POLITICA
Feria con embargo
LA HABANA, noviembre (www.cubanet.org)
- Cuando el 4 de noviembre pasado la ONU discutía
el embargo económico de Estados Unidos
a Cuba, a esa misma hora, en los 10 mil metros
cuadrados de los terrenos de EXPOCUBA, tenía
lugar la Feria Internacional de La Habana 2003.
Mientras en la sede de las Naciones Unidas en
la ciudad de Nueva York la delegación cubana,
encabezada por el canciller Felipe Pérez
Roque, se lamentaba ante el mundo por el "cruel"
y "genocida" bloqueo yanqui, en el recinto
de la XXI Feria de La Habana sucedía algo
bien distinto: el mayor de la dinastía
de los hermanos Castro, Ramón, recorría
los pabellones de la feria en compañía
de John Park, poderoso capitalista de la Florida.
Entre sonrisas y delicados golpecitos de hombro,
hablaban de presentes y futuros negocios de compra-venta.
¿Cómo es posible que un país
bloqueado realice una feria internacional con
la participación de 700 empresas foráneas
procedentes de más de 40 países
de todos los continentes?
¿Cómo entender esto, conociendo
que el más activo participante de la actividad
fue precisamente el país acusado de bloquear?
Tengamos en cuenta que 71 empresas con 153 empresarios
procedentes de 19 estados de la Unión ocuparon
26 puestos de exhibición durante la semana
que duró la feria.
Aún más. El estado de la Florida,
ése que según el castrismo es rehén
de la "mafia anticubana", estuvo representado
por 14 empresas, al frente de las cuales estaban
38 empresarios. Es decir, la quinta parte de las
empresas norteamericanas presentes en la feria
(20%), así como la cuarta parte de los
empresarios (25%) eran y son del estado floridano;
de ese estado presuntamente dominado por la "mafia
anticubana".
La falacia del bloque esgrimida por el gobierno
cubano a lo largo de casi medio siglo, así
como su aludida relación con el desastre
material del país caribeño, no aguantan
el más somero razonamiento. La recién
celebrada feria en medio de una acompasada y estruendosa
algarabía antibloqueo, muestra una vez
más, pero con mayor nitidez, la incongruencia
del discurso oficialista. Mella, aún más,
la ínfima credibilidad del pueblo cubano
hacia el régimen.
Si los gobiernos de los países democráticos
supieran y estuvieran concientes de la avalancha
propagandística que tiene que soportar
el pueblo cubano cada vez que se origina una votación
favorable al levantamiento del embargo, seguramente
lo pensarían un tanto más antes
de emitir el voto. Realmente resulta grosera y
difícil de soportar. Al extremo que no
existe un adjetivo capaz de calificar el efecto
producido.
Porque si de algo están convencidos los
cubanos es de que son víctimas del más
feroz y abarcador bloqueo que haya podido sufrir
pueblo alguno. No es un bloqueo del exterior al
interior. Es de adentro hacia adentro. No habla
otro idioma sino que se expresa en español.
No es igualitarista como la ideología que
enarbola. Para unos pocos es imperceptible, mientas
que para casi todos es desgarrador. No vino vestido
de los colores de la bandera norteamericana. Se
presentó de verde olivo y del mismo color
ha venido vistiendo. No se inició en 1961
sino en 1959. No empezó por el fogón
y el reverbero sino por la mordaza. El primer
afectado no fue el estómago sino la mente,
la palabra, el libre movimiento y la confianza.
Después se fue extendiendo, a veces con
alguna lentitud, otras con asombrosa velocidad.
Entró por la sala para quedarse en la cocina.
Con viento igualitarista hizo volar el pantalón
de dril 100 y el jipijapa para que todo el mundo
se cubriera de harapos.
Poco después, cuando vino el embargo,
el bloqueo lo cogió de vitrina para presentarlo
todo a través de ella.
Hoy, el embargo me permite la coca-cola, pero
el bloqueo me ahoga en un mar de dificultades
que me impiden "luchar" para tomarme
ese refresco. El embargo me permite hasta la goma
de mascar marca Chiclets, otrora símbolo
del demonio capitalista. Pero el bloqueo me bloquea.
Por el bloqueo no puedo ni siquiera ver llenos
los estantes de boniato y calabaza, que nada tienen
que ver con el embargo. cnet/03
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