una figura de significativa influencia dentro del séptimo arte en la Isla, más allá de los espacios abiertos al dogma oficial o las puertas cerradas a inquietantes proyectos nacionales.

El sorpresivo anuncio de su dimisión a la presidencia del Instituto Cubano de Arte e Industria Cinematográfica (ICAIC) hace tres años suscitó diversas opiniones que apoyaban o escarnecían su dilatado período al frente de la empresa, pues mientras para unos resultaba un valladar nacionalista contra el supuesto diversionismo extranjerizante, para otros se había convertido en un implacable censor de los filmes que abordan la otra cara de la realidad cubana.

Ignorado por el consejo editorial de la revista Revolución y Cultura en un número dedicado a resumir los 40 años del cine revolucionario, donde opinaron realizadores como Humberto Solás, Julio García Espinosa, Juan Carlos Tabío y Fernando Pérez, entre otros, Alfredo Guevara arremetió con evidente mordacidad contra este olvido voluntario, al que calificó de inicio de una revisión de la historia cinematográfica cubana orquestada, según sus palabras, "por la excelsa grecolatinista -Luisa Campuzano- y su preclaro asesor cinematográfico -Rufo Caballero- responsables de la edición del homenaje literario al ICAIC".

"No aprecio los juicios retorcidos y empobrecedores", se respondió a sí mismo en la autoentrevista que publicó en la revista Cine Cubano, dirigida por él. "Y ni aún cuando al guerrero toque descansar, o descansar un poco, me parece justo empujarle al desfallecimiento mayor, aquél en que se buscan explicaciones otras a las que fueron e impregnaron nuestras vidas en otras épocas".

"Y si los realizadores aceptan la incitación, no los juzgo, no es mi problema", indicó también, en clara alusión a lo expresado por Solás en cuanto a la necesidad de recolocar filmes como Casta de Robles, Realengo 18 y, por qué no, el documental PM.

A pesar de su postura escapista, de agravio por las supuestas nuevas tendencias y libertades dentro del cine cubano, Guevara continúa presidiendo los festivales que cada año, desde hace 25, reúnen en La Habana a los realizadores del continente en el apartado de competencia de los diversos géneros del séptimo arte, así como en obras de otras regiones que reflejen la realidad de los países del tercer mundo, y muestras de lo mejor de la cinematografía mundial.

Al anunciar en rueda de prensa efectuada esta semana la participación de 128 filmes en busca de los Premios Corales, y la proyección de más de 400 películas fuera de concurso para el 25 Festival del Nuevo Cine Latinoamericano a celebrarse el venidero diciembre en esta capital, Guevara calificó el evento como "un espacio de fraternidad y diálogo". Si bien reconoció que el venidero encuentro se realiza en circunstancias difíciles, cuando de todas las latitudes llegan signos de cerco, apostó por un Festival que no ha aceptado esto, y más allá de las confusiones y medias verdades ha querido actuar y organizarlo como si todo fuera favorable.

El cine cubano, asediado por la incompetencia económica y la innegable censura, que limitan el nivel de la producción y convierten los guiones en simples mascaradas reiterativas de obras concebidas en una obsoleta unanimidad ideológica o en aparatosas comedias que sólo bosquejan algunos hechos y jamás las causas que los provocan, sigue en un absurdo anquilosamiento creativo que no funciona en el mercado nacional ni en el externo.

Pese al relativo éxito de películas como Guantanamera, sacada de los circuitos de proyección por un supuesto hipercriticismo de la realidad cubana, de una Lista de Espera con un mensaje ambiguo que apuesta, oníricamente, por la vida colectiva, o una Suite Habana con un trasfondo subliminal que aborta la realidad de un contexto y personajes que se pueden obtener a paletadas en cualquier parte de Cuba, la cinematografía cubana se resiente de claustrofobia ambiental, de un rediseño recurrente y de una manía por coartar la libertad que aleja de las salas a los aspirantes a cinéfilos.

Un cine con más de lo mismo, y malo, pese al talento reconocido de quienes lo realizan en su totalidad, es lo único que se puede esperar de una cinematografía lastrada en su componente esencial: la libertad de creación.

Si bien el señor Alfredo Guevara apuesta por una plaza marcada por los desgarramientos del tercer mundo, y al cual en su insomnio perpetuo califica como acto de concientización de los humildes, los progresistas y los que apuestan por el espíritu y no por el mercado, la realidad es que aún no ha comenzado "la revisión de la historia cinematográfica cubana", por lo que el guerrero debe descansar, pero esta vez definitivamente lejos de las pantallas. cnet/09



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