DESDE LA CARCEL
"Me siento en deuda con la vida": Manuel Vázquez
Portal
LA HABANA, noviembre - "Me
siento en deuda con la vida. Imagino que soy,
que somos, aquéllos que hemos tenido el
decoro de elevar la voz, el ariete que derribará
tantos muros donde el cubano lleva una vida vegetativa
y negligente que los apoca y acorrala", señala
el poeta y periodista Manuel Vázquez Portal,
condenado a 18 años de prisión,
en carta a su esposa desde la cárcel.
Cárcel de Aguadores, 25 de septiembre,
2003
Sra. Yolanda Huerga Cedeño.
Puchita mía:
Hoy es jueves, como ese jueves en que el poeta
peruano César Vallejo se pusiera los húmeros
a la mala y prosara unos versos en los que aseguraba
que moriría en París con aguacero;
dicen que consiguió morir bajo una fina
llovizna parisina. Es jueves y te añoro,
gasto la foto donde tanto eres tú que sólo
le falta el pálpito; te evoco y logro tu
figura viva de gacelilla frágil, y consigo
tu alma fuerte y volcánica. ¿Cómo
cabe tanto tesón, tanta bravura en tan
pequeño cuerpo? ¿Qué he hecho
yo, Dios mío, para merecerte?
Pienso en la vida, no en la muerte como César
Vallejo, y aunque estas celdas de la cárcel
de Aguadores sean un muestrario de agonías,
donde cadáveres vivientes, con voz y sombra,
mueren cada día de olvido y tedio y mala
nutrición, pienso en la vida. ¿Por
qué tantas cárceles en Cuba? ¿Por
qué tantas personas encarceladas? ¿No
es la educación el antídoto idóneo
contra el delito, no se vanagloria el gobierno
cubano de su sistema educacional, por qué
tantas cárceles entonces, por qué,
según mis cálculos -conservadores-
frisa el medio millón de reos la población
penal de Cuba? ¿Qué no constituye
aquí una figura delictiva? ¿Qué
ocurre con el código penal cubano? ¿Qué
papel juegan los abogados de la defensa en casos
que ya vienen cerrados desde que las autoridades
policiales los han abierto? ¿Cuántas
modificaciones habrá que hacerle al sistema
judicial cubano para que la jurisprudencia recobre
su dignidad y eficacia?
Pienso en la vida. No puedo, no quiero pensar
en la muerte, que me sorprenda soñando
una Cuba nueva. Necesito mucha vida para colaborar
con la magna tarea de edificar una Cuba habitable,
disfrutable, amable para los días por venir.
No sé por qué hoy, precisamente
hoy, cuando ya llevo 6 meses y 6 días enclaustrado
en celdas de aislamiento, recuerdo aquellos primeros
días de encierro en Villa Marista. La decisión
del gobierno se me presentaba entonces como demencial.
No creía posible que cometieran la torpeza,
en situación tan precaria para sus relaciones
exteriores, de encarcelar tan elevado número
de opositores y periodistas. Pero se hizo realidad,
y con una celeridad asombrosa -juicios sumarísimos,
nada menos-, atónitos deben de haber quedado
los juristas del mundo, por muy acostumbrados
que estén a las decisiones del Máximo;
más que incoherentes resultan estrafalarias.
Fue una locura, y a mí me parece, lo sigue
siendo.
Quien atraviese -y conserve la cordura- esta
ordalía que es la realidad política,
económica y social cubana actual, tendrá
razones sobradas para que hachas, cuchillas, porras,
péndulos con punzones, mandobles, lanzas,
fosas enmascaradas con la hojarasca de discursos
falaces, no vuelvan a instalarse en la nación,
harta de acosos, defenestraciones, expatriaciones
obligatorias y exilios interiores bajo presión
policial.
Cuando observo el pavor que se nota en el rostro
de artistas e intelectuales que sobreviven bajo
la solapa de la doblez y la moral emponzoñada,
cuando descubro la ansiedad de profesionales capaces
y talentosos porque suceda algo que los salve
del malsano igualitarismo que los sume en eterna
pobreza, cuando percibo la proclividad de los
jóvenes hacia una evasión física
y espiritual de la realidad que los comprime,
cuando palpo la angustia de mujeres -cansadas
de privaciones- deseosas de que ocurra algo que
las libere de la doble esclavitud, laboral y hogareña
en que, como rueca indetenible , se ha tornado
su existencia, no puedo pensar en la muerte. Me
siento en deuda con la vida. Imagino que soy,
que somos, aquéllos que hemos tenido el
decoro de elevar la voz, el ariete que derribará
tantos muros donde el cubano lleva una vida vegetativa
y negligente que los apoca y acorrala.
Como Martí, repetiría ahora: "Para
Cuba que sufre, la primera palabra". No tengo
derecho de quejarme por mis penurias. Si sufro
la ausencia de tu abrazo, si padezco la carencia
de las carantoñas de Gabriel, si echo de
menos el plato de la tarde, preparado por tus
manos hacendosas, mágicas y acariciadoras;
si me atribula el breve espacio en que me han
arrojado mis verdugos, si enflaquezco de cuerpo,
no puedo darme el lujo de enflaquecer de alma;
lo que pierdo de liberad de movimiento lo gano
en libertad de pensamiento. El cuerpo de un rebelde
puede encarcelarse, pero el pensamiento de un
soñador que aspira, que sueña la
libertad de todos, no cabe en jaula alguna.
Mis sueños serán realidad palpable,
veremos desde los sillones de abuelos venerables,
en las tardes apacibles que vendrán, los
rostros satisfechos de nuestros muchachos creciendo
en un país con abundante gracia y pan.
Las tormentas de hoy serán la dicha de
mañana. Pero, ¿para qué esperar
a la dicha venidera, si tengo la dicha de tenerte
hoy?
Tuyo
Yo
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