PRENSA INDEPENDIENTE
Noviembre 25, 2003

HISTORIA
Tributo a Varela

LA HABANA, noviembre (www.cubanet.org) - Este 20 de noviembre se cumplieron 215 años del nacimiento de quien se ha acordado en llamar el Padre del Pensamiento Cubano.

El pensamiento de Varela será vinculado en las celebraciones oficiales a los tiempos que corren y es posible que se emplee una vez más su frase "es preferible seguir siendo tan isla en lo político como en lo geográfico", para mostrarnos alguna herencia anti imperialista que lo haga partícipe de ese batallar de ideas que nos aturde. Se hablará de sus virtudes como maestro, patriota y pensador, pero seguro se seguirá guardando silencio sobre la dimensión religiosa del Varela sacerdote, que para muchos en Cuba desafortunadamente, sigue siendo desconocida.

A pesar de estar incluida en los programas de enseñanza de nuestras escuelas la figura de Varela, su pensamiento no ha sido lo más destacado en los planes de estudio de nuestra historia.

Por otra parte a los estudiantes en su encuentro primario con el semblante de Varela, no les resulta llamativa su imagen seria, de rostro cetrino, enmarcado por una melena poco estridente; los labios carnosos y cerrados en un rictus de severidad; sus ojos que resaltan tras los cristales de unos lentes austeros. Todo ello conspira en que desde el inicio del encuentro no quede destacado el hombre enorme que se oculta bajo las apariencias de una insignificante figura.

No se nos presenta la frente imponente de Martí, con aquella mirada aguda, divulgado en escenas diferentes: el pensador, el amoroso, el poeta, el que lleva una vida intensa en todas las facetas de su vida, incluso el mártir que se entrega a la muerte de la manera que anunció y mirando cara a cara al Astro Rey. No es el bravo Maceo que se nos ofrece en posturas de guerrero imponente. La estampa de Varela, la única que invariablemente se nos muestra, no puede darnos la imagen adecuada del héroe que deberíamos imitar.

Resulta sin embargo notorio que las referencias de todas esas grandes personalidades de nuestra historia nos conducen siempre al hombre de la frágil silueta, el que nos enseñó a pensar, nos han repetido multitud de maestros y discursantes a lo largo de varias generaciones. Al final terminamos parados frente a esa mirada que desde la distancia de más de un siglo nos sigue iluminando con brillo vivo.

Su pensamiento de largo alcance llega a nuestros días con un mensaje que parece escrito para nosotros. Y es que el decir de Varela tiene la hechura del profeta. Profecía que abarca los ámbitos de la materia y del espíritu, de la carne y del alma del hombre; que se encarna en su tiempo y lo trasciende. Puede pensarse que nació adelantado para la época que le tocó vivir.

Pero es que Félix Varela tenía además materia de cimiento. Vino para fundamentar los valores de una nación: la patria que tenía que edificarse a partir de hombres nacidos en otras tierras y cuya simiente ya empezaba a germinar y dar frutos en la nueva, pero sin la madurez suficiente para hacer brotar el sentimiento de percibirse plenamente cubanos. El amor patrio, que destellaba en varios criollos, para Varela era ya un imperativo que guiaba toda su labor.

Precisamente por no ser comprendido en toda la magnitud de lo que quería, sufrió persecución, decepciones y soledades. Su exilio es anuncio precursor del sufrimiento de su pueblo, y del establecimiento de una Diáspora que llegará a alcanzar magnitudes hebraicas.

Como los cubanos de este tiempo viviendo en iguales circunstancias, Varela dio lo mejor de sí al país que le acogió, sin dejar de pensar, escribir y soñar en su anhelada Isla. También, como miles de sus coterráneos, murió sin poder volver del destierro.

Hoy sorprende, al leer la obra del santo sacerdote, descubrir cuánta sabiduría, agudeza y claridad política, religiosa y humana, atesoraba en su interior. Siendo plenamente un hombre de Dios, el tiempo no podía quedarle restringido a su persona. Esa parte del hombre de fe nos quedó legada en el fundamento de nacionalidad forjada por él. Las profundas raíces cristianas que se adentran en el espíritu vareliano, nutren el árbol de nuestra identidad como nación.

El reconocimiento de santidad de Félix Varela, hecho por el propio José Martí, no acaba de ser concretado. Su ascenso a los altares sigue el trillado camino de los hombres y sus reglamentos. Aún no se avizora el día en que en las iglesias de Cuba, acompañando a La Virgen del Cobre, esté el Santo cubano. Pero el don de su vida constituye un milagro de por sí y una bendición para nuestra tierra.

En el Aula Magna de la Universidad de La Habana reposan sus sagrados restos, símbolo de todo lo que significa Varela para nuestra historia y cultura, como patrimonio que pertenece a todos los cubanos. Sin embargo, el peregrinar ante la urna que contiene los sagrados despojos no es una posibilidad abierta y sin restricciones. Está limitada por la solicitud de un permiso por escrito que debe ser presentado ante el Rector del alto centro de estudios.

Cuando Juan Pablo II visitó la Isla expuso una Clase Magistral en ese recinto donde están depositadas las cenizas del religioso. Dejó entonces una tarja conmemorativa honrando al presbítero cubano, para ser expuesta en esa misma sala. Pero hasta el momento la placa sigue sin ocupar el sitio a que fue destinada por Su Santidad.

En las palabras de Félix Varela están contenidas las pautas que deben seguir los cubanos en su caminar actual. Ojalá llegue el día en que el compromiso patriótico de nuestros niños esté inspirado en las enseñanzas del Maestro Varela, y su pensamiento sea el modelo a seguir por los futuros ciudadanos de Cuba. cnet/43

 



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