SOCIEDAD
La sentencia
PINAR DEL RÍO, noviembre
(www.cubanet.org) - Uno puede estar triste un
día, tal vez dos. Lo que se hace insoportables
es tener que estar triste todos los días.
La tristeza se puede llevar encima. Es algo que
pertenece también al ser humano. Quizás
esto de la tristeza que nos pertenece parezca
algo tétrico. Pero es así.
Antonio es un hombre condenado a cargar todos
los días con la tristeza. Ayer supe cosas
que no sabía acerca de Antonio y su tristeza.
Trabajaba hace unos meses como técnico
en una empresa mixta, de las que abundan ahora
en la Isla. Una empresa italo-cubana, ETECSA,
que pertenece al sector de las comunicaciones.
Antonio es ingeniero en comunicaciones, y en
esa corporación era donde encajaba teniendo
en cuenta su profesión.
"Me iba bien", me dice. "Yo tenía
mi carro y todo. Ahora es distinto".
Un día se le acercaron a proponerle que
se integrara al Partido Comunista de Cuba. Él
logró convencerlos de por qué no
aceptaba entrar en la organización. En
estas corporaciones mixtas las leyes las dicta
la parte cubana. Los inversionistas sólo
tienen participación en un por ciento de
las ganancias y se encargan, además, del
equipamiento.
Antonio me siguió contando y llegamos
al momento de su salida de la empresa. "Esto
de contar las cosas a gente de confianza me alivia
algo, compay", me dice.
Lo sacaron definitivamente de la empresa porque
se enteraron de que había vendido unos
refrescos que le dan a los técnicos como
merienda cuando viajan a otros puntos de la Isla.
"Cuando a uno le dan algo, eso pertenece
a uno, ¿no?"
Antonio no quiso ese día los refrescos
y se los vendió a alguien que sí
los quería. Un funcionario de la empresa
se enteró y dio aviso a los superiores.
Antonio fue llamado a la gerencia, y ya sabía
lo que le esperaba. No se equivocó. Se
olvidaron de su buen trabajo durante años
y lo expulsaron de la empresa. "Por vender
unos refrescos me han echado para siempre".
Antonio trabaja ahora como zapatero particular
en su casa, cuando se puede, porque a veces no
tiene materiales para trabajar y sostener a sus
hijos y esposa.
Estoy convencido de que la condena de Antonio
viene de antes, desde el día en que no
aceptó a los comunistas de la empresa ingresar
en el Partido que dicta y manda en la Isla. Desde
ese día fue ya un condenado a morir en
vida. cnet/06
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