POLITICA
El turismo americano
LA HABANA, noviembre (www.cubanet.org)
- Los jerarcas del castrismo se están afilando
los dientes para comer en la buena mesa del turismo
americano.
De que el banquete es bueno no caben dudas. Nadie
mejor para saberlo que el ministro del Turismo,
Ibrahim Ferradaz, quien afirma (ya sacó
la cuenta) que tan sólo el primer año
la cifra podría ser de un millón
de turistas y 2,5 millones en los años
siguientes. Por eso el castrismo se muestra tan
diligente y embullado con el asunto.
En estos momentos le vendría de perilla
al régimen. Como anillo al dedo. En la
actualidad sería como agua bendita caída
del cielo. Ello calmaría en algo los ánimos
de la población, actualmente muy inquieta
por las vicisitudes en las que se encuentra inmersa;
potenciadas por el disgusto derivado del encarcelamiento
de 75 opositores y periodistas independientes
y por la ejecución en el paredón
de fusilamiento de tres jóvenes que intentaron
escapar del país en la lanchita de Regla.
Los partidarios de levantar la prohibición
de viajar a Cuba se han anotado no pocos éxitos
en los años más recientes. En estos
momentos cuentan con mayoría tanto en la
Cámara como en el Senado.
Son gente muy rica, y por tanto poderosa e influyente,
relacionada, directa o indirectamente con las
actividades agrícolas y la industria turística
de los Estados Unidos. Ven la posibilidad de acercarse
a un mercado actualmente muy maltrecho, pero que
anuncia un futuro promisorio.
En su inmensa mayoría son personas que
no conocen nada del cubano, excepto que es amante
del arroz y los frijoles, de la carne de res y
de pollo. Pero aunque este conocimiento parezca
precario, en su caso es suficiente y satisface
plenamente sus necesidades de comerciantes.
Pero estos señores confrontan una dificultad
en sus empeños.
Como todo el mundo conoce la situación
que vive Cuba en materia de derechos humanos,
y particularmente ha de saberlo un ciudadano norteamericano
que pretende negociar con el régimen de
Cuba, se requiere un argumento de carácter
ético que justifique o haga menos censurable
la actitud negociadora. Se apela pues a una razón;
menos que ello, a un absurdo argumento que raya
en la guanajería: que al contacto con los
turistas americanos los criollos se contagiarán
de fervor democrático.
Pero una cosa piensa el bodeguero y otra el borracho,
y el gobierno cubano ve el asunto de modo distinto
y con diferente intención.
Una mejoría económica permitiría
ser más dadivoso con el boliviano Evo Morales,
empeñado como pocos en la revolucionaria
tarea de crear muchos Viet Nam en el continente.
Pudieran ser más frecuentes las invitaciones
a los compañeros y camaradas de la izquierda
y la ultra izquierda, para que disfruten de las
delicias tropicales de nuestra Isla mediante el
turismo político. Ello contribuiría
a mantener en forma y espabilados a esos muchachos
atléticos, discípulos de Che, que
tanta fuerza exhiben durante la quema de automóviles
y el derribo de cercas en las demostraciones anti
ALCA, anti FMI, anti Banco Mundial y anti todo
lo que huela a capitalismo y libre comercio.
Aumentarían las posibilidades protocolares
y de contactos con los entrañables amigos
iraníes, libios y coreanos del norte, unidos
siempre al régimen cubano, como la vid
al sarmiento, en la tarea revolucionaria de ahogar
a Estados Unidos y acabar con los yanquis.
A los cubanos, al pueblo, siempre le tocaría
algo; porque siempre que se sientan a comer los
señores, a los perros se le pega algún
hueso y algunas piltrafas.
Pero nada de esto será posible sin los
turistas americanos. Por eso hace falta que vengan
en oleadas; que el cielo se llene de aviones trayéndolos;
los puertos de cruceros, yates y veleros; que
se apuren y vengan. Que venga el turismo americano.
cnet/03
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