PRENSA INDEPENDIENTE
Noviembre 25, 2003

SOCIEDAD
¿Parque de diversiones o de sufrimiento?

LA HABANA, noviembre (www.cubanet.org) - Un spot televisivo sobre el parque de diversiones José Martí de Alamar, en La Habana del Este, sedujo a Fernando y su esposa Norma, que aprovechando la semana de receso escolar planificaron un viaje para el entretenimiento de sus cuatro hijos, de 5, 7, 8 y 10 años.

Alquilaron un carro por cuatrocientos pesos para trasladarse de Batabanó a La Habana -unos sesenta kilómetros- y visitaron la instalación el viernes 14.

Cuenta Fernando que al llegar al parque se sorprendió de que la entrada era gratis, mientras una taquilla vendía tickets para los aparatos. Al ver que cada uno costaba cuarenta centavos, compró treinta pesos pensando que la recreación de sus chicos era cosa resuelta.

Pero empezaron a verse situaciones que le parecían a Fernando puro espejismo. Los niños no podían tener acceso a casi todos los aparatos del parque por una cuestión de tamaño. O porque los destinados a los más grandecitos estaban en su mayoría rotos. Sólo la pequeña disfrutó de dos ofertas.

Fernando se sorprendía aún, y más, al sentirse desinformado. No hubo -dice él- una explicación de los organizadores sobre los límites y tampoco de las roturas.

Trató olvidar el asunto, pero no podía detener los gritos llorosos de sus hijos.

Para amortiguar la situación los invitó a mitigar el hambre mientras observaba que de tres cafeterías había dos cerradas. Sólo una ofertaba helados. Y allí fue a hacer su cola, donde recibió otro golpe. Fernando creyó que una vez dentro podría comprar los helados. Pues nada de eso.

Fue a la entrada, donde los empleados olvidaron informarle que no tenían tickets para los helados. Fue a la gerencia, y el responsable no sabía que los tickets se habían agotado. "Los estamos preparando", informó el jefe. Luego de esperar veinte minutos fue por ellos, identificados por un color rojo. Como el helado solo se vendía a los niños, salió y vendió los tickets sobrantes de los aparatos.

Dice Fernando que tuvieron que hacer una cola de una hora. En la cafetería había cinco trabajadores, tres de ellos ociosos, entregaba por sobre el mostrador los helados en barquillos que otra empleada le pasaba de mano. Por cierto, aguados y congelados sobre un barquillo dañado por abajo o arriba.

"¿Se imagina el disgusto y el hambre que teníamos luego de perder cuatro horas?", dijo Norma casi exhausta.

Antes de marcharse, Fernando comentó con un trabajador las amargas horas pasadas. La conversación se hizo tan íntima que el empleado terminó por decirle: "Amigo, el problema es que los que vinieron hacer el spot publicitario fueron advertidos de que el parque no tenía ofertas de alimento y ellos dijeron que no iban a tratar el tema por la televisión".

Fernando, Norma y sus hijos huyeron del parque como si estuvieran perseguidos por una fiera… De rueda en rueda fueron a dar a la una de la tarde al Parque Lenin, donde se llevaron otro recuerdo nada grato.

El parque de diversiones estaba cercado y su acceso era difícil, por lo que el hambre era más inminente que el disfrute.

Visitaron varios restaurantes en moneda nacional. Unos estaban cerrados, en otros la oferta era pésima. Finamente llegaron a La Parrillada, donde encontraron a sus trabajadores jugando dominó.

El restaurante no tenía carta pero tenía al menos, pollo, una carne ripiada de paleta de puerco vendida como ¿tasajo? La cerveza de lata, según el dependiente, costaba a un dólar, y según el administrador noventa y cinco centavos.

Unas raciones de pollo, chispitas de boniato y papa, unas cervezas y refrescos por sólo 592 pesos fue suficiente para restaurar las energías perdidas.

Mientras almorzaban, la familia se cuestionaba qué estaba pasando. Entonces el administrador dijo que ése era el único lugar al que se habían asignado pollo y cerdo, y que los anteriores dirigentes habían sido expulsados por faltantes de divisa, y no divisas. Otros, ofertaban cerveza embotellada de pipa y además vendían alimentos no autorizados.

Fernando pensó que la imagen confusa, la ineficiencia, la mentira y la corrupción tienen más lugar que la diversión. Y es poca la diversión que un niño en Cuba recibe a su edad.

Y en cuanto ponerle a un parque de diversión para niños el nombre del Apóstol, viendo ese desastre, prefiero parar aquí… y hablar del tópico en un momento más calmado. cnet/20

 



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