PRENSA INDEPENDIENTE
Noviembre 17, 2003

POLITICA
A buenos propósitos, buenos argumentos

LA HABANA, noviembre (www.cubanet.org) - Los cubanos que están contra el gobierno en Cuba tienen el mismo derecho de ser apoyados desde otros países, incluso desde Estados Unidos, de la misma manera que Cuba apoya a los que en otros países se oponen a sus respectivos gobernantes. La anterior afirmación, más o menos con esas palabras, fue hecha por un miembro de una delegación de jóvenes de diferentes partes de América, residentes estadounidenses que recientemente visitaron La Habana, según pude escuchar en una noticia radiada desde el exterior de la isla.

La expresión fue "democráticamente" escuchada y rebatida con los correspondientes argumentos por su contraparte cubana, representada evidentemente por un grupo oficialista. Desafortunadamente, a pesar de las buenas intenciones con que pueden ser presentadas estas razones y de que no estén totalmente desencaminadas, el enfoque conque suelen darse sirve de punto de apoyo para utilizar los argumentos que dejan en una posición incómoda al ponente y no ofrece el verdadero sentido de la problemática cubana.

El apoyo externo del gobierno norteamericano y del exilio cubano, tildado de mafia anticubana, a las personas que defienden un encauce democratizador en la isla, es el tema de ataque contra estos últimos, acusados de buscar la desestabilización del régimen revolucionario y suprimir los logros obtenidos en este proceso que favorecen a la mayoría, además de ser presentados como traidores apátridas al servicio del enemigo.

Incluso cuando los disidentes son apoyados desde países que tienen relaciones normales con Cuba, los gobiernos o grupos favorecedores son declarados títeres y marionetas del Imperio del Norte, a pesar de que en las votaciones de Naciones Unidas manifiesten su desacuerdo con la política de embargo del gobierno de Estados Unidos contra la Isla. Así, todo planteamiento que ronde en la defensa, aplicación o exhortación al cumplimiento de todos los derechos contenidos en la Carta Universal de Derechos Humanos, reconocida por La Habana, es convertido en una acción injerencista supeditada a los intereses foráneos, especialmente del imperialismo norteamericano, cuando realmente de lo que se trata es de si los cubanos, como grupo humano que conforman una nación, tienen los mismos derechos que corresponden al resto de las sociedades del planeta, y que el mismo gobierno cubano reclama para otros lugares.

Para desarticular cualquier petición sobre derechos políticos y civiles, los representantes gubernamentales de Cuba ofrecen la evidencia del cumplimiento de una serie de valores en el país, que si bien no son totalmente cumplimentados, en verdad están ausentes en otras partes del mundo, incluyendo a países mal llamados democráticos. Es tan rotunda la demostración sobre los contenidos de salud y educación, que muchos de los confrontados con estos datos, generalmente visitantes, se llegan a cuestionar si a los cubanos no les basta con estos logros y piden en demasía.

Sin embargo ésta puede ser la misma interrogante hecha para aquéllos que en otros países, fundamentalmente del primer mundo, tienen garantizados un buen número de derechos y reclaman otros. La cuestión sobre derechos y libertades en Cuba no puede quedar relegada al plano de luchas ideológicas al estilo de que si tú apoyas a los comunistas de otros países yo tengo el derecho de apoyar a los anticomunistas del tuyo. El centro de la problemática está en la razón de justicia que tiene que ser pareja para todos. Tanto derecho a esas libertades tiene un francés, un español, que un haitiano o un cubano. Es bueno que en Cuba se garanticen derechos fundamentales como la salud y la educación, pero el resto de los estipulados por Naciones Unidas son de igual forma importantes para el desarrollo del individuo y la sociedad.

Cuando el ex presidente de Estados Unidos James Carter visitó Cuba, hizo un histórico discurso en el Aula Magna de la Universidad de La Habana. En su disertación hizo un reconocimiento crítico a situaciones negativas de su propio país. Después de señalar los errores cometidos a su juicio por la parte norteamericana, pasó a un señalamiento mesurado y directo de los fallos de su contraparte cubana, alabando sus virtudes, pero dejando claro que éstas no compensaban los defectos y carencias en otros temas, como el de las libertades cívicas.

Los cubanos, sean comunistas o no, tienen los mismos derechos como ciudadanos libres que son. No puede ser considerada punible la ayuda a la promoción de aquellos valores que busquen el mejoramiento de su sociedad. cnet/43

 



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