POLITICA
Los disidentes en la cumbre
LA HABANA, noviembre (www.cubanet.org).-
El máximo líder no estuvo en la
XIII Cumbre Ibero Americana, pero los disidentes
a su gobierno sí, aunque con una imagen
vilmente distorsionada por los argumentos de un
grupo de confidentes.
La delegación cubana viajó a Santa
Cruz de la Sierra, en el oriente boliviano sin
Fidel Castro, pero llevando varias decenas de
ejemplares del libro "Los disidentes",
que pretende ser un antídoto ante las críticas
y preguntas embarazosas en torno a la falta de
libertades y la situación de los derechos
humanos en el país caribeño.
El libro, apresuradamente encargado a dos destacados
periodistas oficialistas, trata de demostrar,
a través de las declaraciones de algunos
agentes del Departamento de Seguridad del Estado
"infiltrados" en la oposición,
que los disidentes cubanos no son más que
"mercenarios del gobierno norteamericano",
con lo que quieren justificar que fueran condenados
en juicios sumarios, sin las mínimas garantías,
a largas penas de cárcel en condiciones
infrahumanas.
Difícil es que logren convencer a muchos
los argumentos esgrimidos por los agentes destapados
que, por lo demás, no revelaron crípticos
secretos ni penetraron en ninguna célula
terrorista, sino entre poetas, periodistas, economistas,
activistas de derechos humanos, bibliotecarios
independientes y otros miembros de una incipiente
sociedad civil que no ocultaban su labor, sino
que se esforzaban por darlas a conocer a su país
y al mundo.
Más difícil aún que acallar
las protestas del mundo democrático es
lograr que se cumplan las predicciones autoejecutorias
del gobierno cubano de que la disidencia ha sido
liquidada.
Tras la ola represiva de marzo que encarceló
a 75 disidentes, el destape de 12 agentes infiltrados
entre los opositores, la campaña contra
Elizardo Sánchez Santa Cruz y el enigmático
regreso del inefable Eloy Gutiérrez Menoyo,
la policía política intentó
paralizar a la oposición interna sembrando
el miedo, la paranoía y el desconcierto
en sus filas.
Los jerarcas de la represión parecen haber
decidido que las campañas de difamación
contra los líderes opositores son menos
costosas que encarcelarlos y buscarse un nuevo
escándalo internacional. Oswaldo Payá
y Vladimiro Roca podrían ser las próximas
víctimas de la ponzoña gubernamental.
Graham Greene se lo perdió. Con las tenebrosas
tramas que urde el Ministerio del Miedo verde-olivo,
locaciones habaneras y hasta tal vez la ayuda
de su amigo Fidel Castro, el escritor británico
hubiera logrado un best-seller superior a "Nuestro
hombre en La Habana".
Los métodos policiales de penetrar y desacreditar
a los grupos opositores no son nada nuevos. En
el siglo XIX, en Rusia, la policía zarista,
antecesora de la KGB (mentora de la Seguridad
criolla) se destacó en su labor de zapa
contre el movimiento revolucionario, y hasta llegó
a crear un clásico de la provocación
antisemita, los Protocolos de los Sabios de Sión.
Tan intricados y tortuosos resultaron estos manejos
que un zar fue asesinado por un desquiciado doble
agente.
Sin embargo, el mejor mentís a los augurios
hojalateros de la propaganda oficial de que los
disidentes se verán como peces en una piscina
sin agua, es la presencia de las calumnias contra
ellos por parte del régimen cubano en la
más importante reunión de Iberoamérica.
Aunque el vicepresidente Lage no refiere que ya
con 25 mil firmas, o sea, 15 mil más de
las 10 mil requeridas por la propia Constitución
Socialista para validar una petición ciudadana,
el Proyecto Varela sigue en espera de una respuesta
del parlamento cubano.
Probablemente la mayoría de los ejemplares
del libro de los dos periodistas oficialistas
vayan a parar a manos de los simpatizantes incondicionales
del régimen cubano que aún pululan
en la izquierda del continente. Ellos no necesitan
razones, sino consignas para repetir.
En estas cumbres, los mandatarios suelen tener
las agendas cargadas de temas acuciantes para
la región y están muy ocupados en
redactar comunicados conjuntos (que el gobierno
cubano incumple con entusiasmo) y en tomarse fotos
con sus colegas y sus elegantes esposas. No obstante,
sería saludable que los reunidos en Santa
Cruz tuvieran una información amplia, objetiva
y multilateral sobre la disidencia cubana.
Para ellos, el gobierno cubano, que tanto dice
valorar la importancia de los libros en su rara
batalla de ideas, pudiera haber distribuido entre
los participantes del magno evento, además
de su panfleto, ejemplares del Proyecto Varela,
del diario de prisión de Manuel Vázquez
Portal o de cualquier poemario de Raúl
Rivero. Pero sería mucho pedir que el gobierno
cubano respete la inteligencia y el raciocinio
de las personas. cnet/50
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