DISIDENCIA
El disidente del barrio
LA HABANA, noviembre (www.cubanet.org)
- La noticia es que no existe barrio -y me refiero
a la capital de la república- que no cuente
con un disidente. Este disidente será alguien
que haya roto los puentes con el "miedo ambiente"
y participe con mayor o menor relevancia en la
lucha opositora contra el régimen de Fidel
Castro. Estos valientes hombres y mujeres son
llamados por la gente sencilla "los de los
derechos humanos".
La expansión de la disidencia u oposición
interna al régimen castrista abarca, según
cálculos muy conservadores, varios miles
de personas distribuidas a todo lo largo y ancho
del territorio nacional. Estas se agrupan en más
de un centenar de organizaciones, que en su inmensa
mayoría tienen vida efímera, sin
que este hecho atente de forma significativa contra
la pujanza del movimiento, que se multiplica por
participación en un proceso casi ininterrumpido.
La desaparición y nacimiento de grupos
no lesiona la fuerza creciente del movimiento,
debido a que la cifra de opositores no desciende
con la extinción del grupo en que hayan
estado participando. Cuando esto ocurre, los opositores
que quedan "desconectados" son reabsorbidos
de forma inmediata por otros grupos, o frecuentemente
forman nuevas organizaciones que integran nuevos
reclutas al movimiento civil.
La oposición, representada por estos disidentes
de barrio -fragmentada y anárquica- supera
en número a los activistas, tanto civiles
como militares y paramilitares con que contaron
el Movimiento 26 de julio, el Directorio Revolucionario
y el resto de las facciones que combatieron al
gobierno del general Fulgencio Batista durante
la insurrección que puso el poder en manos
de Fidel Castro.
La fragmentación representa otro problema
adicional para la policía política
del régimen, que se ve obligada a incrementar
sus presupuestos y efectivos en un combate desgastante
e interminable contra personas pacíficas
que no conspiran, pero cuya existencia amenaza
a un modelo político que estableció
sus bases sobre el presupuesto incierto de la
unanimidad.
Esta supuesta unanimidad requiere para su mantenimiento
partes iguales de miedo y compulsión. Cuando
personas sencillas se imponen al miedo y pasan
por encima de la compulsión, el modelo
comienza a desmerengarse desde la base. Las supuestas
verdades que lo sustentan, primero son cuestionadas
y luego desmentidas. Entonces este modelo se carcome
y cae.
Contra toda expectativa razonable, la mayor parte
de las firmas entregadas a la oficiosa Asamblea
Nacional del Poder Popular, para refrendar el
Proyecto Varela, correspondían a personas
que no participan en lides opositoras. Estas personas
aceptaron el riesgo de apoyar una iniciativa contra
el gobierno por dos razones fundamentales. La
primera: están hartas del régimen.
La segunda: fueron seducidas por el ejemplo de
los activistas anónimos que recabaron sus
firmas.
El hoy prisionero de conciencia Héctor
Palacios Ruiz , psicólogo de profesión,
político de experiencia, director del Centro
de Estudios Sociales y ex relator de la agrupación
Todos Unidos, expresó sobre este particular,
en conversación sostenida meses antes de
su arresto durante la última oleada represiva
de la primavera negra en Cuba, su optimismo y
su confianza en la gestión opositora, señalando
como uno de sus logros el Proyecto Varela, por
su carácter catártico y por su acción
movilizadora de la opinión pública
desde la base.
Palacios expuso: "Por cada firma entregada
para respaldar el Proyecto Varela, hay mil que
lo firmarían si el miedo a perder lo que
da sentido a sus vidas y que puede ser el empleo
mal pagado que les sostiene, o la eventual carrera
universitaria de los hijos en universidades segregadas
por motivos de filiación política,
no los paralizara".
El disidente del barrio es la realidad que ha
logrado imponerse, pasando por pruebas de fuego,
como ha sido esta última razzia contra
la oposición interna y la prensa independiente.
Firmes en sus ideas y resistiendo como caballos
percherones, erosionan a la maquinaria represiva
más eficiente que ha conocido América.
La Cuba civil y democrática del futuro
tiene una deuda muy grande con estos hombres y
mujeres de a pie, sencillos y anónimos.
cnet/47
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