POLITICA
A buenos propósitos, buenos argumentos
LA HABANA, noviembre (www.cubanet.org)
- Los cubanos que están contra el gobierno
en Cuba tienen el mismo derecho de ser apoyados
desde otros países, incluso desde Estados
Unidos, de la misma manera que Cuba apoya a los
que en otros países se oponen a sus respectivos
gobernantes. La anterior afirmación, más
o menos con esas palabras, fue hecha por un miembro
de una delegación de jóvenes de
diferentes partes de América, residentes
estadounidenses que recientemente visitaron La
Habana, según pude escuchar en una noticia
radiada desde el exterior de la isla.
La expresión fue "democráticamente"
escuchada y rebatida con los correspondientes
argumentos por su contraparte cubana, representada
evidentemente por un grupo oficialista. Desafortunadamente,
a pesar de las buenas intenciones con que pueden
ser presentadas estas razones y de que no estén
totalmente desencaminadas, el enfoque conque suelen
darse sirve de punto de apoyo para utilizar los
argumentos que dejan en una posición incómoda
al ponente y no ofrece el verdadero sentido de
la problemática cubana.
El apoyo externo del gobierno norteamericano
y del exilio cubano, tildado de mafia anticubana,
a las personas que defienden un encauce democratizador
en la isla, es el tema de ataque contra estos
últimos, acusados de buscar la desestabilización
del régimen revolucionario y suprimir los
logros obtenidos en este proceso que favorecen
a la mayoría, además de ser presentados
como traidores apátridas al servicio del
enemigo.
Incluso cuando los disidentes son apoyados desde
países que tienen relaciones normales con
Cuba, los gobiernos o grupos favorecedores son
declarados títeres y marionetas del Imperio
del Norte, a pesar de que en las votaciones de
Naciones Unidas manifiesten su desacuerdo con
la política de embargo del gobierno de
Estados Unidos contra la Isla. Así, todo
planteamiento que ronde en la defensa, aplicación
o exhortación al cumplimiento de todos
los derechos contenidos en la Carta Universal
de Derechos Humanos, reconocida por La Habana,
es convertido en una acción injerencista
supeditada a los intereses foráneos, especialmente
del imperialismo norteamericano, cuando realmente
de lo que se trata es de si los cubanos, como
grupo humano que conforman una nación,
tienen los mismos derechos que corresponden al
resto de las sociedades del planeta, y que el
mismo gobierno cubano reclama para otros lugares.
Para desarticular cualquier petición sobre
derechos políticos y civiles, los representantes
gubernamentales de Cuba ofrecen la evidencia del
cumplimiento de una serie de valores en el país,
que si bien no son totalmente cumplimentados,
en verdad están ausentes en otras partes
del mundo, incluyendo a países mal llamados
democráticos. Es tan rotunda la demostración
sobre los contenidos de salud y educación,
que muchos de los confrontados con estos datos,
generalmente visitantes, se llegan a cuestionar
si a los cubanos no les basta con estos logros
y piden en demasía.
Sin embargo ésta puede ser la misma interrogante
hecha para aquéllos que en otros países,
fundamentalmente del primer mundo, tienen garantizados
un buen número de derechos y reclaman otros.
La cuestión sobre derechos y libertades
en Cuba no puede quedar relegada al plano de luchas
ideológicas al estilo de que si tú
apoyas a los comunistas de otros países
yo tengo el derecho de apoyar a los anticomunistas
del tuyo. El centro de la problemática
está en la razón de justicia que
tiene que ser pareja para todos. Tanto derecho
a esas libertades tiene un francés, un
español, que un haitiano o un cubano. Es
bueno que en Cuba se garanticen derechos fundamentales
como la salud y la educación, pero el resto
de los estipulados por Naciones Unidas son de
igual forma importantes para el desarrollo del
individuo y la sociedad.
Cuando el ex presidente de Estados Unidos James
Carter visitó Cuba, hizo un histórico
discurso en el Aula Magna de la Universidad de
La Habana. En su disertación hizo un reconocimiento
crítico a situaciones negativas de su propio
país. Después de señalar
los errores cometidos a su juicio por la parte
norteamericana, pasó a un señalamiento
mesurado y directo de los fallos de su contraparte
cubana, alabando sus virtudes, pero dejando claro
que éstas no compensaban los defectos y
carencias en otros temas, como el de las libertades
cívicas.
Los cubanos, sean comunistas o no, tienen los
mismos derechos como ciudadanos libres que son.
No puede ser considerada punible la ayuda a la
promoción de aquellos valores que busquen
el mejoramiento de su sociedad. cnet/43
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